La pandemia de coronavirus ha sumido la economía de la eurozona en la recesión más profunda registrada en el segundo trimestre, llevando la producción a niveles no vistos desde principios del 2005.
Si bien los indicadores muestran que un rebote ya está en marcha, la caída de 12.1% en la región de 19 miembros y las crecientes preocupaciones sobre un nuevo brote de infecciones apuntan a una larga recuperación que podría dejar cicatrices duraderas.
España recibió el mayor golpe, con una desaceleración de 18.5%, aunque la economía francesa e italiana también tuvieron contracciones de dos dígitos. Las contracciones reflejan el efecto de estrictas medidas de cuarentena en las empresas y el gasto de los consumidores, y una caída del turismo en algunos países.
La crisis sanitaria fue más severa en los países miembro menos resistentes a nivel económico de la región, dejándolos con poca potencia para apoyar a hogares y empresas. Eso obligó a líderes de la Unión Europea a superar diferencias de larga data sobre préstamos conjuntos y acordar este mes un histórico fondo de rescate de 750,000 millones de euros (US$ 889,000 millones).
Los Gobiernos nacionales ya han estirado sus presupuestos para hacer frente a la crisis, y el Banco Central Europeo lanzó un programa de emergencia de bonos por 1.35 billones de euros para contener el impacto económico.
“No creo que nadie realmente debiera pensar que los niveles del PBI para fines del 2021 volverán a los niveles anteriores a la crisis”, comentó Erik Nielsen, economista jefe de UniCredit Group, a Francine Lacqua y Tom Keene, de Bloomberg TV. “La política monetaria mantendrá el acelerador a fondo”.
Las medidas del BCE han sido dirigidas especialmente al sur de Europa luego de que los rendimientos de los bonos en Italia se dispararan a inicios de la crisis debido a preocupaciones de los inversionistas sobre la parálisis que un enorme gasto en salud podría generar en las finanzas ya débiles del país.
Si bien la depresión del segundo trimestre de la economía italiana fue menor que la de España o Francia, se encuentra en una posición particularmente vulnerable debido a la carga de la deuda y al lento crecimiento a largo plazo.
En general, el repunte en Europa está amenazado por un aumento en nuevos brotes que están surgiendo en todo el mundo. Los Gobiernos se han mostrado reacios a imponer estrictas cuarentenas nacionales, pero las economías podrían sufrir de todos modos si el miedo a la infección altera el comportamiento del consumidor o impide que la gente vaya a tiendas, bares y restaurantes.
En este sentido, países como Italia, España y Grecia, todos con grandes sectores turísticos, quedan en el foco de atención. La mala temporada de verano de España empeoró aún más cuando el Reino Unido anunció el pasado fin de semana que los turistas que regresan de España tendrían que someterse a cuarentena debido a un aumento en los casos de coronavirus en algunas regiones.
El otro riesgo importante es el daño a largo plazo en el mercado laboral. Los programas de apoyo del Gobierno en Europa impidieron el aumento del desempleo, al igual que en Estados Unidos, pero es posible que solo pospongan —y no eviten— devastadores despidos.
Ante perspectivas tan inciertas, algunos esperan que el BCE aumente nuevamente su programa de compra de bonos antes de fin de año para reactivar el crecimiento y acercar la inflación a su meta de poco menos de 2%. Datos del viernes mostraron que los precios al consumidor de la eurozona subieron 0.4% en julio.
El desempleo en la eurozona ya está aumentando, a medida que empresas de todo el continente responden a una demanda débil y a un contexto global radicalmente cambiado, particularmente para viajes y turismo.
Las aerolíneas han anunciado miles de recortes de empleos, y Airbus SE, de Francia, podría eliminar 11% de su nómina global. Sus planes para reducir la plantilla en España, donde el desempleo ya es alto, provocó manifestaciones.
Datos y encuestas de alta frecuencia muestran que la actividad se ha recuperado desde su punto más bajo en abril y mayo. Sin embargo, la sostenibilidad de eso está en duda, particularmente en medio de la creciente preocupación por nuevos brotes de virus.
Alemania, donde la economía se contrajo 10% en el segundo trimestre, ya alertó sobre el aumento de las tasas de infección.