El exministro de Economía y Finanzas, Waldo Mendoza, cree que el crecimiento del PBI es indispensable para el desarrollo del país. Será uno de los expositores en el próximo CADE y adelanta a Gestión su visión de la economía peruana y qué es lo que está afectando.
¿Cómo ve la economía peruana en medio de este encuentro de empresarios?
Lo que motiva mi participación es que el Perú es una paradoja. Por un lado, hay hechos materiales innegables de que nuestra performance macroeconómica de las últimas tres décadas ha sido sobresaliente, somos décimo superior en América Latina, nuestro PBI per cápita se ha multiplicado por 2.4 en ese periodo y muchos analistas no solo locales sino internacionales han catalogado a la manera de operar la economía como una manera milagrosa.
¿Aún mantenemos esa situación?
Al costado de esos hechos sobresalientes, aparecemos durante la pandemia de la covid-19, el 2020 y 2021, como el país con el mayor número de muertos por millón de habitantes. Además, hace poco más de un año, elegimos a un candidato que habló en contra de esa política económica aplaudida en el Perú y América Latina. Eso es lo que hace que tengamos una gran paradoja que nos haría sentir que el crecimiento económico no sirve mucho.
¿Realmente el crecimiento económico no sirvió de mucho?
No es así. Con crecimiento económico se pueden hacer muchas cosas y sin crecimiento económico casi nada se puede hacer. Hay un estudio de Lant Pritchett que es definitivo en señalar que es el crecimiento de la economía el que reduce la pobreza.
¿Cómo reduce la pobreza el crecimiento?
Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), casi el 70% de los ingresos de los hogares pobres provienen del trabajo y casi un 20%, de las transferencias que hace el Gobierno. Los ingresos que vienen del trabajo están directamente vinculados al crecimiento económico y lo que provienen de las transferencias dependen de la recaudación, que a su vez depende del crecimiento económico. Es decir, casi el 90% de los ingresos de hogares pobres del Perú está asociado directamente al crecimiento económico. Espero que esa cifra persuada a quienes creen que se puede bajar la pobreza sin crecimiento.
Ahora la reducción de la pobreza se ha estancado...
Las cifras del Banco Mundial muestran que en el Perú la pobreza se ha reducido en más de la mitad desde 1997, afectando a una quinta parte de la población al 2019, antes de la pandemia. Esa es una prueba contundente de que la elevación del PBI per cápita puede reducir la pobreza.
A pesar de este resultado, el crecimiento nos se ha traducido en mejores servicios desde el Estado.
Efectivamente, el Perú tiene grandes carencias en sectores vitales de la población, particularmente en el tema de la salud y la educación. Según el Banco Mundial, el gasto en salud per cápita en el 2019, previo a la pandemia, era de los más bajos en la región superando solo a Bolivia y Venezuela. Por lo tanto, este crecimiento no ha sido suficiente para atacar ese tema puntual en la salud, que grafica cabalmente.
Pasa lo mismo en la educación.
En educación, sistemáticamente se dice que en las pruebas PISA el Perú está casi siempre entre los últimos. Por lo tanto, uno diría que hemos sido décimo superior en crecimiento económico y quinto inferior en indicadores sociales como salud y educación. Parecería que lo hemos hecho tan mal que nuestra salud y educación está postrada en los niveles más bajos en América Latina.
Ahora el país tiene que remar contra el viento
¿Realmente el Perú lo hizo tan mal en estos sectores claves?
Esta lectura hay que matizarla con un análisis más científico de los hechos. En salud, por ejemplo, vemos que si la pandemia nos hubiese agarrado en el 2000, hace dos décadas, posiblemente lo hubiésemos pasado mucho peor, porque el gasto per cápita en salud en ese año era casi la tercera parte de lo que teníamos en 2019. Algo parecido pasa en educación. Entre el 2019 y el 2018 fuimos el país que más ha progresado en las pruebas PISA. No hay que flagelarse más de la cuenta. Estamos muy mal, pero porque no hemos avanzado lo suficiente.
¿Es un tema mejorar el gasto?
Chile y Uruguay son los punteros en salud y educación. No tengo idea de cómo es su política educativa y de salud, lo que sí se es que su PBI per cápita es el que más ha crecido en las últimas décadas. Es decir, volvemos al círculo del PBI que permite que el empleo crezca, que los ingresos suban, que la pobreza se reduzca, que la recaudación crezca y que el gasto público pueda subir para mejorar la salud y la educación. En conclusión, estamos condenados a crecer.
Pero las condiciones para que el Perú crezca son más complicadas.
Las circunstancias internacionales han cambiado sustantivamente. El Perú del 2021 estaba en un mundo donde el crédito era barato y abundante, y nuestros productos se vendían a los precios más altos de la historia. Eso ha cambiado y, por lo tanto, tenemos que remar contra el viento.
¿El Perú puede remar como está hoy en día?
Hay factores que nos dan algún entusiasmo. Uno son las fortalezas macroeconómicas peruanas que se mantienen casi intactas, como las reservas internacionales del Banco Central de Reserva (BCR,) que son de las más altas en América Latina, y la deuda pública, que también es de las más bajas. Esto nos dice que todavía tenemos la potencia para hacer política macroeconómica expansiva de vez en cuando cuando la situación lo requiera, como se hizo en el 2008 o en el 2020.
