Hace poco menos de cuatro años, los hermanos Joesley y Wesley Batista estaban en las celdas de una prisión brasileña con literas de concreto y con su multimillonario imperio cárnico a punto de colapsar en uno de los mayores escándalos de corrupción empresarial del mundo.
Hoy, no solo son hombres libres, sino su que su empresa, JBS, vale tres veces más de lo que valía entonces, opera en 20 países y controla una cuarta parte del procesamiento de carne de vacuno de Estados Unidos. Los hermanos, con un valor de US$ 5,800 millones, tienen participaciones en empresas con US$ 28,000 millones en activos, superando a todos los demás magnates de la carne.
Su resurgimiento, como el de Lázaro, se debe en parte al doble impacto de los precios de los alimentos por la pandemia –escasez de oferta y aumento de la demanda– que está haciendo ricos a muchos en el sector alimentario en este momento. Pero es más que eso. Es un testimonio de la realización de acuerdos políticos a cara descubierta, de la eficiencia despiadada (como usar cada centímetro de una canal), mientras transitan hacia alternativas de origen vegetal y buscan cotizar en EE.UU.
“JBS es un excelente ejemplo de la forma brasileña de hacer negocios”, dijo Luís André Azevedo, profesor de la Facultad de Derecho de la Fundación Getulio Vargas, apuntando a las profundas y antiguas conexiones políticas de la empresa.
El verdadero truco ha sido no solo explotar esas conexiones, sino traicionarlas. En el 2017, los hermanos delataron a una red de políticos que habían cultivado durante años a través de donaciones legales y extraoficiales. Lo que siguió fue un escándalo tan extendido que llevó al “Día de Joesley”, uno de los peores descalabros del mercado en la historia de Brasil.
El mes pasado, cuando JBS fue blanco de un masivo ciberataque, pagó un rescate de US$ 11 millones en bitcóin, poniendo fin a las graves interrupciones en la producción de carne en Norteamérica y Australia.
La saga de los Batista está impregnada de proximidad al poder. El patriarca José Batista Sobrinho, de 87 años, fundó la empresa que lleva sus iniciales en 1953 y pronto se instaló en la ciudad de Brasilia, aún por construir, vendiendo carne a los trabajadores de la construcción que levantaban la nueva capital nacional. Sus hijos pronto se unieron a él.
Fueron Joesley, de 49 años, y Wesley, de 51, quienes la convirtieron en un imperio mundial de la carne durante una década de adquisiciones por US$ 20,000 millones, financiadas con acciones y deuda, con la ayuda del banco de desarrollo estatal de Brasil. Su objetivo eran empresas mal administradas de todo el mundo y las transformaban.
“Es una combinación de muy buena ejecución y buenas adquisiciones que les permitió diversificar el negocio y generar buenos retornos”, señaló Leandro Fontanesi, encargado de la cobertura de alimentos y agronegocios en Bradesco BBI.
También se ha tratado de decisiones a sangre fría.
En el 2017, cuando Brasil trataba de erradicar la corrupción, encarcelando a políticos y empresarios, Joesley y Wesley, que estaban metidos de lleno en ella, tuvieron que tomar una decisión.
Describieron a los fiscales una red de sobornos que abarcaba a más de 1,800 políticos que supuestamente facilitaban el acceso a bancos y fondos de pensiones propiedad del Gobierno en un momento en que las autoridades brasileñas desembolsaban dinero barato a múltiples empresas con la esperanza de crear “campeones nacionales”. La agitación que siguió estuvo a punto de derrocar a un presidente.
Los hermanos, que se negaron a ser entrevistados para este artículo, se vieron obligados a abandonar las operaciones cotidianas, mientras que el holding de la familia, J&F, acordó pagar 10,300 millones de reales (US$ 2,000 millones) a las autoridades brasileñas durante 25 años, a lo que siguió un acuerdo similar con el Departamento de Justicia de EE.UU. por US$ 256 millones el año pasado.
Para apaciguar a los acreedores, se deshicieron de 12,000 millones de reales en activos, incluido un fabricante de sandalias, un productor de lácteos y empresas en Uruguay y Paraguay, en una compleja reestructuración de deuda que podría haber destruido la empresa. También tuvieron que convencer a los ganaderos de que esperaran hasta que tuvieran dinero para pagarles mientras persuadían a ejecutivos clave, como el actual presidente global, Gilberto Tomazoni, para que se quedara en la empresa.
Después de todo, la familia Batista mantuvo el control de su preciada empacadora de carne.
