En un intento por aliviar la presión sobre el suministro mundial de energía, Estados Unidos inició conversaciones con el Gobierno del líder venezolano Nicolás Maduro, que podrían conducir al levantamiento de algunas sanciones contra su régimen. Esto sería un golpe para la oposición venezolana y su deseo de ver a Maduro fuera del poder. De todos modos, Estados Unidos debería seguir adelante.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela es un paso necesario para aprovechar su inmenso potencial energético. También podría abrir una brecha entre Venezuela y su principal patrocinador, Rusia.
Cualquier medida destinada a suavizar las sanciones estadounidenses contra Caracas enfrentará una dura resistencia política de los legisladores de ambos partidos, que ya han criticado al presidente Joe Biden por entablar conversaciones con Maduro.
Sin embargo, una política realista que haga hincapié en una reforma política gradual, en lugar de la esperanza ilusoria de un cambio de régimen, no solo promovería los intereses estratégicos de Estados Unidos, sino también las aspiraciones de los propios venezolanos.
Aunque todavía está en sus primeras etapas, la apertura de Biden a Caracas representa un cambio significativo. Desde que acusó a Maduro de robar las elecciones presidenciales de 2018, Estados Unidos ha reconocido al líder opositor Juan Guaidó como líder del país. El expresidente Donald Trump impuso sanciones a Maduro, su familia y gran parte de su círculo íntimo, y bloqueó las compras a la estatal Petróleos de Venezuela SA. En los últimos años, el peso de las sanciones, la corrupción del Gobierno y la pandemia han agravado una crisis humanitaria que ha llevado a 6 millones de venezolanos a huir del país.
Sin embargo, hay pocas señales de que esta campaña de “máxima presión” haya debilitado el control de Maduro sobre el poder. Maduro ha aprovechado las divisiones dentro de la oposición para consolidar el control sobre el Poder judicial, los servicios de seguridad y el sistema electoral del país. También ha perseguido una asociación estratégica con Rusia, que ha proporcionado al régimen material militar, ingresos por la venta de petróleo e inversiones en el sector energético del país, a cambio de permitir que Rusia despliegue buques de guerra con capacidad nuclear en los puertos venezolanos.
Pero ahora, ese acuerdo podría estar en peligro: las sanciones impuestas por Occidente al Kremlin por su invasión a Ucrania han dejado al Gobierno de Maduro sin poder acceder a los fondos depositados en bancos rusos. Esto ofrece una oportunidad a Estados Unidos
A cambio de que Venezuela suspenda su cooperación militar con Rusia, el Gobierno de Biden debería levantar algunas sanciones contra Caracas para permitir que el país importe equipos para mejorar las instalaciones de producción y reanudar la venta de petróleo a Estados Unidos A corto plazo, la adición de oferta venezolana tendrá un impacto insignificante en los precios mundiales del crudo, que ya han comenzado a caer.
En una hipótesis optimista, Venezuela podría aumentar su producción hasta 1.5 millones de barriles diarios para fin de año si se suavizan las restricciones, casi el doble de su producción actual. Incluso un incremento más modesto de la oferta ayudaría a las refinerías estadounidenses a compensar la pérdida de importaciones de petróleo ruso y podría limitar alzas a corto plazo de los precios al consumidor de la gasolina.
Biden debería tener claro el riesgo moral de hacer negocios con un líder autoritario como Maduro. Cualquier otro paso hacia la normalización debería estar condicionado a la voluntad de Venezuela de acelerar las reformas económicas orientadas al mercado y continuar las negociaciones con la oposición para permitir mayores libertades políticas.
Estados Unidos debería insistir en que el Gobierno libere a los presos políticos y persiga los abusos contra los derechos humanos. Aunque la Unión Europea ya no reconoce a Guaidó como presidente de Venezuela, Estados Unidos debería seguir haciéndolo hasta que Maduro se comprometa con un calendario para celebrar elecciones presidenciales libres y supervisadas por observadores internacionales.
Derrocar a Maduro era un objetivo justificable en un momento de relativa estabilidad, pero el entorno estratégico cambió. Por muy desagradable que sea, comprometerse con el régimen venezolano es fundamental para proteger los intereses fundamentales de Estados Unidos y contener la influencia rusa en el hemisferio occidental. Biden debería aspirar a una política que equilibre las necesidades económicas y de seguridad con un compromiso con los valores democráticos, y proporcionar un camino hacia una relación más productiva con Venezuela y su pueblo que tanto ha sufrido.