(G de Gestión) Permíteme transportarte a tu infancia para explicarte por qué, en tiempos en que el influencer marketing se ha convertido en una inversión ineludible para toda estrategia, deberías ver a los influencers de hasta 10,000 seguidores. Y hacerlo con el apetito voraz de Gárgamel por los suspiritos azules.
Imagina que los nanoinfluencers son como los pitufos en la aldea: pequeños pero numerosos, cada uno con una personalidad única que aporta algo especial. Por su parte, un megainfluencer sería como Papá Pitufo, liderando con sabiduría y siendo admirado, aunque un poco distante de la realidad de cada pitufo. Los nanoinfluencers están en el barro del día a día, conectando verdaderamente con su comunidad.
Cada pitufo, o nanoinfluencer, tiene su especialidad: Pitufo Filósofo es experto en reflexiones profundas, Pitufo Cocinero es el gurú de las recetas y Pitufo Bromista se especializa en humor. Cada uno llega a los usuarios de manera personal y auténtica, y genera confianza y compromiso reales. Por ello, las marcas que buscan impacto genuino encuentran en los nanoinfluencers una conexión más cercana con su audiencia, como los pitufos trabajando juntos para crear algo más grande que ellos mismos.
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Nadie niega que Papá Pitufo es un rockstar, capaz de convocar a miles, tal como hacen los megainfluencers, quienes, con un millón de followers como mínimo, logran alcance y visibilidad para sus marcas. Pero es la labor conjunta de los pitufos lo que realmente construye la aldea.
Los nanoinfluencers suelen lograr mayor confianza y credibilidad por la relación más cercana y tangible con su audiencia, la cual, aunque es más pequeña, está altamente focalizada, algo que ayuda a las marcas a llegar a nichos muy específicos. Sus tasas de interacción son mayores en comparación con las de los megainfluencers, lo que significa que sus seguidores están más comprometidos. Y, como pitufresa de la torta, colaborar con nanoinfluencers es, por lo general, más económico, lo que permite a las marcas trabajar con varios a la vez y diversificar su estrategia.
Pero, cuidado: siguiendo con la analogía de los pitufos en el mundo de los influencers, si una marca no tiene verdadera afinidad con el creador de contenido que ha elegido, o si no construye un puente creativo y comunicacional que aporte coherencia a su relación, podría parecerse a Gárgamel buscando obtener beneficios a costa de la autenticidad y la confianza de los seguidores. Estas marcas se arriesgan a ser percibidas como convenidas, que tratan de atrapar a la audiencia con estrategias de marketing poco genuinas.
Analicemos también la figura de Pitufina. Si bien en la aldea digital hay muchas mujeres ofreciendo contenidos de valor, en la aldea de los pitufos tener solo una Pitufina podría simbolizar la infrarrepresentación femenina en ciertos nichos o sectores de la influencia digital. Al igual que Pitufina, estas mujeres suelen destacar por su fuerte presencia y capacidad de influencia. Pitufina, aunque única, es una figura central que aporta equilibrio y perspectivas diferentes a la comunidad, lo que refleja cómo las nanoinfluencers pueden tener un impacto significativo y ser líderes en sus áreas, a pesar de ser menos numerosas.
Espero que este análisis despierte tu voracidad por incorporar nanoinfluencers a tu estrategia, al estilo de “Gigantón tiene hambre”.
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CEO de Boost y directora de Women CEO. Una de los 100 líderes con mayor reputación del país, según Merco. Autora de cinco libros de marketing.
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