Wesley y Joesley nunca retomaron las riendas del negocio y desaparecieron de la vida pública. Otros miembros de la familia comenzaron a ingresar al negocio. El principal de ellos es Wesley Batista Filho, de 30 años, quien ahora maneja unidades clave en JBS y está siendo preparado para un puesto de alto nivel. Siguiendo la tradición familiar, comenzó a trabajar en la matanza de animales, aprendiendo cada parte de la canal.
Por supuesto, los Batista no son los únicos empacadores de carne a los que les está yendo bien. La pandemia ha sido perjudicial y lucrativa para muchos otros. Los brotes del virus entre el personal de los frigoríficos hicieron subir los precios de las proteínas animales a medida que los consumidores clamaban por suministros, mientras que los confinamientos provocaron un exceso de ganado sin precedentes que exprimió a los ganaderos y redujo los costos de los mataderos.
JBS ha superado a la mayoría de sus pares con un aumento del 69% en las ganancias antes de partidas en el último año, según datos compilados por Bloomberg. Su rival brasileña Marfrig Global Foods también ha tenido buenos resultados, con un aumento del 38%. El propietario de Marfrig, Marcos Molina, acordó, sin reconocer su culpabilidad, pagar una indemnización en una investigación de soborno en 2018.
Además de aprovechar el presente, la estrategia de JBS consiste en anticiparse al futuro.
“JBS y Tyson están en proceso de reinventarse como empresas de proteínas y no solo compañías de carne”, dijo Jennifer Bartashus, analista senior de alimentos envasados y productos básicos minoristas de Bloomberg Intelligence. “Se están involucrando cada vez más en alternativas basadas en plantas”.
Esto ha significado volver al modo de adquisiciones en serie, comprando empresas más pequeñas en todo el mundo, incluida una empresa alemana que fabrica sustitutos de la carne de origen vegetal.
Su objetivo final, como han declarado muchos ejecutivos de JBS a lo largo de los años, es la cotización del gigante cárnico en EE.UU. Su rival Tyson Foods, que cotiza en Nueva York, vale casi el doble, aunque JBS lo supera en casi todas las métricas.
Para apaciguar las preocupaciones sobre la gobernanza, los Batista han agregado varios puestos de alto nivel en las áreas de cumplimiento y control a su empresa insignia JBS desde el 2017, dijo Flavia Bedran, analista de crédito de S&P Ratings. Pero hay un cambio clave que aún no han abordado: la junta sigue estando formado en su mayoría por miembros de la familia y ejecutivos con vínculos con JBS, advierte.
También tienen que hacer frente a las críticas de los activistas ambientales que dicen que no están haciendo lo suficiente para eliminar la deforestación. JBS se ha comprometido a invertir US$ 1,000 millones durante la próxima década para reducir las emisiones de carbono e implementar otras iniciativas, al tiempo que se compromete a hacer un seguimiento de manera más efectiva del origen del ganado que compra.
“Así que están tomando las medidas adecuadas para mejorar la percepción de los inversionistas y creo que la salida a bolsa también ayudará”, dijo Fontanesi, de Bradesco. “Se percibirá como otro paso positivo hacia una mayor transparencia y una mejor gobernanza”.
Puede que no sea fácil.
Este año, los Batista intentaron sacar a bolsa en EE.UU. una apuesta paralela de fintech que la familia hizo en el 2015. La operación, en la que buscaban una valoración de US$ 8,000 millones para su firma de pagos PicS Ltd, fue descartada por ahora, según personas familiarizadas con el tema. Los inversionistas exigieron un descuento mayor, según las personas, que pidieron no ser identificadas porque las conversaciones no son públicas.
Después de renunciar a la salida a bolsa, la familia se comprometió a invertir 3,000 millones de reales en la empresa, conocida como PicPay, de su propio bolsillo hasta el 2023, con planes de reanudar la salida a bolsa en ese momento, dijo una persona al tanto de los planes. Un representante de PicPay, dirigida por otro miembro de la familia Batista, José Antonio Batista, confirmó que la transacción se había pospuesto, sin agregar más detalles.
Sin embargo, un reciente escándalo de fijación de precios del pollo en EE.UU. demuestra que los inversionistas tienden a centrarse en el producto principal y no en los acuerdos secundarios o en las turbulencias pasadas, argumenta Bartashus, de Bloomberg Intelligence.
“En la industria de la carne, la gente tiende a seguir adelante”, observó.