Hasta hace relativamente poco, no mucho más de 25 años, se pensaba que la música era procesada en el hemisferio derecho del cerebro, como sucede con otras actividades creativas. Sin embargo, la tecnología ha permitido entender que escuchar música, cantar o tocar un instrumento, activa múltiples partes del cerebro en simultáneo.
Al escuchar una canción que nos gusta, por ejemplo, no solamente estamos identificando melodías y ritmos, si no que también se generan respuestas emocionales, se hacen presente recuerdos que parecían olvidados, y en muchos casos incluso nos motiva a activar movimiento en algunas partes de nuestro cuerpo.
Esta complejidad de respuestas y conexiones cerebrales se hace evidente al ver cómo algunas personas con daño cerebral pueden cantar cuando todavía no recuperan el habla o pueden tocar un instrumento cuando todavía no recuperan la capacidad de amarrarse las zapatillas.
De forma muy concreta, la música puede ayudarnos en nuestro día a día a concentrarnos mientras trabajamos o estudiamos, a mejorar nuestro rendimiento al hacer deporte, y a relajarnos antes de dormir.
Si bien hay algunas sugerencias generales que proponen cierta música clásica para concentrarnos o música más movida para hacer deporte, es importante entender que la música genera reacciones distintas en cada persona y que importa mucho nuestra preferencia personal. La reacción del cerebro a la música que escuchamos es distinta si es música que nos gusta o no nos gusta.
Asimismo, escuchar música puede ayudarnos a fortalecer el sistema inmunológico porque promueve la creación de anticuerpos en nuestro organismo; a reducir el estrés y la ansiedad, ya que regula los niveles de cortisol; y a mejorar nuestro humor y estado de ánimo, ya que facilita la generación de dopamina.
Un estudio con adultos mayores mostró que luego de algunas clases para aprender piano, habían mejorado su atención y memoria, así como su estado de ánimo, lo que tuvo un impacto directo en su calidad de vida.
Imposible no pensar en mi abuela, quien, habiendo pasado los 100 años, podía aún cantar de memoria canciones de su juventud. No dejemos nunca de darle un lugar en nuestra vida a este fenómeno universal que es la música. Nunca permitamos que deje de sonar.
Claves
- Escuchar música que nos gusta activa el sistema opioide del cerebro. Escuchar música que no nos gusta genera cortisol, hormona vinculada al estrés.
- Aprender a tocar un instrumento a cualquier edad mantiene activo el cerebro y puede ayudar a retrasar el deterioro cognitivo.
- Se ha identificado que niños que han estudiado música tienen una conexión más fuerte entre los dos hemisferios de su cerebro.