En el 2015, el ingeniero cubano Roberto de la Yglesia tomó a su hijo adolescente y se fue a probar suerte a Estados Unidos. Su esposa Danmara y sus dos niñas se quedaron en la ciudad de Cienfuegos. Iba a ser un pequeño sacrificio para el bienestar económico futuro.
Según calcularon -tras acogerse a un programa legal de reunificación- en 36 meses estarían todos juntos. Pero han pasado siete años y la familia sigue atrapada en una telaraña burocrática que empeoró en el 2017 con el endurecimiento de las sanciones contra la isla por parte del presidente Donald Trump.
Recientemente su sucesor, Joe Biden, anunció que retomaría el programa de reunificación familiar como parte de una política para evitar que la población cubana sufra el impacto del endurecimiento de las restricciones aplicadas por Trump.
La pareja no pierde la esperanza, pero tampoco se hace ilusiones luego de la larga separación involuntaria y de que la administración de Biden, más allá del anuncio, no pusiera un plazo concreto para tramitar miles de casos como el suyo.
“Mi vida está en pausa”, dijo entre lágrimas Danmara sentada en el sofá de la sala en su casa de Cienfuegos -a unos 300 kilómetros de la capital-, rodeada de fotografías de la familia en los pocos momentos que estuvo unida. Atenta la escuchaba su hija Claudia, de 21 años, mientras esperaban el regreso de la escuela de Alice.
“Mi día a día es estar pendiente a esto (su móvil). Ver a mi hijo, ver a mi esposo. Revisar la página de la embajada (de Estados Unidos)”, agregó la mujer, una contadora de 48 años que llegó a ser la jefa económica de una empresa. “Levantarme por la mañana y mirar el teléfono, ‘tendré entrevista, no tendré entrevista’”.
Danmara y sus hijas debieron recibir atención psicológica. Su hijo mayor, llamado Roberto como su padre, ya tiene 26 años y en este tiempo le ha dado dos nietos.
Unas 22,000 solicitudes de reunificación familiar con los trámites completos quedaron prácticamente paralizadas en el 2017 cuando Trump retiró al personal diplomático de la isla, lo que obligó a muchos cubanos a viajar a la sede en Guyana cuando eran citados para cualquier tipo de trámite.
El argumento del mandatario fue garantizar la seguridad de los diplomáticos luego de unos extraños incidentes de salud que cinco años después no han sido esclarecidos.
Pero la familia de Danmara ni siquiera ha sido llamada. Roberto, un ingeniero mecánico de 53 años que se asentó en Nueva Jersey, recibió por octava vez esta semana un correo de las autoridades migratorias de Estados Unidos en el cual le informaron que debe esperar a ser citado para resolver su caso.
Tal como lo establece la ley para los cubanos, un año después de haber llegado al vecino país Roberto presentó la solicitud para la reunificación con su esposa y sus dos hijas -Alice tenía poco más de un año y Claudia era una adolescente-. En el 2017 se determinó que calificaban para el programa y en enero del 2020 se completó el expediente con todas las tasas pagas. Y entonces llegó la pandemia de COVID-19.
“Siento que estoy a la deriva. No estoy sentada sobre nada y voy haciendo lo que va saliendo y sobre todo ahora que tuve que dejar la carrera (de medicina), porque al final tenía una desmotivación horrible. Hemos esperado tanto tiempo que estoy como resignada”, comentó Claudia.
“Trato de no emocionarme demasiado”, agregó levantando los hombros cuando se le preguntó si luego del anuncio de Biden se sentía más animada.
Las sanciones impuestas a Cuba para presionar un cambio de modelo político hace seis décadas tuvieron una importante flexibilización durante el segundo mandato de Barack Obama (2009-2017), quien reconoció la inutilidad de la hostilidad.
Sin embargo, el giro de Trump fue tan radical que dispuso más de 200 medidas, desde la prohibición de cruceros, las limitaciones para viajar, la persecución de barcos con petróleo que abastecían a la isla y una dura retórica.
Como el impacto recayó sobre la población -en forma de crisis económica y desabastecimiento- y no cumplió su objetivo político, Biden anunció ahora que incrementará los vuelos, permitirá a pequeños empresarios el acceso al comercio electrónico y el envío de remesas, además de retomar el programa de reunificación de los parientes cercanos.
Mientras el programa estuvo suspendido algunas familias, hartas de esperar, decidieron tratar de llegar ilegalmente a la frontera con Estados Unidos, alimentando un récord migratorio que creció a la par de la crisis en la isla.
Según la Oficina de Aduanas de Estados Unidos en los primeros seis meses de este periodo fiscal se produjeron 79,800 detenciones fronterizas de cubanos, un poco más del doble de todo el año fiscal 2021 y cinco veces más que en el 2020.
Los migrantes suelen iniciar la riesgosa travesía al norte a través de Nicaragua, país que no pide visa a los cubanos y donde quedan a merced de los traficantes de personas. Reiteradamente se reportan muertes, secuestros y ataques en el camino.
Frente a la casa de Danmara en Cienfuegos vive Natacha González, una jubilada de 61 años que tiene a su cargo a sus dos nietos luego de que la madre, Yanelis, se fuera a vivir a Estados Unidos. Su expediente de reunificación también inició en el 2017 y en el 2020 obtuvo el visto bueno para que los hijos puedan viajar. Hasta ahora tampoco han sido convocados.
“Puedo hablar en nombre de todos los padres y madres que estamos en este país sacrificándonos para que haya una migración correcta de nuestros familiares”, dijo Yanelis, de 43 años, desde Florida, donde reside, mientras su madre sostenía el teléfono celular.
“Me siento sin oxígeno... Llevo años en esto y no es justo que sigamos en esta espera”, agregó. “No voy a meter a mis hijos a una migración por fronteras a donde voy a perderlos. Quiero hacer las cosas bien”.