Boris Johnson lanzó una bomba sobre las estancadas negociaciones posBrexit con la Unión Europea, al amenazar con abandonarlas a mediados de octubre y prepararse, según el Financial Times, a anular disposiciones claves del firmado y ratificado Tratado de Retirada.
La reacción de Bruselas no se hizo esperar. El negociador jefe de la UE, Michel Barnier, advirtió en las ondas de la radio France Inter que los compromisos firmados “deben respetarse” y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, subrayó en Twitter que Londres está “obligado” por “la ley internacional” a aplicar dicho tratado.
Tras años de durísimas negociaciones con Bruselas y caóticos enfrentamientos en el Parlamento británico, el Reino Unido salió finalmente de la UE el 31 de enero cuando, gracias a la aplastante mayoría parlamentaria obtenida el diciembre anterior, Johnson logró la aprobación de un acuerdo que establecía las condiciones del divorcio.
Pero nada cambió en la práctica para los británicos, que se encuentran hasta finales de este año en un periodo de transición destinado a negociar su futura relación comercial con sus vecinos más cercanos y principales socios comerciales.
Iniciadas en marzo y ralentizadas por la pandemia de coronavirus, esas conversaciones llevan meses estancadas en dos grandes cuestiones.
Los europeos quieren conservar su derecho a pescar en las ricas aguas británicas y controlar las subvenciones públicas de Londres a las empresas locales para evitar lo que según ellos sería una competencia desleal.
Johnson se niega a ambas cosas, denunciándolas como condiciones injustas que la UE no impone a ninguno de sus otros socios comerciales, y para dejarlo claro amenazó con dejar la mesa de negociación dando un portazo.
“La UE ha sido muy clara con respecto al calendario. Yo también. Debemos llegar a un acuerdo con nuestros amigos europeos de aquí al Consejo de Europa del 15 de octubre para que entre en vigor antes de final de año”, lanzó el primer ministro británico, citado en un comunicado difundido por Downing Street a última hora del domingo.
“No tiene sentido pensar en plazos que irían más allá”, asegura. “Si no logramos ponernos de acuerdo para entonces, no veo un acuerdo de libre comercio entre nosotros”.
“Muy imprudente”
Según su oficina, este es solo un adelanto de un mensaje que Johnson debía emitir el lunes, posiblemente en redes sociales, como empieza a ser su costumbre.
El momento elegido para hacerlo no es baladí. El martes da comienzo en Londres la octava ronda de contactos entre Barnier y su homólogo británico David Frost. Y la partida de póquer se vuelve más tensa dado que el tiempo apremia: para entrar en vigor el 1 de enero del 2021, el acuerdo debe cerrarse en octubre para que los respectivos parlamentos tengan tiempo de ratificarlo.
El lunes toda la prensa británica se preguntaba si la maniobra del controvertido ‘premier’ será un catalizador que dé paso a concesiones y permita avanzar o un torpedo que hunda toda posibilidad de éxito.
“No ha habido absolutamente ningún movimiento del lado británico en las conversaciones todavía. Si este enfoque no cambia rápidamente, estaremos en el camino de un fracaso en la negociación con todas sus consecuencias económicas negativas”, dijo un diplomático europeo a la AFP en Bruselas.
Los temores renovados de una ruptura brusca en cuatro meses hicieron desplomarse la libra esterlina.
Se vino a sumar a la tormenta la información del Financial Times, según la cual el ejecutivo británico presentará el miércoles un proyecto de ley que “anularía” partes del claves acuerdo de divorcio, principalmente en lo relativo a los controles aduaneros en la provincia británica de Irlanda del Norte.
Durante mucho tiempo este fue el principal escollo entre Londres y Bruselas, ¿cómo evitar reestablecer una frontera con la vecina República de Irlanda que podría amenazar el frágil acuerdo de paz del Viernes Santo que en 1998 puso fin a 30 años de sangriento conflicto?
Cambiarlo todo ahora sería “una forma muy imprudente de actuar”, lanzó el ministro irlandés de Relaciones Exteriores, Simon Coveney, subrayando el peligro de desestabilizar una paz de tan solo 22 años e infringir otro tratado que también está inscrito en la ley internacional.