Otrora líder del mercado mundial del azúcar, Cuba está lejos de recuperar los fecundos volúmenes de producción de otros tiempos en una industria considerada la locomotora económica del país pero que no logra despegar desde su desplome en la década de 1990.
De los 156 centrales operativos antes de 1959 quedan 56, y solo 38 de ellos están moliendo en la cosecha 2020-2021. Y los 5.6 millones de toneladas de azúcar recolectados en el año del triunfo de la Revolución, o los siete y hasta ocho millones en las mejores temporadas entre 1970 y 1989, se han reducido a poco más de un millón proyectado para la actual zafra.
La emblemática industria azucarera cubana se ha visto afectada en las últimas seis décadas por el embargo financiero y comercial de Estados Unidos con pérdidas de unos US$ 125,000 millones -según estimaciones de La Habana- y la imposibilidad de acceder al mercado del país norteamericano.
A ello se suman la obsolescencia tecnológica, falta de fertilizantes y combustibles, baja disponibilidad financiera y otros factores que frenan el desarrollo de este sector estratégico por su aporte de divisas con las exportaciones de azúcar, alcohol (sobre todo ron), energía y otros derivados.
Esto provoca la paralización frecuente de la producción en los centrales y la baja calidad de la materia prima, fundamental en un cultivo de ciclo largo.
De las fábricas que aún funcionan muchas lo hacen con el empuje, la “inventiva” y el sentido de pertenencia de sus propios trabajadores, como el central Boris Luis Santa Coloma (antes San Antonio), 53 kilómetros al este de La Habana.
Para importar azúcar, insumos o piezas Cuba debe sortear la persecución financiera por el embargo, indicó el vicepresidente primero del grupo estatal Azcuba, José Carlos Santos.
A ello se suma el impacto de huracanes como el Irma que cortaron el ligero crecimiento experimentado en el 2011, tras sufrir en el 2010 la peor cosecha en 105 años con apenas un millón de toneladas.
Ese huracán arrasó en el 2017 más de 430,000 hectáreas de caña y dejó una veintena de fábricas con techos rotos y estructuras deterioradas.
Como consecuencia, se dejaron de producir 700,000 toneladas de azúcar desde el 2017, aseguró Santos en un encuentro con la prensa.
Tampoco se llegará al objetivo de 1.2 millones de toneladas en la actual molienda iniciada en diciembre y que debió concluir a finales de abril pero se alargará, señaló el directivo, hasta que las lluvias de mayo lo permitan.
La dulce nacionalización
El azúcar, traído por los conquistadores españoles en 1493, abarcaba el 80% de las exportaciones cubanas en los años 1950 y su principal mercado era Estados Unidos, que se reservaba una cuota preferencial.
A finales de la década de los cincuenta existían en Cuba 161 centrales azucareros, de los cuales 131 eran propiedad de cubanos acaudalados y acumulaban el 60% de la producción, en comparación con el 37% de empresarios estadounidenses.
Al triunfo de la Revolución cubana en 1959 se nacionalizaron las plantaciones azucareras, aunque en un principio los ingenios siguieron en manos de sus propietarios. El objetivo era diversificar una economía enfocada en el monocultivo y acabar con la dependencia del comprador estadounidense.
La producción de la zafra de 1959-1960 alcanzó las 5.6 millones de toneladas de azúcar.
En 1960 Cuba realizó la última exportación azucarera a Estados Unidos, de 1.9 millones de toneladas. Washington suspendió el beneficio de la cuota preferencial, una de sus primeras sanciones económicas a la isla.
Cuba nacionalizó ese mismo año las fábricas de azúcar, así como los ingenios de propiedad estadounidense, y la Unión Soviética se comprometió a comprar un porcentaje mayor de la cosecha cubana anual hasta 1970.
EE.UU. respondió con la conocida como Ley Puñal, que autorizó al entonces presidente Dwight Eisenhower a suprimir la cuota azucarera cubana el resto de ese año.
Esa acción se considera el origen de la política estadounidense (vigente hasta hoy) de bloquear la entrada de divisas para estancar la economía cubana, dependiente del azúcar.
Los diez millones
Ante las restricciones estadounidenses, la Unión Soviética asumió la cuota norteamericana del azúcar cubano a precios preferenciales y comenzó a exportar a la isla maquinaria agrícola y otros insumos.
El entonces presidente Fidel Castro anunció en 1970 el ambicioso plan de producir diez millones de toneladas de azúcar, apelando al orgullo nacional y también a los precios en el mercado mundial.
Aunque no se alcanzó la meta de la zafra 1970-1971 -solo produjo 8.5 millones de toneladas- al final de la década la cosecha 1980-1981 llegó a 7.4 millones y diez años después, la de 1988-1989 fue de 8.1 millones de toneladas.
Drástica caída
La desintegración de la URSS en 1991 dejó a Cuba sin su mercado principal, lo que desencadenó la grave crisis del “período especial”.
Cinco años después la zafra cayó a 4.3 millones de toneladas y entró en vigor la ley estadounidense Helms-Burton, que reforzó el embargo y comenzó a penalizar a terceros que invirtieran en propiedades confiscadas en la isla, incluyendo la industria azucarera.
La solución fue reducir costos y capacidad de producción y destinar las tierras a otros cultivos, en plena caída del precio del azúcar a nivel mundial.
En el 2002 Fidel Castro anunció una “reestructuración” de la industria azucarera con el cierre del 70% de los ingenios, lo que redujo a la mitad la capacidad de producción, y un 60% de las tierras de la caña se destinó a otros cultivos por su baja rentabilidad.
Esa metamorfosis incluyó la creación del grupo empresarial de la agroindustria azucarera (Azcuba) que relevó al Ministerio del Azúcar al frente del sector para elevar la eficiencia de la industria.
Sin embargo, tras la subida de los precios en el mercado mundial en el 2006 las máximas autoridades de la isla adoptaron la estrategia de “fabricar más azúcar”, recordando la etapa en la que este producto era la columna vertebral de la economía cubana.