Al llamar a Facebook “profundamente deficiente”, una coalición de grupos de derechos civiles exige que la compañía tome medidas para suprimir las publicaciones que dicen ser peligrosas, falsas o que explotan la “división racial”. Tal petición coincide con el reciente y controvertida tendencia respecto a la moderación de contenidos de Facebook: Los progresistas quieren más y los conservadores menos.
A juzgar por el reciente discurso del director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, sobre la visión de la empresa respecto a la libertad de expresión, su instinto apunta a escuchar a los progresistas en puntos específicos, pero se equivoca al permitir que las personas y los grupos publiquen lo que quieran. Es el instinto correcto.
Los críticos conservadores dijeron que las palabras de Zuckerberg eran loables, pero que los grupos de derecha eran censurados con demasiada frecuencia en el sitio. Los críticos progresistas, por otro lado, dijeron que Facebook permite demasiadas publicaciones perjudiciales.
El segundo grupo de críticos ha sido más elocuente. Los candidatos presidenciales demócratas Joe Biden y Elizabeth Warren se unieron, al reclamar que Facebook publica anuncios falsos y engañosos de sus oponentes. Los grupos de derechos civiles estaban particularmente molestos con la referencia de Zuckerberg a la "Carta de una cárcel de Birmingham" de Martin Luther King Jr. como un ejemplo de cómo la libertad de expresión había ayudado a la causa de la justicia. Bernice King, hija menor del activista, respondió con la publicación de una foto del asesinato de su padre y escribió que las campañas de desinformación de los políticos habían "creado una atmósfera" para que eso sucediera.
Sherrilyn Ifill, presidenta del Fondo de Defensa Legal de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés), escribió en el Washington Post para hacer eco a la referencia de King: John Edgar Hoover y otros habían participado en “campañas de desinformación alimentadas por el odio” contra el movimiento de derechos civiles.
También argumentó que Facebook no hace lo suficiente para detener las publicaciones que desincentivan a las minorías a votar. Concluyó: “El movimiento de derechos civiles no se luchó para reivindicar los derechos de libertad de expresión bajo la Primera Enmienda”.
Zuckerberg, por supuesto, no dijo que así hubiera sido. Dijo que la libertad de expresión había ayudado al movimiento a tener éxito. Que la libertad de expresión también se desplegara contra el movimiento, a veces con efectos peligrosos, no refuta el punto. King e Ifill, como Zuckerberg, nos están pidiendo implícitamente que consideremos un escenario alternativo en el que las leyes y las costumbres de Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960 habían sido menos protectoras de la libertad de expresión. En esa situación, ¿una autoridad central sabia y benevolente habría evitado que Hoover difundiera mentiras sobre King? Parece mucho más probable que Hoover y sus aliados hubieran sido la autoridad central que censuraba a sus enemigos.
El riesgo de que el poder sea mal utilizado también es la razón por la cual Warren y Biden se equivocan al pedirle a Facebook que decida sobre las afirmaciones de los políticos. La verdad o la falsedad de esas afirmaciones a menudo se disputa. Considere el historial de los verificadores de hechos.
El Post recientemente criticó al senador Bernie Sanders por exagerar el número de bancarrotas causadas por deudas médicas. (También creo que Sanders está equivocado). Sin embargo, ¿mejoraría realmente nuestro debate político si Facebook se negara a transmitir el argumento de Sanders o le diera una calificación “falsa” a sus mensajes? Lo dudo: es probable que un Facebook que asumiera dicha medida podría silenciar en extremo los discursos verdaderos y valiosos.
A otro veterano de la lucha por los derechos civiles, Walter Fauntroy, se le preguntó una vez cómo el movimiento finalmente pudo lograr un cambio rápido. “Dios Todopoderoso y la Primera Enmienda”, respondió. Eso no significa que Facebook deba seguir una política de todo vale, lo cual no hace. Pero sí implica que la empresa se equivoca al permitir un exceso de discursos en lugar de muy poco.