La mayoría de jefes y trabajadores han pasado por crisis económicas antes. Saben que en cada ocasión el sufrimiento es diferente, y que los empresarios y compañías han sabido adaptarse y recuperarse de esas situaciones.
Aun así, el impacto que azota el mundo de los negocios es desalentador. Con países que representan más del 50% del PBI mundial en cuarentena total, el colapso de la actividad comercial es mucho más grave que en recesiones anteriores.
El camino de salida de los confinamientos será precario, con consumidores preocupados, un ritmo de arranque y parada que inhibe la eficiencia y nuevos protocolos de salud complicados. Y a la larga, las empresas que sobrevivan tendrán que dominar un nuevo entorno a medida que la crisis y la respuesta a ella aceleren tres tendencias: una adopción revitalizadora de nuevas tecnologías, un retiro inevitable de las libres cadenas de suministro globales y un aumento preocupante de oligopolios conectados
Muchas empresas están asumiendo este escenario con valentía, con jefes, cargados de adrenalina, que transmiten mensajes entusiastas a su personal. Gigantes corporativos (normalmente inflexibles) se siguen sumando al servicio público. LVMH, el proveedor parisiense de perfume Dior, está produciendo desinfectante de manos; General Motors ya fabrica ventiladores así como más camionetas; y el fundador de Alibaba, Jack Ma, está distribuyendo mascarillas en todo el mundo. Además, los feroces rivales del comercio minorista están cooperando para garantizar que los supermercados estén abastecidos.
Pocas empresas que cotizan en bolsa han hecho públicos sus cálculos del daño financiero derivado de la hibernación de los negocios. Como resultado, los analistas de Wall Street esperan solo una ligera caída en las ganancias este 2020.
No se deje engañar por todo esto. En la última recesión, dos tercios de las grandes empresas estadounidenses sufrieron una caída en las ventas. En el peor trimestre, la caída media fue del 15% interanual. En esta recesión, será común ver caídas de más del 50%, en tanto las principales zonas comerciales se convierten en pueblos fantasmas y las fábricas están cerradas. Numerosos indicadores sugieren una presión extrema.
La demanda mundial de petróleo ha caído hasta un tercio; el volumen de automóviles y piezas enviadas en los ferrocarriles estadounidenses ha disminuido en un 70%. Muchas empresas solo tienen suficientes inventarios y efectivo para sobrevivir durante tres a seis meses. Como resultado, han comenzado a despedir a trabajadores o suspender sus labores. En la quincena al 28 de marzo, 10 millones de estadounidenses solicitaron beneficios de desempleo. En Europa, cerca de 1 millón de empresas se apresuraron a reclamar subsidios estatales para los salarios del personal inactivo. Los dividendos y la inversión se están reduciendo.
El dolor se profundizará a medida que los impagos caigan en cascada a través de las cadenas de pago nacionales. H&M, un minorista, está pidiendo periodos de gracia de alquiler, perjudicando a las empresas de propiedad comercial. Algunas cadenas de suministro que unen a muchos países se han paralizado debido a los cierres de fábricas y las restricciones fronterizas. El bloqueo de Italia ha interrumpido el flujo global de todo, desde queso hasta componentes de turbinas a reacción.
Las fábricas chinas están volviendo a arrancar motores. Los proveedores de Apple insisten valerosamente en que habrá nuevos teléfonos 5g a finales de este año, pero ellos son parte de un complejo sistema que es tan fuerte como su eslabón más débil. El Gobierno de Hong Kong dice que sus empresas se tambalean a medida que las multinacionales cancelan pedidos e ignoran las facturas. La tensión financiera revelará algunos fraudes asombrosos. Luckin Coffee, una gran cadena china, admitió hace poco un desfalco contable.
En las últimas dos recesiones, aproximadamente una décima parte de las empresas con calificaciones crediticias incumplieron sus pagos en todo el mundo. Las que sobrevivan ahora depende de su industria, sus balances y la facilidad con la que pueden acceder a préstamos, garantías y ayuda del gobierno, que ascienden a US$ 8 billones solo en las grandes economías occidentales. Si su empresa vende golosinas o detergentes, las perspectivas son buenas.
Muchas compañías tecnológicas están viendo una demanda creciente. Las pequeñas empresas sufrirán más: el 54% en Estados Unidos están cerradas temporalmente o esperaban estarlo este mes. Ellas carecen de acceso a los mercados de capitales; y sin amigos en las altas esferas, les costará mucho obtener ayuda del gobierno. Hasta hace una semana, solo se había desembolsado el 1.5% del paquete de ayuda estadounidense de US$ 350,000 millones para pequeñas empresas y el esfuerzo de Gran Bretaña también ha sido lento.
Los bancos están luchando para lidiar con reglas contradictorias y una avalancha de solicitudes de préstamos. El resentimiento podría propagarse durante años.
Una vez que los países empiecen a salir de sus confinamientos y aumenten las pruebas de anticuerpos, comenzará una nueva fase intermedia.
Las empresas seguirán caminando, no corriendo (China todavía solo funciona al 80-90% de su capacidad). El ingenio, y no solo el poder financiero, se convertirá en una fuente de ventaja, permitiendo a las empresas más inteligentes operar más cerca a la velocidad máxima. Eso significa reconfigurar las líneas de fábrica para que exista un distanciamiento físico, monitoreo remoto y limpiezas profundas.
Las empresas orientadas al consumidor necesitarán tranquilizar a los clientes: imagine asistir a conferencias donde entregan mascarillas n95 junto con el programa y restaurantes publicitando sus normas de chequeo del virus. Más de una cuarta parte de las 2,000 empresas más importantes del mundo tienen más efectivo que deuda. Algunos comprarán rivales para expandir su participación en el mercado o asegurar su suministro y distribución. El trabajo de las juntas directivas no es solo mantenerse a flote, sino también evaluar las perspectivas a largo plazo.
Todo está encaminado para que la crisis intensifique tres tendencias. Primero, una adopción más rápida de nuevas tecnologías. El planeta está teniendo un curso intensivo en comercio electrónico, pagos digitales y trabajo remoto. Se avecinan más innovaciones médicas, incluyendo las tecnologías de edición de genes.
En segundo lugar, las cadenas de suministro mundiales se reestructurarán, acelerando el cambio desde que comenzó la guerra comercial. Al 8 de abril, Apple tenía solo diez días de inventario y su principal proveedor en Asia, Foxconn, 41 días. Las empresas buscarán mayores amortiguadores de seguridad y una masa crítica de producción cerca de casa utilizando fábricas altamente automatizadas. La inversión empresarial transfronteriza podría caer un 30-40% este año. Las empresas globales serán menos rentables pero más resistentes.
El último cambio a largo plazo es menos seguro y más desagradable: un nuevo aumento de la concentración empresarial y el favoritismo, a medida que el efectivo del gobierno inunda el sector privado y las grandes empresas se vuelven aún más dominantes. Ya dos tercios de las industrias estadounidenses se han concentrado más desde la década de 1990, minando la vitalidad de la economía. Ahora, algunos jefes poderosos anuncian una nueva era de cooperación entre políticos y grandes empresas, especialmente aquellos en la lista cada vez mayor de empresas que se consideran "estratégicas".
Los votantes, consumidores e inversores deberían luchar contra esta idea, ya que significará más corrupción, menos competencia y un crecimiento económico más lento. Como todas las crisis, la calamidad del Covid-19 pasará y con el tiempo se desatará una nueva ola de energía empresarial. Sería mucho mejor si esto no es reprimido por gobiernos permanentemente sobredimensionados y una nueva oligarquía de empresas bien conectadas.