¿Y a nivel interno?
El capítulo económico de la Constitución, que me parece que es bueno porque es un promotor del crecimiento económico, está todavía intacto. También tenemos un comercio exterior fuerte con los tratados de libre comercio, que nos permiten tener al mundo como mercado, lo que explica que hoy en día seamos los primeros productores de arándanos y palta.
La situación política nubla el horizonte
Sin embargo, desde el Gobierno aún no se observan políticas procrecimiento...
El problema más importante, que nubla ese panorama esperanzador, es la incertidumbre política. Se ha convertido en la principal limitante para el despegue de la inversión privada, pues necesita un panorama más o menos claro, no solo el siguiente semestre, sino del siguiente año y los próximos 10 o 20 años. El Perú del 2022 se parece mucho al Perú de fines de los 80.
¿En qué sentido?
En los 80, era la hiperinflación la que nublaba el horizonte, no permitía ver más allá del siguiente trimestre. Ahora es la situación política la que nubla el horizonte. A fines de los 80, los empresarios no sabían cómo iban a estar en uno, dos o cinco años. Ahora ni los empresarios ni nosotros sabemos cómo va a estar el Perú en el siguiente semestre. Eso es un atentado contra la inversión.
¿Cómo están afectando las decisiones de política pública del Gobierno?
Cuando doy clases de macroeconomía solía decir que la peor gestión pública que habíamos tenido en la historia peruana era la del presidentes Alan García del 85 al 90. Ya no me queda claro si la gestión pública del presidente García fue la peor. Con lo que estamos observando ahora yo diría que el presidente Pedro Castillo está disputando la punta en términos de mala gestión pública.
¿Cuál es el impacto de todo esto?
Estos dos elementos (parálisis de la inversión privada y mala gestión pública) asociados son los que están prácticamente paralizando la economía, porque del milagro peruano ya no está quedando casi nada. En las últimas tres décadas nos vanagloriábamos de que el Perú era el país que más había crecido. Eso ya está quedando como los goles de Cubillas, pasando como a la historia. Ya no somos líderes en crecimiento económico.
¿Cómo salimos de todo esto?
No tengo respuestas de salidas. Me quedan claro que este Perú es un país con enorme potencial. En condiciones políticas normales, al menos como las que hemos tenido en las últimas tres décadas, creo que el país debería estar creciendo muchísimo más de lo que está haciendo ahora.
Usualmente su receta era prender nuevos motores para crecer, ¿no se puede aplicar en estas circunstancias?
Es una pregunta difícil. Es difícil encontrar experiencias en las que el sector privado solito haya logrado florecer. Qué hubiese sido de la minería y la agroexportación sin todas las políticas sectoriales que se diseñaron para apoyarlos. Si uno quiere prender nuevos motores, la colaboración público-privada tiene que renacer y para eso necesitas una burocracia calificada. Es difícil hacerlo con una burocracia que no puede comprar un kilo de fertilizantes. Estamos como entrampados.
MEF tiene que jugar en otras canchas
¿Crecer más en estas condiciones es casi un sueño?
Yo valoro el trabajo de los ministros de Economía de este Gobierno. Han estado haciendo lo que tienen que hacer. Pero en mi experiencia, el trabajo transversal de un ministro de Economía es muchísimo más importante que el propiamente sectorial. Y en ese sentido, si no coordinas, si no persuades, si no convences al presidente de la República de una idea, que es casi siempre transversal, es difícil mover al Estado peruano. Los ministros de Economía han estado jugando a defender los fueros del MEF, pero no han estado jugando en otras canchas, que es la parte más retadora.
Dijo que “estamos condenados a crecer”. ¿Con esta situación ya no cumplimos esa condena?
Cuando digo que estamos condenados a crecer es que si no crecemos, esto se va a poner peor. Si con crecimiento económico ya ha habido descontento o insatisfacción, qué será de este país cuando dejemos de crecer. Creo que estamos jugando con fuego.
Pero estamos creciendo, aunque solo sea 2%. ¿Se trata de crecer por crecer o cuánto es que deberíamos hacerlo?
Uno puede ponerse exigente y decir, como muchos colegas lo hacen, que debemos crecer en sectores intensivos de mano de obra. Suena bien. Pero al final nosotros no decidimos qué sector debe crecer, sino quienes deciden dónde invertir son los empresarios, si ven que es rentable lo harán, no hay manera de obligarlos. Lo que sí puede hacer el Estado es lo que hizo con la minería y la agroexportación. Crecimiento como el de las últimas tres décadas traen montañas de oportunidades. No es que no hayamos avanzado, a veces nos flagelamos exageradamente.
Hoy estamos como en pausa...
Ese es el problema. Hemos entrado como en un paréntesis que ojalá no se haga largo. Por motivos entendibles, no me imagino a los ministros de Salud y Educación pensando en políticas para los próximos 10 años. Esto necesita cierta tranquilidad y certidumbre. La solución no está en en un macroeconomista como yo, sino más allá de lo que puedo decir. Nuestras potencialidades están prácticamente intactas.