En setiembre de 1954, el cuerpo de un niño de tres años fue hallado en la quebrada de Armendáriz. La policía detuvo al afroperuano, de 32 años, Jorge Villanueva Torres. Un ladrón de poca monta que vivía en una covacha ubicada en la quebrada y al que un turronero dijo haber visto con el pequeño. La fiscalía acusó a Villanueva de ultrajar y matar al menor y pidió la pena de muerte. A pesar de que se demostró que no hubo violación y de la falta de evidencia para probar el asesinato, en diciembre de 1957, el monstruo de Armendáriz, como lo bautizó la prensa, fue fusilado.