Por Alex Webb
Facebook Inc. ha defendido durante mucho tiempo su postura indiferente hacia la desinformación en sus redes argumentando que de imponer condiciones más estrictas, este tipo de contenido proliferaría, de cualquier forma, en otras partes. Resulta más útil controlar la conversación… o algo así.
Pero empujar la información falsa y la incitación a la violencia hacia los rincones más oscuros de la red podría ser una buen idea.
Durante mucho tiempo, la línea de razonamiento de Facebook ha parecido poco sincera, sobre todo por la cantidad de personas que recurren al gigante de las redes sociales. Mensualmente, cuenta con 2,500 millones de usuarios en sus plataformas, en las que están incluidas Instagram y WhatsApp.
Junto con YouTube, de Alphabet Inc., estas plataformas atraen la mayor cantidad de gente jamás evidenciada en el mundo. ¿En qué otro lugar podría la desinformación encontrar una audiencia tan masiva?
La prohibición de Donald Trump por parte de Facebook, junto con una decisión similar de Twitter Inc., nos podría ayudar a averiguarlo. La primera alternativa para muchos fue Parler, una aplicación de redes sociales que se jacta de ser un bastión de la libertad de expresión y está respaldada por la multimillonaria familia Mercer.
Pero tal libertad de expresión tuvo un costo: la semana pasada, la red fue incapaz de moderar el contenido que organizó los actos violentos en el Capitolio. Como consecuencia, Amazon.com Inc. sacó al sitio de sus servidores, mientras que Apple Inc. y Google eliminaron su aplicación de sus tiendas móviles.
Desde entonces, Trump ha dicho que puede construir su propia red social mientras que Parler se esfuerza por reponerse.
Pase lo que pase con Parler, sacar las corrientes más extravagantes del discurso político de las principales plataformas podría ser algo bueno. Para impulsar la participación de los usuarios, las empresas de redes sociales tienden a recompensar el contenido provocativo con una mayor exposición, al mismo tiempo que implementan algoritmos que personalizan los feeds de los usuarios.
Eso produce motores que incuban y acentúan la radicalización, lo que podría tener el efecto de convertir a los moderados en radicales.
Facebook está eliminando todas las menciones del lema “detener el robo”, que fue utilizado por los teóricos de la conspiración electoral de Estados Unidos, mientras que Twitter ha bloqueado más de 70,000 por difundir teorías de conspiración asociadas a QAnon.
Si se alienta a QAnon, a los conspiradores del fraude electoral, y a quienes promueven que la tierra es plana, a mudarse a otro lugar, por ejemplo a Parler, o a Gab, un sitio supuestamente frecuentado por supremacistas blancos, entonces se reduciría el número de personas que transitan la corriente principal y estas serían expulsadas hacia sus vórtices llenos de conspiraciones.
Los usuarios de la red tendrían que buscar con mayor ahínco información errónea sobre el covid-19 o campañas antivacunación, en lugar de encontrarla orgánicamente en sus feeds de Facebook o YouTube.
Este enfoque, por supuesto, no acabaría con la radicalización en línea, según Dipayan Ghosh, autor del libro “Terms of Disservice: How Silicon Valley Is Destructive by Design” (Términos del mal servicio: Cómo Silicon Valley es destructivo por diseño). Incluso, podría empujar a los que ya están dentro de la burbuja a un frenesí todavía más violento. Pero es “lo correcto porque elimina las opiniones extremistas de la corriente principal”, dijo.
Las principales plataformas no necesitan preocuparse porque alguna otra las supere. A pesar de todas las afirmaciones del director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, de que la competencia en las redes sociales es feroz, el gigante de la publicidad sigue aumentando el número de usuarios, los ingresos y las ganancias.
Su liderazgo no es fácil de superar. En noviembre, el recuento máximo de usuarios activos diarios de Parler fue de solo 3.4 millones a nivel mundial, y solo tuvo 1.6 millones de usuarios diarios la semana pasada, según la firma de análisis de aplicaciones Apptopia. Eso es el 0.09% de los 1,800 millones de personas que inician diariamente sesión en un servicio de Facebook.
La competencia solo representará una amenaza para el dominio de Facebook y YouTube cuando logren ser capaces de construir modelos comerciales sostenibles. Eso significa asegurar dólares en publicidad, lo cual no es sencillo dado que es menos probable que las marcas quieran incluir anuncios junto al contenido problemático.
También significa administrar estrictamente los costos. Google y Apple ya lo han puesto más difícil para Parler, al estipular que debe cumplir con sus propias políticas de moderación de contenido si desea que su aplicación esté disponible en cualquiera de las dos tiendas.
En otras palabras, la aplicación necesita contratar a una gran cantidad de moderadores de contenido. Es lo correcto, dada la evidencia de que los disturbios de la semana pasada se planearon en la plataforma. Facebook también tuvo que haber incorporado esos costos en su negocio desde el principio, pero optó inicialmente por gastos generales bajos para escalar rápidamente.
Sacar los discursos políticos más extremos de la corriente principal formalizaría las burbujas de contenido que, en esencia, ya existen. El resultado estaría muy lejos de la visión ciberutópica del internet que se tenía en la década de 1990, la de un pueblo verde o un ágora para el intercambio libre y abierto de ideas. Estaría lejos, pero sería lo mejor.