Una tarde de un día de semana en Buenos Aires, un guardia vigila un banco vacío. No solo no hay clientes; aunque las luces están encendidas y se mantiene la decoración rojiblanca característica de Banco Santander, no hay ni un solo empleado en su interior.
Las sucursales fantasma como ésta, donde ya no se atienden a clientes que necesiten algo más que un cajero automático, pero que técnicamente no están cerradas, se han convertido en algo habitual en Argentina.
Al igual que sus homólogos de todo el mundo, Santander y sus rivales argentinos, como BBVA Argentina, Grupo Financiero Galicia y Grupo Supervielle, están buscando cerrar sucursales físicas a medida que las operaciones bancarias se realizan cada vez más a través de canales digitales. Pero los reguladores no lo permiten.
El problema, según explicó a representantes del sector el presidente del banco central de Argentina, Miguel Pesce, son los poderosos sindicatos bancarios del país. Pesce ha dicho que autorizar el cierre permanente de sucursales es difícil porque está bajo la presión de los líderes sindicales preocupados por la pérdida de empleos, según dos personas con conocimiento directo de las conversaciones. Un portavoz del banco central dijo que los sindicatos no influyen en las decisiones de cerrar sucursales o mantenerlas abiertas.
Es un dilema muy costoso para los bancos argentinos, que ya se ven afectados por una inflación desenfrenada y límites a las tasas de interés. Según los bancos, su objetivo no es reducir costos mediante la eliminación de puestos de trabajo, ya que muchos empleados que trabajaban en las sucursales que ahora están vacías están siendo reasignados a otros lugares.
Pero entre alquileres y otros gastos, un funcionario del sector calcula que mantener cada sucursal fantasma cuesta unos US$ 500,000 anuales, dependiendo del tamaño. Si no fuera por los obstáculos normativos, dicen los ejecutivos, más de una cuarta parte de las sucursales cerrarían, lo que representaría unos US$ 375 millones al año en ahorro.
El fenómeno ha puesto a los bancos del país en desventaja frente a sus pares latinoamericanos. Solo tres sucursales cerraron en Argentina el año pasado hasta agosto, según datos del banco central, menos de un 0.1% de las que operaban un año antes. En Chile, el 8.3% de las sucursales cerró en el mismo período, mientras que en Brasil un 2.2% dejó de operar.
Según la analista sénior de investigación corporativa de la corredora TPCG, Paula La Greca, que no ha recomendado acciones bancarias argentinas durante dos años, en el país, los ingresos de los bancos cayeron en los últimos tres años, mientras que la estructura operativa se mantuvo igual. La presión sindical les impide eliminar puestos de trabajo y el banco central no autoriza el cierre de sucursales, agrega.
Solo en Buenos Aires hay más de 100 sucursales fantasmas, estiman ejecutivos. Muchos bancos argentinos se ven obligados a renovar contratos de arrendamiento que tenían previsto rescindir debido a la negativa del banco central a dejarlos cerrar las sucursales, señaló un funcionario del sector.
Portavoces de Santander, Supervielle y representantes de los grupos de la industria bancaria argentina ABA y Adeba declinaron hacer comentarios. Un portavoz de Grupo Financiero Galicia dijo que, si bien el banco no tiene sucursales vacías, algunas de sus oficinas en el centro de Buenos Aires han recibido pocos clientes.
Líderes sindicales sostienen que reasignar empleados a sucursales más concurridas no es suficiente. La tecnología está transformando el sector, reduciendo la necesidad de cajeros y otras funciones tradicionales. El número de empleados en los bancos privados cayó un 1.6% en los seis primeros meses del 2022, según datos del banco central.
Claudio Bustelo, secretario de prensa de La Bancaria, sindicato que representa a los trabajadores del sector financiero, dijo que se pidió al banco central que no autorice indiscriminadamente el cierre de sucursales. Explicó que su intención no es oponerse al avance de la tecnología, sino que la tecnología ayude y no reemplace o reduzca puestos de trabajo.
Pesce fue designado para dirigir el banco central por el presidente argentino, Alberto Fernández, que desde hace tiempo ha expresado su apoyo a los sindicatos. Con las elecciones generales de Argentina programadas para octubre, la postura del banco central sobre la autorización del cierre de sucursales podría cambiar bajo una nueva Administración.
No todos los bancos argentinos se enfrentan al problema de las sucursales fantasma. Algunos son empresas más pequeñas con menos sucursales. Otros, como Banco Macro, tienen una mayor presencia en las zonas rurales del interior del país, donde la banca presencial es más común.
Pero para la mayoría de los bancos argentinos, el gasto en sucursales vacías está aumentando en un momento en que los ingresos caen en medio de la debilidad económica y los límites gubernamentales a las tasas de interés de los préstamos. Los grandes bancos tenían índices de eficiencia, una medida clave para evaluar la rentabilidad, de entre el 70% y el 80%, frente al 50% de sus homólogos en el resto de Sudamérica. Un coeficiente más bajo indica un mejor rendimiento. Las acciones de los bancos argentinos también quedaron rezagadas con respecto a sus rivales latinoamericanos el año pasado.
Las sucursales vacías también dificultan las fusiones y adquisiciones, porque comprar un banco en Argentina significa asumir el costo de mantener las sucursales no utilizadas.
“El cierre de sucursales es una tendencia mundial, por la digitalización y porque los costos de mantenimiento de las mismas y de los empleados son relevantes. Pero el proceso de cierre de una sucursal es muy complejo en Argentina”, dijo Marcelo de Gruttola, analista sénior para América Latina de Moody’s.
Mientras tanto, los bancos argentinos, al igual que otros en todo el mundo, están reinventando cómo utilizar los inmuebles. Entre las ideas que se barajan está la de transformar las sucursales en cafeterías, salas de capacitación para empleados o lugares para recoger entregas de sitios de comercio electrónico. En algunos casos, los bancos mantienen algunos escritorios disponibles para que los clientes puedan utilizar las computadoras.
Por suerte no se ven muchos cierres de sucursales, recalca Bustelo, representante sindical. Solo se ve su digitalización.