Cuando las personas tienen claras sus metas y objetivos, lo que sigue es ver la manera de alcanzarlas. De ir "fondeando" esas metas poco a poco, mediante el ahorro y, posteriormente, la inversión.
En ese sentido hay que tomar en cuenta nuestros ingresos, pero también la manera como gastamos nuestro dinero. Algunos gastos son fijos e importantes, como la renta o hipoteca, la luz o el gas. No podemos prescindir de ellos: tenemos que pagar esas facturas. En el mejor de los casos, podremos reducir un poco nuestro consumo, pero no de manera significativa.
De hecho, la cantidad que hemos decidido tomar mensualmente para fondear nuestras metas debe ser considerado también un gasto fijo y el más importante. La primera cuenta que debemos pagar cuando recibimos nuestro ingreso.
Pero siendo realistas, como el ingreso es limitado, tendremos que ver la mejor manera de distribuirlo. No nos alcanza para todo y por eso tenemos que tomar decisiones, atendiendo precisamente a nuestras prioridades: a lo que es más importante para nosotros.
Como hay poco que podemos hacer con respecto a nuestros gastos fijos e importantes, tendremos que enfocarnos en nuestro gasto discrecional.
Aquí quiero hacer una acotación: si uno tiene deudas, éstas se convierten en un gasto fijo e importante. Tenemos que pagarlas sí o sí. Por eso siempre digo: las deudas comprometen nuestro flujo de efectivo futuro.
Pero además, las deudas de corto plazo, como las tarjetas de crédito, conllevan un costo financiero importante. La buena noticia es que se pueden eliminar, aunque poco a poco. Por eso, el primer paso para quienes tienen este tipo de deudas, es hacer un plan para salir de ellas lo antes posible. Ésta se debe convertir en la primera prioridad.
Ahora bien, regresando al flujo de efectivo, debemos comprender cuáles son nuestros patrones de consumo, qué cosas son importantes y a partir de ahí tomar decisiones. Por ejemplo, si queremos contratar un servicio de suscripción recurrente, sabremos cómo eso puede afectar nuestro flujo de efectivo. Si tenemos que cambiar nuestro automóvil, podremos saber para qué modelo nos alcanza sin que se afecte el dinero que aportamos para nuestras metas.
Para ello, es importante llevar un registro de gastos. Nos permite comprender precisamente esos patrones. ¿En qué gastamos mucho? Pero también nos permite tomar decisiones, hacer algo al respecto. ¿Realmente son cosas que nos importan, que nos acercan a lo que de verdad queremos lograr?
También nos puede ser útil para comprender qué sucede en los meses que tenemos flujo de efectivo negativo, es decir en los que gastamos más de lo que ganamos. En México es muy común que esto suceda durante la época navideña o la temporada de regreso a clases. O durante eventos como el Buen Fin, en el cual muchas personas incurren en préstamos que aunque son a "meses sin intereses", de igual manera afectan su flujo de efectivo.
Se dice que para poder generar un patrimonio, uno tiene que tener un flujo de efectivo positivo. Es decir, tener un excedente, gastar menos de lo que ganamos. Esto es obvio: no puede ser de otra manera. Un flujo de efectivo negativo necesariamente implica incurrir en deuda (o quemar el dinero que con tanto esfuerzo hemos logrado ahorrar).
Pero yo prefiero verlo de otra forma: aspirar a un flujo de efectivo "cero". Si intentamos ahorrar con base en excedentes, en lo que nos sobra, nunca lo lograremos. Como mencioné, el dinero que destinamos a nuestras metas financieras debe estar en nuestro presupuesto, debe ser una factura como la luz, la renta o hipoteca, pero más importante porque se trata de nuestras prioridades. Ésa es la clave para lograr lo que queremos en la vida.
Diario El Economista de MexicoRed Iberoamericana de Prensa Econòmica (RIPE)