Cuando el presidente ruso Vladimir Putin invadió Ucrania el 24 de febrero, muchos esperaban una victoria rápida de Moscú.
Seis meses después, el mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en una guerra de desgaste. La ofensiva rusa se ha estancado en gran medida y las fuerzas ucranianas han aumentado sus ataques contra instalaciones cruciales detrás de las líneas del frente, incluso en Crimea.
He aquí un vistazo a la situación actual:
Ofensiva relámpago frustrada
Cuando Putin proclamó el inicio de la “operación militar especial”, exhortó a las fuerzas armadas de Ucrania a que se volvieran contra el gobierno de Kiev, lo que reflejaba la creencia del Kremlin de que la población daría la bienvenida a los invasores. Algunos soldados rusos que llegaron desde Bielorrusia —aliada de Moscú—, a sólo 200 kilómetros (unas 125 millas) al norte de la capital, supuestamente llevaban uniformes de gala con ellos como parte de los preparativos para una victoria rápida.
Esas esperanzas se vieron frustradas pronto por la resistencia ucraniana, apoyada con armas de Occidente.
Las fuerzas aerotransportadas rusas enviadas a capturar aeródromos en los alrededores de Kiev sufrieron fuertes pérdidas, y las largas columnas de vehículos blindados que avanzaban por la principal carretera que conduce a la capital fueron atacadas por Ucrania con artillería.
A pesar de los numerosos ataques contra las bases aéreas y sistemas de defensa antiaérea de Ucrania, la fuerza aérea rusa no logró hacerse del control total de los cielos y tuvo enormes pérdidas, lo que limitó su capacidad para apoyar a los contingentes terrestres.
Cuando había trascurrido un mes del conflicto, Moscú retiró a sus efectivos de las zonas próximas a Kiev, Járkiv, Cherníhiv y otras ciudades, en un reconocimiento tácito del fracaso de su ofensiva relámpago.
Cambios en el campo de batalla
El Kremlin se concentró entonces en el Donbás, el corazón industrial en el este de Ucrania, donde separatistas respaldados por Moscú habían estado combatiendo a las fuerzas gubernamentales desde 2014, después de que Rusia se anexara la península de Crimea.
Apoyándose en su enorme ventaja en artillería, las fuerzas rusas avanzaron lentamente en medio de fuertes combates que devastaron la región. El estratégico puerto de Mariúpol (en el mar de Azov), que se volvió un símbolo de la resistencia ucraniana, cayó en mayo tras un sitio de casi tres meses en el que la ciudad fue reducida a ruinas.
Más de 2,400 defensores de Mariúpol que se habían atrincherado en la planta siderúrgica de Azovstal se rindieron y fueron hechos prisioneros. Al menos 53 de ellos murieron el mes pasado debido a una explosión en una cárcel en el este de Ucrania, incidente del que Moscú y Kiev se culparon mutuamente.
Los rusos han tomado control de toda la región de Luhansk, una de las dos provincias que conforman el Donbás, y también se apoderaron de más de la mitad de la segunda: Donetsk.
Rusia ocupa actualmente alrededor de 20% del territorio de Ucrania.
“Putin tratará de tomar territorio ucraniano parte por parte para fortalecer su posición de negociación”, dijo Mykola Sunhurovskyi, analista militar del Centro de Estudios Razumkov, con sede en Kiev. “Su mensaje a Ucrania es: si no se sientan a negociar ahora, las cosas se pondrán peor y les quitaremos más territorio y mataremos a más de su gente. Está intentando elevar la presión al gobierno ucraniano, no sólo a nivel externo, sino también interno”.
La ofensiva en el Donbás ha perdido ímpetu debido a que Moscú se ha visto obligado a reubicar algunos de sus efectivos en zonas ocupadas por Rusia en el sur para repeler alguna posible contraofensiva ucraniana.
Al principio del conflicto, las fuerzas rusas tomaron la región de Jersón, al norte de Crimea, y parte de la región vecina de Zaporiyia. Rusia instaló una administración pro-Moscú en la zona, introdujo su moneda, entregó pasaportes rusos e inició preparativos para realizar referendos que allanarían el camino para una anexión.
Sin embargo, las fuerzas ucranianas recuperaron en fecha reciente algo de terreno, y atacaron puentes y depósitos de municiones. Mientras tanto, ambas partes han intercambiado acusaciones de atacar con artillería la planta nucleoeléctrica de Zaporiyia, que está ocupada por Rusia, lo que ha aumentado los temores de un desastre atómico.
“Ucrania ha obligado a Rusia a efectuar un redespliegue de fuerzas a gran escala y a distribuirlas en toda la línea del frente, desde Járkiv hasta Jersón”, señaló el experto militar ucraniano Oleh Zhdanov. “Es muy difícil extenderlas en una distancia tan grande”.
Aunque Kiev carece de suficientes armas para lanzar una gran contraofensiva, “el tiempo juega a favor de Ucrania”, afirmó. “Entre más dure la pausa, más armas recibirá Ucrania de sus aliados”.
