(G de Gestión) Las próximas semanas probablemente nos remonten al año 2019, cuando Donald Trump ganó su primera elección y anunció en Twitter (ahora X) medidas proteccionistas, una estrategia que le permitió, en su momento, generar negociaciones políticas, y hasta un rally alcista muy fuerte en los mercados.
Su táctica no parece haber cambiado mucho, pues, antes de su toma de mando (el 20 de enero del 2025), sus pronunciamientos —que incluyen recortes impositivos y aranceles a las importaciones— ya han logrado que los mercados reaccionen eufóricos. Mientras el dólar cerraba noviembre fortaleciéndose en 1.8%, el bitcoin rompía récords para superar los US$ 106,000 a mediados de diciembre, por primera vez en su historia.
El consenso de los analistas refiere que el flujo financiero global no cambiará durante la segunda presidencia de Trump, como tampoco lo hizo de forma profunda la arquitectura del comercio en la primera parte de la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China. “Creemos que será un poco más de lo mismo: mucho ruido, pero pocas acciones concretas”, dice Ernesto Revilla, economista jefe para Latinoamérica de Citi. Aunque no deja de ser cierto que hay otras variables que pueden modificar el panorama: esta vez el presidente electo tiene mayoría en el Congreso para hacer más políticas económicas, cuenta con la Corte Suprema y no se enfrenta a una reelección. “Llega menos acompañado de voces moderadas y tiene más personajes leales al movimiento América Primero”, añade Revilla.
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Escenario auspicioso
Con un escenario o con el otro, algunos entendidos apuntan que la rentabilidad de los productos financieros seguirá al alza. Ignacio Aguirre, fundador de Flip Inversiones, explica que, históricamente, los periodos de subida de las inversiones duran alrededor de cinco años, para después retroceder y volver a crecer. Hoy nos encontramos, indica, en el segundo año de esa alza, con las acciones del S&P 500 subiendo alrededor de 60% en dos años. “Si nos remitimos a la historia, nos faltan tres años más de subida en el S&P 500″.
Con menor burocracia y menos impuestos, se esperaría que en el futuro próximo Estados Unidos contemple más inversiones privadas. “Y, si al final algo pasara en el corto plazo, ¿qué hacen los gringos? Lo resuelven y van para adelante, la cosa regresa y sigue subiendo”, manifiesta el experto. Hay activos que se seguirán valorizando mucho antes de que Trump llegue a la Casa Blanca, y que, en orden, serían las criptos, el dólar y la renta variable.
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Renta fija y el dólar
Pero uno de los activos se ha visto más desvalorizado: la renta fija soberana en Estados Unidos. “Ese sería el balance de lo que ha sucedido y que se espera que se mantenga de aquí hasta que Trump asuma la presidencia”, contempla Diego Camacho, economista internacional de Credicorp Capital, desde Bogotá.
En el caso de la curva soberana de Estados Unidos, comenta que está presionada porque se empezó a instalar en el mercado la idea —”sin mayor rigor”— de que el anuncio de Trump de imponer aranceles a otros países podría producir más inflación y déficit fiscal, cuando el tema de fondo va más allá de Biden o Trump: es que la posición fiscal estadounidense es insostenible. “Gastan más de lo que ingresa y cada vez se exige más para mantener su nivel de vida. En algún momento tendrán que hacer un ajuste”.
Destaca, además, que la postura de Trump de “defender a su país” ha originado un fortalecimiento del dólar, y que la perspectiva es que se siga generando demanda por esa divisa para el año entrante. “Estados Unidos se permite esos excesos fiscales porque el mundo demanda el dólar. En la medida en que su moneda sea el eje del sistema financiero global, puede vivir más allá de sus posibilidades, como lo ha venido haciendo”, resume Camacho.
Por supuesto, ni la economía china ni la europea pueden darse ese gusto, menos cuando sus instituciones no han dado esa confianza al mercado.
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Rusell y oro
Con menor impacto, las políticas de Trump podrían beneficiar a las empresas pequeñas y medianas. Y, en ese sentido, aquellas agrupadas en los índices Russell 1000 y Russell 3000 se están viendo muy beneficiadas, anota Walter Eyzaguirre, experto en finanzas personales y director de T4T Academy. “El índice Russell no es como el S&P 500, sino que nos dice cómo van creciendo las empresas pequeñas o cómo van transformándose de pequeñas a medianas y de medianas a grandes. Es un índice interesante para ponerle el ojo”, asegura.
El oro va a ser una parte importante del portafolio de un inversionista, por eso será clave seguir su comportamiento. El reciente discurso de Trump dirigido a los BRICS acerca de imponerles una tasa de 100% si intentan crear una nueva moneda o sustituir el dólar estadounidense fortaleció esa divisa y generó también un impacto en el metal precioso, que se prevé que finalizará el 2025 en US$ 3,000 la onza, según proyecciones de Goldman Sachs, ello impulsado por las compras de bancos centrales y los recortes de las tasas de interés en Estados Unidos. A mediados de diciembre cotizaba en US$ 2,700, por lo que podría mostrar casi 15% de crecimiento.
“En los últimos 12 meses, el oro ha rendido 30%; en los últimos tres años, 48%. Y el mes pasado ha tenido una pérdida casi de 4%”, resalta Eyzaguirre.
La evolución del mercado del oro “involucra tantas percepciones y cosas que son imponderables que hay un abanico de precios posibles. No muestran la misma senda o capacidad de proyección que las acciones o los bonos del tesoro, que tienen unos rangos más limitados de comportamiento”, opina Camacho, de Credicorp.
Sin sell-off
Si hay un dato que los inversionistas no deben pasar por alto es este: Estados Unidos cumple 250 años en julio del 2026 y, para esa fecha, la administración Trump quiere mostrar su plan de overhauling del Estado, que ha encargado a un grupo especial liderado por el magnate de la tecnología Elon Musk y el excandidato presidencial Vivek Ramaswamy.
“Desde la perspectiva de alguien que no es político y que considera al Estado como una entidad que genera bienes y males públicos, va a ser muy interesante el primer semestre del próximo año en materia de inmigración, política de salud, racionalización del Estado, política exterior. Digamos que ahí habrá muchas cosas, y los mercados estarán atentos”, agrega Camacho.
Y, si bien no se han dado ni un sell-off ni caídas fuertes en los mercados tras una posible intensificación de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, se debe tomar en cuenta que el gigante asiático tiene retos estructurales relevantes, como el exceso de apalancamiento, que le está pasando cuentas a su industria inmobiliaria, y que es donde el sector privado canalizaba sus ahorros. Y ahí aparece una economía como la peruana, que tiene una inversión muy importante en el puerto de Chancay.
“Hay algo claro: economías como la del Perú y la de Chile se han alineado al comportamiento de la china, y si a China no le va tan bien, pues el dinamismo de las exportaciones no debería ser tan grande. Los productos de exportación de Chile y del Perú, que incluyen el cobre (un elemento esencial para la economía global), podrían ver una demanda de China no tan dinámica; pero no pareciera que fuera a haber una catástrofe ahí. Simplemente que las economías se tienen que acomodar a una transición”, precisa Camacho.
Revilla, de Citi, califica los próximos meses como momentos de mayor prudencia, flexibilidad y diversificación en temas de inversiones. Dado que el entorno incierto seguirá a la orden del día al menos hasta finales de enero, podrían generarse movimientos de precios que tal vez se convertirían en una buena oportunidad. Lo mejor sería tener un posicionamiento más flexible.