Los antieuropeos tomaron después el control del ejecutivo, con la llegada al poder de Johnson a finales de julio, dejando a los moderados de lado y determinados a hacer oír su voz.
Los antieuropeos tomaron después el control del ejecutivo, con la llegada al poder de Johnson a finales de julio, dejando a los moderados de lado y determinados a hacer oír su voz.

El Partido Conservador británico está más desgarrado que nunca tras la exclusión de 21 diputados, entre ellos el nieto de Winston Churchill, que se opusieron al gobierno sobre el , una medida sin precedentes en décadas de divisiones internas sobre la Unión Europea.

El primer ministro conservador los había amenazado con la expulsión, pero aún así se aliaron con la oposición para intentar impedir su proyecto de sacar al de la UE el 31 de octubre, incluso si no hay un acuerdo con Bruselas para amortiguar el golpe.

La sanción es dura teniendo en cuenta que muchos de ellos figuran entre los pesos pesados de un partido casi bicentenario: Philip Hammond -hasta hace poco ministro de Finanzas-, Ken Clarke -uno de los decanos del parlamento, que fue ministro de Margaret Thatcher, John Major y David Cameron- o Nicholas Soames, nieto del difunto primer ministro Churchill, héroe de los conservadores británicos reverenciado por Johnson.

“Que tal grupo de personalidades se rebele y sea expulsado del partido no tiene precedentes”, dice a la AFP Oliver Patel, director del Instituto Europeo de la University College London.

Purga “norcoreana

Esta purga provocó conmoción incluso en el seno de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro en Londres, donde un consejero citado por la web Politico la calificó como “algo procedente de Corea del Norte”.

No obstante, el Partido Conservador ha estado marcado durante décadas por las luchas intestinas sobre la relación que el Reino Unido debía mantener con la UE, entre los defensores del proyecto europeo y los eurófobos.

Estas divisiones contribuyeron a la dimisión de la primera ministra euroescéptica Margaret Thatcher, en 1990, y costaron el puesto a dos jefes de gobierno en los últimos cuatro años: David Cameron y Theresa May.

Fue precisamente para intentar acallar la división que Cameron, temeroso del avance del partido eurófobo UKIP, convocó un referéndum sobre la UE en 2016. Pero su resultado, una victoria del Brexit por 52%, profundizó el desgarro.

Por su parte, May había intentado construir puentes entre pro y antieuropeos antes de tirar la toalla frente a la rebelión de los más acérrimos defensores del Brexit, entre ellos Johnson, quien votó dos veces contra su acuerdo de divorcio con Bruselas.

Combate de toda una vida

Los antieuropeos tomaron después el control del ejecutivo, con la llegada al poder de Johnson a finales de julio, dejando a los moderados de lado y determinados a hacer oír su voz.

“Voy a defender a mi partido contra (...) la gente en este gobierno que no se preocupa por el futuro del Partido Conservador”, prometió Philip Hammond, hablando de su “combate de toda una vida”.

El ex secretario de Estado Philip Lee, quien hizo una espectacular defección el martes en pleno discurso del primer ministro en el parlamento, haciéndole perder su ajustadísima mayoría, lamentó en su carta de dimisión que el partido ya no sea la “amplia parroquia política” que lo había atraído en su juventud.

“Desgraciadamente, el proceso del Brexit contribuyó a transformar lo que un día fue un gran partido en algo que parece una facción estrecha”, afirmó.

Ken Clarke dijo ignorar, a la BBC, si volvería a votar por los conservadores en las próximas elecciones. “Soy un conservador, por supuesto, pero no me reconozco en este líder”, explica.

Aunque todavía no se juega su supervivencia, al Partido Conservador le cuesta recuperarse de estas heridas, considera Patel. “Cualquiera que sea la opción elegida -Brexit con acuerdo, sin acuerdo o anulación del Brexit- una gran parte de los conservadores se opondrá”, vaticina.

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