Desde las pasarelas internacionales hasta los mercados locales, la artesanía se ha convertido en un símbolo de autenticidad, sostenibilidad y creatividad, en prendas que apuestan por una vuelta a lo hecho a mano con técnicas tradicionales que se adaptan a las tendencias contemporáneas.
De la mano de la corriente de la moda lenta, que apuesta por ensalzar prendas destinadas a durar en el armario y realizadas con materiales de calidad en procesos de fabricación sostenibles, la artesanía toma impulso como una forma de revalorizar técnicas ancestrales, revestidas de tendencia.
El crochet, un clásico reinventado
Una de las técnicas artesanales más destacadas de esta temporada es el crochet, en prendas que lucen desde Kendall Jenner a Rihanna o Dua Lipa y que firmas como Victoria Beckham utilizan en sus últimas colecciones.
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Esta técnica, con la que se teje con una aguja de gancho, ha sido redescubierta por diseñadores de renombre que la incorporan en sus colecciones de verano. Firmas como Zimmermann, Ulla Johnson y Jacquemus presentan prendas de crochet que van desde vestidos y tops hasta trajes de baño y accesorios.
Caracterizado por su versatilidad y por permitir la creación de piezas únicas con texturas y patrones intrincados, en la realización de estas prendas artesanos de todo el mundo utilizan hilos de algodón, lino y otras fibras naturales, promoviendo la sostenibilidad.
En países como España, México y Brasil, donde la tradición del crochet está profundamente arraigada, pequeños talleres artesanales han resurgido por la demanda de sus productos.
El macramé, la elegancia del nudo
Otra técnica que capta la atención de la moda es el macramé, hecho con nudos, que se utiliza para crear una variedad de prendas y accesorios.
Diseñadores como Stella McCartney y Dior han incorporado el macramé en sus colecciones para añadir un toque bohemio y sofisticado a cualquier look, mientras que firmas como Paloma Wool la incorporan en bolsos de amplia capacidad.
El macramé se realiza a mano, anudando hilos de diferentes materiales como algodón, yute o cáñamo, para formar patrones decorativos y funcionales. Esta técnica, que requiere una gran destreza manual, se ha convertido en un símbolo de la moda lenta, contraria a la producción masiva y rápida de la industria tradicional.
En destinos como Ibiza (España), Tulum (México) y Bali (Indonesia), el macramé es una parte integral del estilo de vida y la moda local, con artesanos que dedican horas a crear piezas detalladas y personalizadas.
Bordados tradicionales
Los bordados también se han posicionado como una técnica artesanal clave en las colecciones, sobre todo de verano. Marcas como Valentino, Gucci y Chloé han destacado el valor de los bordados tradicionales en sus propuestas, incorporando motivos florales, geométricos y culturales en sus prendas.
En regiones como Andalucía (España), Chiapas (México) y Gujarat (India), el bordado es una práctica ancestral, transmitida de generación en generación. Las prendas bordadas a mano no solo son un testimonio de la habilidad y creatividad de los artesanos, sino también una manifestación de la identidad cultural y el patrimonio local.
Palomo Spain o Juan Carlos Pajares son algunos de los diseñadores españoles en utilizar esta técnica, que realizan sus equipos de bordadoras locales, aplicando técnicas que se aprenden de generación en generación de bordadoras, con lo que mantienen esta herencia cultural.
La vuelta de los tintes naturales
La tendencia hacia lo natural y sostenible también se refleja en el uso de tintes naturales. Técnicas como el ‘shibori’ japonés o el ikat indonesio, que utilizan tintes extraídos de plantas y minerales, son adoptadas por diseñadores que buscan alternativas ecológicas a los procesos de teñido industrial.
Marcas como Eileen Fisher y Patagonia han liderado esta tendencia, creando prendas teñidas con métodos naturales que no dañan el medioambiente a través de este proceso, en el que se usan pigmentos de insectos, hojas, cortezas y raíces para obtener una gama de colores que va del índigo hasta amarillos o rojos vibrantes.