La semana pasada, la Administración del presidente Joe Biden hizo una advertencia: Rusia no está cumpliendo con los términos del acuerdo New START, el último tratado de desarme que queda entre las dos potencias nucleares más grandes del mundo.
Dado el historial de amenazas nucleares de Vladímir Putin y su desacato del derecho internacional, Biden no puede hacerse ilusiones sobre la voluntad de Rusia de cumplir con los límites negociados sobre el tamaño de su arsenal nuclear. Para preservar el tratado, Estados Unidos debe dejar en claro lo que Rusia puede perder si lo abandona.
El tratado New START, firmado en 2010, limita tanto la cantidad de ojivas nucleares de largo alcance que cada país puede desplegar como los vehículos utilizados para lanzarlas. Para verificar el cumplimiento, cada nación acordó realizar 18 inspecciones cruzadas in situ por año.
Incluso en medio del deterioro de las relaciones bilaterales, el trabajo de desarme continuó silenciosamente: en la primera década del tratado, los inspectores realizaron más de 300 visitas a bases nucleares e instalaciones de apoyo. Desde 2018, EE.UU. y Rusia se acogen al límite que impone el acuerdo New START de 1,550 cabezas nucleares estratégicas desplegables, una reducción del 30% con respecto a los niveles de 2002 y casi un 75% menos que al final de la Guerra Fría.
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Ese progreso está ahora en peligro. Según EE.UU., Rusia se niega a someterse a cualquier inspección nuclear in situ, las cuales se suspendieron al comienzo de la pandemia. El Kremlin también se retiró de una reunión programada en noviembre pasado para discutir la implementación del acuerdo.
El Departamento de Estado dice que la intransigencia de Rusia es motivo de “seria preocupación”, pero aún no es una violación formal del tratado. Difícilmente debería sorprender; ahora que EE.UU. y sus aliados están involucrados en una guerra indirecta contra las fuerzas rusas en Ucrania, Putin tiene pocos incentivos para dar acceso a los equipos de inspectores estadounidenses a algunas de las instalaciones militares más cruciales de su país.
En declaraciones públicas, Rusia ha sugerido que su cumplimiento futuro del New START estará condicionado a que Occidente detenga su apoyo a Ucrania y reduzca la expansión de la OTAN.
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La Administración Biden debería insistir en que cualquier intento de utilizar el acuerdo nuclear para obtener concesiones sobre Ucrania es imposible, al tiempo que presiona a funcionarios rusos para que se comprometan con un cronograma para reanudar las inspecciones recíprocas. Para ello, aplicaría la teoría del palo y la zanahoria.
Estados Unidos debería recordarle al Kremlin que las disposiciones del New START benefician a Rusia tanto como a EE.UU., al permitir que los inspectores rusos verifiquen que los esfuerzos de EE.UU. para modernizar su arsenal nuclear no estén socavando la disuasión estratégica de Rusia. Seguir cumpliendo con el tratado también le permite a Rusia evitar invertir recursos en el mantenimiento de miles de armas nucleares obsoletas de largo alcance que no tienen relación con el resultado de la guerra en Ucrania.
Biden debería ser igual de claro acerca de los costos que enfrenta Rusia si se aleja del New START. Independientemente de cómo termine el conflicto en Ucrania, EE.UU. debe abstenerse de restablecer las relaciones diplomáticas y económicas con Rusia hasta que Putin acepte cumplir con los acuerdos que ha hecho previamente.
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Si persiste en el juego nuclear y continúa bloqueando la implementación del tratado, EE.UU. debería responder de la misma manera y continuar con los ejercicios nucleares regulares, acelerando el despliegue de bombas nucleares más avanzadas en Europa y reforzando las capacidades de defensa antimisiles de los aliados de la OTAN.
Al mismo tiempo, Biden necesita presentar un argumento más contundente de por qué el tratado nuclear sigue siendo vital para la seguridad de EE.UU. Legisladores republicanos han pedido al Pentágono que “se prepare para un futuro en el que Rusia pueda desplegar una gran cantidad de ojivas” que excedan los límites del New START.
Mientras continúa invirtiendo en su arsenal existente, EE.UU. debe cumplir con el límite de ojivas nucleares del New START y resistirse a construir nuevos y costosos sistemas de armas nucleares que el Ejército no necesita. Demostrar la voluntad de EE.UU. de defender los acuerdos de desarme debería alentar a Rusia a reanudar la cooperación en el New START, reforzar los objetivos de no proliferación y ayudar a persuadir a China para que finalmente acepte límites a su propio proceso de armamento nuclear.
Los acuerdos de control de armas no han eliminado el peligro de una guerra nuclear, pero lo han reducido en gran medida. No mantener esos esfuerzos socavaría décadas de progreso hacia el desarme y convertiría el mundo en un lugar más peligroso.
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