
La confianza es un valor fundamental. No depende de impresiones efímeras, sino de conductas específicas y sostenibles que inspiran, dentro del entorno social, reconocimiento y fidelidad. En el caso de una minera (cuyo escenario es un país multicultural con gran presencia de debates socioculturales), resulta primordial demostrar en todo momento el interés por mantener un equilibrio entre sus funciones extractivas, los requerimientos ecológicos de protección al medio ambiente y unas condiciones de trabajo seguras y dignas para un personal que labora en zonas riesgosas.
Con la finalidad de fortalecer la confianza, la compañía debe apostar por programas de responsabilidad social empresarial y dedicar recursos financieros, humanos y técnicos a la ejecución de proyectos de desarrollo que beneficien a una comunidad o al colectivo en general. Para evitar que sean ser percibidas como oportunistas, estas propuestas deben ser constantes y provistas con una visión a largo plazo.
En ese sentido, el relacionista público debe elaborar y difundir periódicamente reportes e informes de sostenibilidad, no solo centrados en las operaciones extractivas, sino también en las relaciones establecidas con las comunidades aledañas que requieren un trato y una comunicación más estrecha, considerando incluso visitas casa por casa y no exclusivamente a las de los líderes de opinión, quienes pueden tener subagendas ajenas a los intereses reales de los pobladores.
La realización y difusión sostenida de estos programas aseguran la generación de un clima positivo al interior de la empresa. Esto permitirá consolidar alianzas duraderas y fructíferas con los stakeholders. Con el establecimiento de estas alianzas se reducirá el impacto de situaciones de crisis, las cuales suelen ser frecuentes en este tipo de contextos.
La eficacia y el éxito de los programas de responsabilidad social radican en acercar más la perspectiva organizacional hacia la realidad y cotidianidad que viven las comunidades, creando lazos más estrechos y un flujo de comunicación que permita la participación, la integración y el compromiso, rompiendo así la espiral de desconfianza y desencuentro, que puede degenerar en violencia.