Durante más de 20 años Cristian Nechuta tuvo negocios en Argentina, desde venta de flores en línea hasta artículos electrónicos. Llevaba una vida acomodada en Buenos Aires, pero no estaba feliz con la situación política y económica de su país.
Su descontento creció en 2019 con el regreso al poder del peronismo y decidió irse. Dos años después, en plena pandemia, se radicó legalmente junto a su familia en Estados Unidos adonde había comprado bienes raíces y abierto una empresa de asesoramiento para inversionistas extranjeros como él.
Nechuta es uno de los miles de latinoamericanos que cada año llegan a Estados Unidos con una visa de inversionista que les permite vivir legalmente en el país mientras demuestren que tienen un negocio rentable. En su mayoría, son familias acomodadas o de clase media que escapan de la criminalidad y la incertidumbre económica y política en sus países de origen y buscan tranquilidad para prosperar.
“Conseguí ‘the peace of mind’ (la tranquilidad) de no tener que levantarme pensando cómo está (la cotización de) el dólar”, dijo Nechuta, de 46 años, tras explicar que ya no sufre el impacto de los vaivenes de la economía argentina y que camina por la calle sin temor a que lo asalten.
“Soy consciente de que todo depende de nosotros, las reglas son claras acá y se respira una libertad de que hacés lo que querés”, agregó en una entrevista con The Associated Press.
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Desde hace años Latinoamérica experimenta una polarización política y la criminalidad es una constante en algunas ciudades. La pobreza aumentó en la región por sexto año consecutivo y actualmente alcanza a 200 millones de personas, mientras que la tasa de crecimiento apenas llegaría a 1,3% este año, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Ante este panorama, cientos de miles de personas emigran de sus países cada año en busca de un mejor porvenir. La gran mayoría intenta cruzar la frontera sur de Estados Unidos ilegalmente o pide asilo político. Los que tienen recursos económicos encuentran una vía legal a través de las inversiones.
Pero “siempre es un riesgo. Ningún abogado de inmigración puede garantizar la visa”, aseguró Roberto Ortiz, un letrado que asesora a inversionistas extranjeros. “Tienen que demostrar que el dinero es lícito, hacer una inversión activa en el negocio y luego pueden aplicar a la visa”.
Aunque la ley no estipula montos mínimos, los abogados recomiendan una inversión de más de US$ 150,000 dólares. Para solicitar la visa E2 deben ofrecer detalles de su plan de negocios y el estado de sus finanzas.
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La visa es temporal y por lo general se concede por un máximo de cinco años, aunque varía para cada persona y país. Si bien puede extenderse de manera indefinida, para renovarla los inversionistas deben volver a demostrar su plan de negocios.
Antes de solicitarla por primera vez algunos viajan a Estos Unidos como turistas para explorar las opciones de negocios. Una vez que concretan la inversión y tienen el negocio en marcha solicitan la visa desde sus países o desde otro lugar que no sea Estados Unidos.
Otros confían en las recomendaciones de especialistas y hacen todo el proceso desde sus países.
En 2022, las cifras disponibles más recientes, poco más de 1.700 sudamericanos llegaron a Estados Unidos con estas visas de inversión, la gran mayoría de ellos -casi 1.250- de Argentina.
Los mexicanos, sin embargo, superaron ese total, con casi 2.400 visas, de acuerdo con el Departamento de Estado. Bastante por detrás se ubicaron brasileños, colombianos y chilenos, con menos de 200 visas en cada caso.
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Claudia De Lourdes Aburto Luna y su esposo renunciaron a sus trabajos de contadora e ingeniero de control de gestión en Antofagasta, en el norte de Chile, rentaron su casa, vendieron los automóviles y compraron una franquicia de una peluquería de niños en una pequeña ciudad a poco más de una hora de Houston, en Texas.
