A sus 27 años, Óscar Pierre es el CEO y confundador de , empresa española de entregas a domicilio presente en más de 40 países. Ello no le impide, sin embargo, montarse en una moto cada dos semanas y meterse en la piel de repartidor. Sostiene que es para conocer mejor a sus clientes. “A veces me reconocen y es un poco pesado. Intentó llevar el casco siempre”, afirma el joven ejecutivo, de paso por Lima.

Pierre comenzó a construir su imperio a los 21 años y con un capital de US$ 22,000. Los consiguió tras convencer a cuatro inversores de su proyecto: una aplicación que permitiera tercerizar una pequeña compra en el supermercado o las llaves que olvidó en la casa.

Hoy los usuarios no solo piden comida, una de las categorías que más lo ha hecho crecer, sino un sinfín de productos. Cuenta el directivo que una vez una usuaria solicitó su servicio solo para que vaya a su hogar y despierte a su esposo, que estaba a punto de perder un vuelo. “Básicamente hice de despertador”, bromea.

El imperio crece

Pierre admite que la parte más difícil en todo este tiempo, hasta hace un año, fue conseguir financiamiento. Cuando empezó, los inversores lo miraban con desconfianza. “Nos veían muy lejos, como una empresa pequeña o incapaces de competir”, comenta el ejecutivo, que estuvo a punto de cancelar el proyecto en un par de ocasiones.

Recuerda que los obstáculos de los primeros tres años le dieron una cultura de trabajo muy estricta, enfocada en los costos. “Tener demasiado dinero es muy peligroso. Te hace vago y relajarte”, señala.

Sin embargo, revela que en los últimos 12 meses “hemos atraído más US$ 300 millones y estamos en una mejor posición”.


Viaja y planea

Pierre llegó a Lima el martes. Ya más tranquilo por el agitado viaje, cuenta que lo más fácil de iniciar un negocio a los 21 años es que no hay nada que perder. “Vivía en la casa de mis padres, tenía cero egresos, no tengo hijos ni hipotecas”, recuerda.

La clave, sostiene, es rodearse de gente que sí sabe. “Ser consciente de que uno no sabe nada y dejarlos tomar todas las decisiones a ellos, enfocarte en alinear y motivar al equipo, traer capital e inversiones”, enumera como filosofía de vida y negocio.

Nuevos mercados

La oficina principal de Glovo está en Barcelona. Desde allí, mientras usted lee estas líneas, un grupo de personas a las que llaman ‘launchers’ trabaja en el área denominada la Escuela Glovo. Durante tres meses, aprenden todo sobre el funcionamiento de la app y cómo lanzarla en algún país.

“Están abiertos a viajar a cualquier lado. Cuando validamos un país, los enviamos y, en seis semanas, tienen todo”, detalla Pierre.

A la par, los estudios de mercado son fundamentales antes de entrar a un nuevo país. “En el 2018 entramos a Brasil sin hacer uno bueno y a los tres meses vimos que para conseguir una cuota importante necesitábamos muchos cientos de millones”, rememora. “Así que decidimos salir. Eso fue una gran lección, una lección muy cara”, dice el CEO.

Además, antes de llegar a un mercado, analizan el nivel de penetración de, temas legales, laborales, entre otros factores.

“Los obstáculos de los primeros tres años nos dieron una cultura de trabajo estricta, enfocada en costos. Tener demasiado dinero te hace vago y relajarte”.

“Cuenta Pierre que una vez una usuaria solicitó su servicio solo para que vaya a su hogar y despierte a su esposo, que estaba a punto de perder un vuelo”.

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En su diversificación, la app de repartos Glovo incorporó el concepto Business (corporativo), Cook Room (cocinas para delivery), y ahora anuncia el negocio Groceries (comestibles) en Perú. Su CEO y fundador, Óscar Pierre, señaló que vienen conversando con cadenas de supermercados y tiendas de conveniencia para realizar entregas desde estos establecimientos.