La llamada de una desconocida llegó cuando Dianne Green más la necesitaba. En la casa donde crió cuatro hijos, llorando la muerte reciente de familiares, sin animarse a ver a sus nietos y bisnietos por el COVID-19, nunca se había sentido tan sola. Hasta que un día sonó su teléfono celular.
Y escuchó la voz alegre de Janine Blezien, una enfermera de un programa de “llamadas de amigo” de un hospital creado durante la pandemia para ayudar a personas mayores que están solas. Blezien, de 57 años, vive con dos perros rescatados, Gordy y Kasey, en un suburbio a unos 10 kilómetros (6 millas) del departamento donde vive Green.
“No me habló tonterías preparadas. Daba la sensación de que realmente se interesaba por mí”, comentó Green, de 68 años, quien fue empleada municipal. Las dos mujeres se hablaron seguido y se hicieron amigas sin haberse visto nunca. “Digo que es mi ángel guardián”, agregó.
La soledad no es algo nuevo, pero los expertos creen que empeoró con la pandemia. Hay indicios de que puede afectar la salud y acortar vidas, igual que la obesidad y el cigarrillo. Además de trastornos emocionales, algunos estudios señalan que la soledad puede causar problemas físicos, incluidas inflamaciones y complicaciones hormonales capaces de endurecer los vasos sanguíneos y aumentar la presión arterial.
Sin embargo, la soledad “ha sido ignorada básicamente” como un problema de salud pública, opinó Ada Stewart, presidenta de la Asociación Americana de Médicos de Familia. En Estados Unidos, por ejemplo, no hay una diagnosis médica ni se recomienda ver si representa un problema.
“Ahora la pandemia saca todo esto a la luz”, dijo Steward. “Es algo real”.
Un mes antes de que se declarase la pandemia, las Academias Nacionales dijeron en un informe que un tercio de los adultos estadounidenses de 45 años para arriba se sentían solos. Otros estudios indicaron que, sorpresivamente, entre los adultos más jóvenes el porcentaje es incluso más alto.
Un estudio británico del 2018, por otro lado, analizó 55,000 personas de 237 países y determinó que la soledad afecta al 40% de los adultos jóvenes, comparado con el 27% de las personas mayores de 75 años. El porcentaje era más alto en los países que valoran el éxito individual por sobre el colectivo, como Estados Unidos.
Todavía no se conoce el impacto de la pandemia en este frente.
El director de sanidad de Estados Unidos Vivek Murthy ha dicho que la soledad es una crisis de salud pública y que buena parte del mundo “ya enfrentaba altos niveles de soledad antes del COVID-19”.
“La pandemia enfoca la atención en esta batalla y nos recuerda algo bien sabido: Que nos necesitamos los unos a los otros”, dijo en un correo electrónico.
El Reino Unido creó en el 2018 un ministerio para lidiar con la soledad. En febrero, tras una ola de suicidios, Japón lo imitó.
La actual ministra británica de salud, la baronesa Diana Barran, dijo que la pandemia la tiene más ocupada que nunca.
“Tengo muchas responsabilidades, pero sospecho que recibo ocho o diez veces más reportes de problemas asociados con la soledad que con cualquier otro tema”, señaló.
Entre las soluciones que se ensayan figura el apoyo a la salud mental a través de mensajes de textos para los jóvenes, visitas de voluntarios para conversar a una distancia segura con personas mayores y una campaña para alentar el uso de medias amarillas como señal de la soledad que sienten adolescentes y adultos jóvenes.
Claire Muhlawako Madzura, una muchacha de 16 años de Manchester, Inglaterra, ayudó a elaborar la iniciativa de las medias. Madzura es de raza negra, hija única. Su familia es de Zimbabue. Se crió en un barrio mayormente blanco, lo que le impidió empaparse de su herencia cultural y contribuyó a que se sintiese sola.
Los confinamientos le hicieron comprender lo mucho que dependía de la escuela para sus relaciones sociales. Mantenerse en contacto con sus amigos a través de videollamadas no es fácil.
“Cada vez que llevo las medias amarillas, lo hago con orgullo, porque no me represento a mí misma sino a todo un grupo de personas que se sienten solas”, dijo Madzura.
Algunos médicos han llegado a escribir recetas para combatir la soledad. No hay nada recomendado, de modo que deben ser creativos.
El médico de Evelyn Shaw sabía que la mujer, una abuela viuda, estaba encerrada en su departamento de Nueva York, muy asustada como para salir. No veía a su familia en persona desde hacía meses.
El médico le escribió la siguiente receta: “Está autorizada a abrazar a su nieta”.
El abrazo “fue mágico. Algo surrealista. Nos abrazamos y lloramos”, declaró Shaw. Su hija filmó el encuentro y lo publicó en Twitter el mes pasado. El video se hizo viral.
“No queremos estar solas y estamos asustadas”, dijo Shaw, quien ya recibió la vacuna contra el COVID-19, igual que su nieta. “Queremos vernos con nuestros familiares y seres queridos. Volver a la normalidad”.
Stewart, de la Academia Americana de Médicos de Familia, dijo que hace poco surgió el tema de la soledad durante la visita de una paciente en su consultorio de Columbia, Carolina del Sur.
“Mientras hablaba con ella vi que algo se movía en su cartera”, relató Stewart. Era un perrito. “Mi nuevo bebé me ayuda a superar la soledad”, le dijo la paciente.
Stewart le ofreció comprar algo más apto para llevar al perro y ayudarla a conseguir un permiso para llevar al perrito a todos lados como soporte emocional.
Las vacunas permitieron que Greene y Blezien se encontrasen brevemente en persona por primera vez.
Se abrazaron, lloraron y se rieron, como dos viejas amigas. Green, quien es afroestadounidense, dice que le resulta fácil hablar con Blezien, quien es blanca. “Dianne me ayuda tanto como yo la ayuda a ella”, dijo Blezien.