Después de un proceso que les llevó más de un año entre elegir el negocio, comprarlo y obtener la visa, llegaron a Texas a comienzos de junio. Rentaron un apartamento y ya ubicaron a sus dos hijos en una escuela pública mientras exploran el área en busca de una casa para comprar.
Aunque no tienen familiares ni amigos en Estados Unidos, se sienten felices por la decisión que tomaron. “Para nosotros era muy importante estar acá con un estatus legal y poder seguir trabajando y generando ingresos mientras acompañamos a nuestros hijos”, dijo Aburto Luna, de 42 años. “Invertir aquí es mucho más seguro, era una muy buena opción”.
Si bien no es la única opción para invertir, la visa E2 es más accesible para los empresarios de clase media. Otra opción es la visa EB5, que requiere una inversión mínima de US$ 800,000 y ofrece un camino a la residencia permanente.
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“La visa E2 es la que más se está usando en los últimos años”, explicó el abogado Ortiz. “La otra requiere una inversión mucho más grande, es para personas con más dinero y otra mentalidad” de convertirse en residentes permanentes en Estados Unidos, dijo.
La gran mayoría de los inversionistas prefiere vivir en la Florida, donde existe una numerosa comunidad hispana, pero también hay quienes eligen Texas, Nueva Jersey o Georgia, entre otros estados.
Lo más común es que inviertan en franquicias existentes, aunque los que ya tienen experiencia en comercios en sus países prefieren abrir un negocio del mismo rubro en Estados Unidos, como una carpintería o una panadería.
Para el mexicano Sergio Moya De La Lanza la inversión junto a su socio argentino Nechuta representó la posibilidad de seguir trabajando y generando ingresos en un ambiente previsible.
Después de más de 30 años en el área de informática y comunicaciones de empresas multinacionales, aceptó jubilarse a cambio de una compensación al inicio de la pandemia y de inmediato pensó en hacer algo para seguir ocupado. Descartó invertir en su país por la inseguridad y el temor a las extorsiones y dirigió su mirada hacia el norte.
Pidió asesoramiento a Nechuta y juntos compraron una franquicia de reciclaje de aceite de cocinas comerciales que le permitió conseguir una visa de inversión para él y su esposa. Con la empresa ya en marcha, llegaron a Miami en octubre de 2022 habiendo comprado una casa con antelación.
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Por su condición de extranjero sin un historial crediticio ni laboral previo, el proceso fue más exigente y tuvo pagar una tasa de interés mayor. Su vivienda en Metepec, a unos 55 kilómetros al sudoeste de la Ciudad de México, aún está a la venta.
La empresa que compraron pasó de tener un empleado a cinco en menos de un año y entre sus clientes hay hospitales, restaurantes y clubes deportivos.
“Quería mantenerme activo y desarrollar un negocio propio”, dijo Moya De La Lanza, de 58 años. “No me veo viviendo aquí para siempre”.
Para Nechuta, su socio, emigrar no sólo era una cuestión económica sino también de valores. El argentino quería que sus dos hijos, que ahora tienen 10 y 12 años, crecieran en un ambiente seguro, donde se valorara el esfuerzo y el trabajo.
Su primer paso fue asegurar su capital y en 2018 compró propiedades en el área de Detroit, Michigan. La pandemia aceleró su decisión de mudarse después de que tuvo que cerrar su negocio de venta de electrónicos.
Desde Argentina creó un grupo en Facebook para gente interesada en visas de inversión, el cimiento de su actual compañía de asesoramiento LatinVisas. También abrió una consultoría de impuestos e invirtió unos US$ 390,000 con Moya De La Lanza en la franquicia de reciclaje de aceite.
Vendió sus dos automóviles, regaló muebles y puso su casa de Buenos Aires en venta. Desde enero de 2021 vive en el sur de Florida, donde después de un año compró su propia vivienda.
“Aquí mi preocupación es el día a día de mis hijos y poder trabajar para que me vaya bien”, aseguró Nechuta.
Fuente: AP
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