Los artesanos del Brexit invocan desde hace tiempo un acercamiento comercial de Reino Unido con Estados Unidos para compensar el divorcio con la Unión Europea (UE). Y para eso Donald Trump, con su desdén por el multilateralismo y las instituciones de Bruselas, parecía el socio perfecto.
Pero en enero, Reino Unido al mismo tiempo abandonará definitivamente el bloque de 27 países y deberá lidiar con un nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, que prioriza la UE y no comparte el espíritu aislacionista de los “brexiters”.
Biden, de origen irlandés y católico, ha advertido al primer ministro británico Boris Johnson contra toda acción que ponga en peligro la paz en Irlanda del Norte, especialmente un regreso a una frontera física con Irlanda, un país miembro de la UE.
Sobre ese punto, Londres logró un acuerdo con Bruselas incluso antes del acuerdo general posBrexit alcanzado el jueves, una señal, según analistas, de cierta influencia del triunfo electoral de Biden.
“Londres comprendió que un problema en la frontera norirlandesa habría sido absolutamente tóxico para las relación británico-estadounidense”, dijo Jacob Kirkegaard, del centro de análisis estadounidense German Marshall Fund.
El gobierno conservador de Johnson ha subrayado los puntos en los que comparte afinidad con Biden, incluyendo la lucha contra el cambio climático. La conferencia sobre el clima en noviembre, en Glasgow, Escocia, será la ocasión para resaltar la ambición común de los dos socios trasatlánticos.
Sobre Irán también, Londres y Washington deberían estar nuevamente en la misma página, tras cuatro años de desavenencias.
“En el papel, el Partido Conservador británico es más cercano al Partido Demócrata que al Partido Republicano de Donald Trump”, apunta Kirkegaard.
Los británicos también anunciaron un histórico aumento en el gasto militar, para intentar, según Kirkegaard, seguir estando al nivel de potencia como socios estratégicos de Estados Unidos, especialmente en medio de las tensiones con China. Pero el próximo mandatario estadounidense podría estar más atraído a la fuerza militar de la UE.
“La Gran Bretaña del Brexit ha tratado de hacerse relevante pero para Estados Unidos ya no es estrictamente necesario tenerla a su lado”, señala.
“Yo soy irlandés”
Biden se ha rodeado de antiguos asesores de Barack Obama que son reacios a olvidar que en el 2016 Johnson dijo, en línea con el pensamiento de la extrema derecha estadounidense, que el entonces presidente de Estados Unidos tenía una “antipatía ancestral” hacia Reino Unido por sus orígenes “kenianos”.
El presidente electo, que entrará el 20 de enero en la Casa Blanca, no vacila, por su lado, en resaltar sus orígenes irlandeses, aparentemente para desmarcarse de Reino Unido.
En un video que fue muy visto después de la elección, Biden le dice a un periodista de la BBC que intenta hacerle una pregunta: “¿La BBC? Yo soy irlandés”, antes de esbozar una sonrisa amigable.
“Hay claramente entre algunas personas del círculo de Biden un sentimiento de que el Brexit fue una decisión completamente errada y que Johnson ha sido muy cercano a Trump”, dice Erik Brattberg, director del programa europeo en el Carnegie Endowment for International Peace. “Piensan entonces que se necesita restarle un poco la importancia a la relación con Londres”.
Pero aclara que Biden reconoce la relación especial con Reino Unido y no desatenderá a este importante aliado como su antecesor lo hizo con otros líderes europeos, especialmente la alemana Angela Merkel.
“El estilo de Trump fue más fomentar divisiones en Europa, mientras que Biden buscará que su legado sea intentar sanar esas divisiones”, dice Brattberg.
Sin prioridad en comercio
Londres ha acelerado planes para sellar un acuerdo comercial con Estados Unidos para compensar el divorcio europeo, pero legisladores del partido Demócrata de Biden han advertido que toda negociación estaba fuera de la mesa mientras el asunto norirlandés no estuviera resuelto.
Pero incluso con el estatus de Irlanda del Norte por ahora resuelto, cualquier acuerdo podría ser muy impopular entre la opinión pública británica, debido a normas sobre bienestar animal menos exigentes en Estados Unidos para la carne, y precios probablemente más elevados para las medicinas.
Biden ha indicado que no dará prioridad a la firma de nuevos acuerdos comerciales, y sin la aprobación del Congreso, el 1 de julio perderá la posibilidad de recurrir a mecanismos para acelerar las negociaciones.
“Será muy difícil si no imposible para Estados Unidos llegar a un acuerdo con Reino Unido”, dice Jennifer Hillman, analista del Council on Foreign Relations, estimando que las negociaciones deberían para ello acabar en abril.