La productividad tóxica es polifacética y se deriva de una compleja combinación de factores psicológicos y sociales. Las normas de productividad están profundamente arraigadas en nuestra psique debido a que crecimos en entornos que equiparan el trabajo arduo con la virtud, y el descanso con la pereza. Esta creencia se ve reforzada por una cultura que fomenta el perfeccionismo, en la que las personas sienten que su valor personal está ligado a sus logros.
La productividad tóxica nunca terminará, e incluso puede empeorar, a menos que comencemos a medir los logros alcanzados, no las horas trabajadas.
La era del exceso de actividades
Las personas ya tienen dificultades para cumplir con los requisitos básicos de su trabajo, y si a esto le añadimos un asombroso aumento del 192% en las reuniones semanales después de la pandemia, la situación se vuelve mucho más complicada. Nos reunimos, trabajamos y colaboramos en exceso. A pesar de la creencia generalizada de que trabajar más horas significa mayor productividad, los datos y las investigaciones demuestran lo contrario.
Según un estudio de Atlassian, el 78% de los encuestados tiene dificultades para completar su trabajo debido al exceso de reuniones, y un sorprendente 67% de las personas en puestos directivos y superiores informan que tienen que trabajar horas extras debido a la sobrecarga de reuniones. El 76% de los encuestados se sienten agotados tras días repletos de reuniones, y el 80% cree que serían más productivos con menos tiempo de reuniones.
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La estigmatización del descanso
A pesar de los ya conocidos beneficios de tomarse un tiempo libre (como la reducción del estrés, la mejora de la salud mental y el aumento de la productividad), varios estudios han demostrado que los trabajadores se ven privados de sus vacaciones.
La investigación de Pew revela que el 49% de las personas que no disfrutan de todo su tiempo libre pagado (PTO, por sus siglas en inglés) dicen que les preocupa quedarse atrás, el 43% dice que se sentiría mal por dejar que sus compañeros de trabajo asuman trabajo extra y el 19% teme que tomarse un descanso pueda perjudicar sus posibilidades de conseguir un ascenso.
La productividad tóxica afecta desproporcionadamente a las mujeres, quienes a menudo se ven agobiadas por el “segundo turno” de las tareas domésticas. Un estudio conjunto de LeanIn.org y McKinsey concluyó que las madres tienen tres veces más probabilidades que los padres de ocuparse de la mayoría de las tareas domésticas, y 1.5 veces más probabilidades de dedicar horas adicionales al quehacer y al cuidado de los niños. Esta doble carga hace aún más difícil que las mujeres justifiquen el descanso, lo que conduce a un mayor agotamiento.
El papel del liderazgo para romper el ciclo
Los líderes desempeñan un papel crucial en la perpetuación o ruptura del ciclo de productividad tóxica. Lamentablemente, muchos líderes modelan los mismos comportamientos que contribuyen a esta cultura nociva: enviar correos electrónicos a altas horas de la noche, prescindir del tiempo libre y glorificar el exceso de trabajo.
Para fomentar un entorno laboral más saludable, los líderes deben modelar hábitos de trabajo saludables. Esto incluye tomarse unas vacaciones y compartirlo abiertamente para que los empleados vean que está bien tomarse un descanso.
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Los gerentes también deben establecer límites claros entre el trabajo y el tiempo personal, y reafirmar su compromiso con el bienestar.
Para abordar la raíz del problema de la productividad tóxica, comience por analizar las cargas de trabajo de sus empleados para hacerlas más manejables. Es conveniente hacer reducciones graduales en muchos lugares para que el cambio sea sostenible y duradero. Tomarse una semana libre para solucionar el agotamiento es una estrategia fallida si se vuelve a las mismas condiciones que llevaron al agotamiento en primer lugar. Sin embargo, reducir el exceso de reuniones es una gran estrategia.
Romper el ciclo de la productividad tóxica no es una tarea sencilla. Pero, existen destellos de esperanza en estos cambios sutiles, ya que algunos grupos, en particular las mujeres y los empleados de la generación Z, han comenzado a rechazar esta perspectiva anticuada. Eso suele suceder cuando se tiene una crisis existencial colectiva: las prioridades cambian y se pone de relieve lo que realmente queremos hacer por el resto de nuestros días.
Por Jennifer Moss, experta sobre temas laborales, oradora pública internacional y periodista y autora galardonada.
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