Triunfos ucranianos
Las armas occidentales, como los lanzacohetes HIMARS de fabricación estadounidense, han incrementado la capacidad de combate de Ucrania al permitirle atacar con precisión e impunidad depósitos de municiones, puentes y otras instalaciones clave de Rusia.
En una importante victoria simbólica en abril, el buque insignia de la flota rusa en el Mar Negro, el crucero Moskva, estalló y se hundió después de que supuestamente fue alcanzado por un misil ucraniano. Fue un duro golpe al orgullo de Rusia y la obligó a limitar sus operaciones navales.
Otra gran victoria ucraniana se registró cuando las fuerzas rusas se retiraron de la estratégica Isla de las Serpientes, ubicada cerca de Odesa, debido a los incesantes ataques ucranianos. El repliegue redujo el peligro de un ataque ruso por mar contra Odesa, lo que contribuyó a negociar un acuerdo para reanudar las exportaciones ucranianas de cereales.
Rusia sufrió un nuevo golpe este mes con una serie de explosiones en una base aérea y un depósito de municiones en Crimea. Aunque Kiev no se atribuyó los estallidos, no existe duda de que tuvo participación. Los rusos atribuyeron una de las explosiones a un acto de sabotaje y otra a un presunto manejo inseguro de municiones, explicación que fue ridiculizada por Ucrania.
Las explosiones, a las que siguieron ataques con drones, dejaron de manifiesto la vulnerabilidad de Crimea, que tiene valor simbólico para Rusia y es clave para sostener sus operaciones en el sur. Los estallidos mostraron la capacidad de las fuerzas ucranianas de atacar más allá del frente, y funcionarios ucranianos advierten que el puente de Crimea, el más largo de Europa con 19 kilómetros (12 millas), podría ser el siguiente objetivo.
Vidas perdidas e interrumpidas
Tanto Rusia como Ucrania se centran principalmente en las bajas que se infligen una a la otra y evitan mencionar sus propias pérdidas.
Pero el jefe de las fuerzas armadas de Ucrania, el general Valerii Zaluzhnyi, dijo el lunes que casi 9,000 soldados ucranianos han muerto en acción.
La última vez que el Ministerio de Defensa de Rusia informó sus bajas fue el 25 de marzo, cuando se había cumplido un mes de guerra. En ese entonces reportó 1,351 soldados muertos y 3,825 heridos.
Occidente calcula que hay entre 15,000 y 20,000 soldados rusos muertos, que rebasan los que la Unión Soviética perdió durante sus 10 años de guerra en Afganistán.
El Pentágono dijo la semana pasada que Rusia suma entre 70,000 y 80,000 soldados muertos o heridos en acción, pérdidas que han erosionado la capacidad de Moscú de lanzar grandes ofensivas.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha registrado más de 5,500 muertes de civiles en la guerra, aunque subrayó que la cifra real podría ser considerablemente mayor.
La invasión ha creado la crisis de refugiados más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La agencia de la ONU para los refugiados afirma que una tercera parte de los ucranianos han huido de sus hogares, de los que más de 6.6 millones se han desplazado dentro del país y otros 6.6 millones han huido a otras partes del continente.
¿Qué sigue?
El resultado de la guerra dependerá de la capacidad de Rusia y de Ucrania para reunir recursos adicionales.
Aunque Ucrania ha efectuado una movilización y proclamado su objetivo de formar una fuerza militar de 1 millón de efectivos, Rusia ha seguido dependiendo de un contingente limitado de voluntarios, una estrategia que refleja los temores del Kremlin de que una movilización a gran escala podría avivar el descontento y desestabilizar al país.
Moscú ha optado por medidas temporales y a medias que son incapaces de cubrir las necesidades de ofensivas a gran escala, como alentar a la gente a que se enrole en el ejército, usar contratistas como Wagner Group e incluso reclutar a presidiarios.
“A menos que Rusia movilice a su población y movilice a su industria, no puede aprovechar todo el peso de la gente ni de la industria para crear una fuerza mucho mayor y más efectiva, y por lo tanto, tendrá que considerar cómo habrá de conservar lo que ha capturado”, dijo el general británico retirado Richard Barrons.
Por su parte, Ucrania carece de los recursos para recuperar rápidamente su territorio, y Barrons calcula que podría tomarle hasta el año entrante reunir una fuerza capaz de expulsar a los rusos.
“Sólo puede hacerlo si Occidente aporta voluntad política, dinero a un ritmo de 5,000 millones a 6,000 millones de dólares al mes, armas como artillería de largo alcance, municiones para esa artillería, y después le facilita la logística y apoyo médico que permita a Ucrania construir un ejército de 1 millón de hombres”, dijo Barrons, copresidente del grupo consultor Universal Defence & Security Solutions.
Dijo que Occidente debe prepararse para apoyar a Ucrania por mucho tiempo, a pesar de los altos precios de la energía y otros desafíos económicos derivados de las sanciones impuestas a Rusia.
Abandonar a Ucrania, dijo, enviaría un mensaje “a Rusia y China y a todos los demás de que Occidente carece de la determinación para defender a sus amigos o incluso sus propios intereses”.