La terrible curva del COVID en EE.UU. tiene una simple explicación

Ha estado circulando el alarmante gráfico que está a continuación. Ilustra el mal trabajo que ha hecho Estados Unidos para contener el COVID-19 en comparación con la Unión Europea, una región más grande de países independientes que sufrieron un brote anterior. ¿A qué se debe la gran diferencia? ¿Qué está haciendo mal EE.UU.?

Hay muchas respuestas posibles a esas preguntas. Una reacción inicial lenta y la incapacidad de aumentar las pruebas permitieron que el virus se extendiera a lo largo y ancho de Estados Unidos. Y en lugar de coordinar una respuesta nacional enérgica y coherente, el presidente Donald Trump desestimó de forma consistente la amenaza del virus y dejó las decisiones en manos de estados con apoyo insuficiente.

Como resultado, las decisiones sobre cierres y reaperturas han sido caóticas y han ignorado las pautas establecidas por los funcionarios federales de salud pública.

En medio de todo esto, se destaca una diferencia particular entre los enfoques de EE.UU. y de los países europeos. Muchos estados estaban contentos de reabrir después de simplemente “inclinar la curva”, es decir, frenar el crecimiento al alza y garantizar una capacidad hospitalaria adicional.

Estos estados continuaron expandiendo la actividad económica en una meseta elevada con muchos contagios en curso. En contraste, la mayoría de los países europeos esperaron para reabrir hasta que aplastaron la curva o alcanzaron una pendiente a la baja más prolongada, con una incidencia sustancialmente menor o reducciones considerables en la propagación viral. No es la única explicación para una brecha creciente, pero es convincente.

Italia es una excepción, ya que abrió con un recuento de casos comparativamente alto. Sin embargo, el país se estaba recuperando de un brote particularmente grande y concentrado, y su incidencia estaba en una pronunciada trayectoria descendente. Su recuento diario promedio fue inferior a 20 casos por millón una semana después de su apertura limitada inicial, una métrica que ninguno de los estados más problemáticos ha manejado desde principios de abril.

Entonces, ¿por qué la baja incidencia es tan crucial para una reapertura exitosa? Es simple matemática. Más virus circulando en una comunidad significa que hay más oportunidades para que se propague. Hace que cada precaución que las personas y los funcionarios tomen sea un poco menos efectiva, y que cada actividad sea más riesgosa.

Esto no necesariamente se traduce en brotes inmediatos, ya que las personas salieron de la cuarentena con bastante cautela. Pero a medida que la actividad se expande para incluir cosas como el servicio al interior de bares, es cada vez más probable que un alto nivel base de infección cause problemas.

Los niveles persistentemente altos de casos en medio de una reapertura significativa también hacen que sea mucho más difícil identificar y aislar un alto porcentaje de personas infectadas, nuevamente, un problema de números. En cierto punto, hay demasiados casos y contactos para tener la esperanza de rastrearlos.

La brecha con Europa proporciona argumentos a favor de que hayan más restricciones antes de que los estados sigan adelante con las rápidas reaperturas, y de hecho, algunos gobernadores están siguiendo el ejemplo.

En Texas, donde los casos están aumentando a un ritmo peligroso, el gobernador republicano Greg Abbott suspendió las reaperturas de negocios y ordenó el cierre de las tabernas.

Carolina del Norte también congeló sus esfuerzos de reapertura, al igual que Utah y Nevada. Y, por supuesto, está el ejemplo de Nueva York y Nueva Jersey, que esperaron hasta que sus empinadas curvas estuvieran controladas antes de comenzar los esfuerzos de reapertura. Ahora, incluso a medida que se reanudan las actividades en ambos estados, las tasas de nuevos casos son muy bajas.

El gráfico cuenta la historia: declarar la victoria demasiado cerca de la cima de la curva parece ser una excelente manera de regresar a nuevas alturas.