La inflación se sigue arraigando en la economía estadounidense, lo que cierra la puerta a las esperanzas de que la Reserva Federal reduzca las alzas de tasas de interés que amenazan con llevar al país, y quizás al mundo, a una recesión.
La inflación básica, que excluye los alimentos y la energía, se disparó a su nivel más alto en 40 años del 6.6% en septiembre con respecto al año anterior, superando las previsiones y provocando una caída en los mercados de bonos estadounidenses, ya que los inversionistas apuestan a que la Fed se verá obligada a realizar otros dos aumentos de 75 puntos básicos este año.
Esto representa un problema para una economía estadounidense que ya se ha desacelerado, ya que las alzas de precios se están comiendo los sueldos, mientras que el aumento de los costos de endeudamiento aplasta el mercado inmobiliario. El informe de inflación del jueves mostró la amplitud de las presiones de precios, con grandes incrementos en los costos de alimentos, vivienda y servicios médicos.
“No hay forma de que la Reserva Federal pueda contemplar un ‘pivote’ este año”, dijo en un informe Stephen Innes, socio gerente de SPI Asset Management. “Los efectos secundarios de la inflación se están sintiendo claramente en toda la economía”.
La inflación general de los precios al consumidor fue del 8.2% en septiembre, manteniéndose por encima del 8% por séptimo mes consecutivo, según la Oficina de Estadísticas Laborales. El costo de los alimentos aumentó más del 11% con respecto al año anterior, compensando la caída de los precios de la gasolina, mientras que los alquileres siguieron subiendo.
Biden siente la presión
Otro mes de aumentos de precios es lo último que el presidente Joe Biden quiere ver en este momento.
Mientras hace campaña para mantener las escasas mayorías en el Congreso en las elecciones de mitad de período que se celebran en menos de cuatro semanas, Biden ha albergado la esperanza de que el aumento de precios durante la pandemia se desvanezca pronto, incluso mientras advierte a los estadounidenses de que podrían enfrentar una “ligera recesión”.
Las cifras de precios al consumidor de septiembre, y la probable reacción de la Fed, no harán más que intensificar ese riesgo. Biden y su equipo económico dijeron el jueves que hay señales de progreso en los datos, y denunciaron que si los republicanos ganan el Congreso los costos subirían aún más.
La persistencia de la inflación estadounidense también es una mala noticia para el resto del mundo, que cada vez siente más el impacto de la batalla de la Fed para controlar los precios.
El rápido aumento de las tasas de EE.UU. —la Fed ya ha elevado su tasa de referencia al 3.25%, desde un nivel cercano a cero en marzo—, ha llevado al dólar a un máximo de dos décadas y ha obligado a otros bancos centrales a seguir el ritmo o arriesgarse a una mayor devaluación. “Todo el mundo tiene que seguir”, es como lo graficó Josep Borrell, el máximo diplomático de la Unión Europea.
Este ajuste sincronizado de la política en todos los países amenaza con llevar a la economía mundial a un caída en el 2023, advierte el Banco Mundial. Los países en desarrollo que se endeudaron en dólares son especialmente vulnerables, y muchos ya se encuentran en una crisis de deuda.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, que está recibiendo a los principales responsables de las políticas económicas del mundo en la reunión anual de la entidad crediticia que se celebra esta semana en Washington, dijo el jueves que la Reserva Federal no tiene más remedio que seguir combatiendo la inflación de forma agresiva. Advirtió que, como consecuencia, el mundo se enfrentará a un dólar más fuerte.
Los economistas de Barclays Plc elevaron su previsión de alzas de la Fed para diciembre y febrero a 75 y 50 puntos básicos respectivamente, y agregaron que el banco central tendrá que revertir el rumbo recortando las tasas a fines del próximo año.