El ajustado acceso a la energía y el cambio climático en el 2022 afectó a millones de persona en el mundo y se necesitan acciones rápidas para revertir la situación.
El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) detalló que la demanda mundial de electricidad del año pasado se incrementó en 3% (389 teravatios-hora), a comparación del primer trimestre del 2021. Es más, señaló que los precios de energía a fines del 2022 han aumentando promedio un 50%.
Ante la problemática presente, es vital la presencia de una red inteligente para frenar las interrupciones del suministro de energía y cuidar el planeta Tierra.
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No obstante, el WEF estima que la tarea es “compleja” por la conversión de las estructuras de red energética a este nuevo modelo, pues “se requiere un abordaje sistemático y modelo trabajo abierto y colaborativo”.
En primer lugar queda claro que la estructura actual de la red energética es inestable porque su flexibilidad y apertura son limitadas para el uso de tecnologías renovables.
Se debe precisar que las redes energéticas tradicionales trabajan mediante un flujo unidireccional desde fuentes descentralizadas (carbón, energía nuclear gas) hasta los puntos de consumo (hogares, empresas y centro de datos).
El alto consumo de energía abrió la necesidad de construir una central eléctrica; sin embargo, estar bajo el mismo modelo de red no puede atender las altas demandas ni produce el 100% de energía a partir de fuentes renovables.
¿Qué es una red Inteligente?
Según el WEF, una red inteligente es “una red distribuida de energías renovables limpias que se caracteriza por unidades de generación de energía a pequeña escala conectadas a la red eléctrica, desplegada en el borde de la red existente”.
También añade que esta red incorpora todas las cargas distribuidas para que actúen como cargas tradicionales basadas en carbono.
Es más, la energía fluye omnidireccionalmente desde la fuente de generación y todo el sistema se equilibra en tiempo real para consolidar el suministro desde fuentes de energía intermitentes (solar y eólica). Ello permite que los proveedores de energía tengan la flexibilidad para distribuir esta materia.
Para lograr ello, una red inteligente debe contar con un nivel avanzando de computación en el borde de la red para la gestión y optimización de cargas intermitentes altamente distribuidas.
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También requiere un enfoque de “sistema total”, que comprende de múltiples componentes, para el equilibrio de las diversas fuentes de energía fluctuantes, los niveles de consumo y nuevas tecnologías renovables.
El Foro Económico Mundial destaca que las industrias “deben basarse en software o hardware que permitan a empresas y proveedores comprender mejor a sus clientes y optimizar la infraestructura necesaria para ofrecer los resultados deseados”.
Para la Agencia Internacional de Energía estima que la inversión en redes eléctricas sería alrededor de US$ 600,000 millones hasta el 2030, con el fin de que el sector energético mundial logre las emisiones netas de carbono cero en el 2050.