Los deportes y la música generan grandes pasiones. Por eso, la cultura pop sufrió un doble ‘shock’ hace treinta años en esos 27 días que entre el 5 de abril y el 1 de mayo de 1994 separaron las muertes de dos ‘rock stars’ que vivieron a 300 kilómetros por hora: Kurt Cobain y Ayrton Senna.
Dos ídolos de masas que con humildad y pasión llegaron a lo más alto de sus respectivos campos, innovando y rompiendo esquemas y al tiempo defendiendo lo que consideraban principios casi ‘sagrados’: el más vivaz, luchar contra la perversa influencia de la “política y el dinero” en el deporte; el de carácter atormentado, dejar en evidencia el machismo y la homofobia dándole voz a una generación considerada apática.
Origen distinto, destino similar
Con la grandeza y la inmortalidad marcadas en el futuro, sus orígenes no podían ser más disímiles.
Ayrton Senna da Silva nació el 21 de marzo de 1960 en el seno de una acomodada familia de São Paulo que siempre lo apoyó en su pasión por el automovilismo, la cual comenzó cuando su padre, Milton, construyó un kart con un motor de una picadora de caña para el pequeño ‘Beco’, de tan solo cuatro años.
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Aunque a los dieciocho años se fue a Europa, donde ganó dos subcampeonatos mundiales de karts y varios títulos en monoplazas, siempre regresaba para compartir con su familia su amor por los yates y la pesca en compañía y eran conocidas las escenas afectuosas con sus padres y su hermana, tanto de vacaciones como durante sus triunfos.
Por el contrario, Kurt Donald Cobain, nacido el 20 de febrero de 1967 en Aberdeen, Washington (EE.UU.), provenía del modesto hogar de un mecánico y una secretaria, cuyo divorcio provocó que el pequeño de nueve años se volviera “ingobernable”, según Wendy, su madre.
Alternaba temporadas en la casa rodante de su mamá, en el nuevo hogar de su papá y su madrastra, en el de los abuelos paternos o los tíos, en sofás de conocidos o incluso en la calle. De niño alegre pasó a adolescente enojado y rebelde que comenzó a fumar marihuana, antes de probar en 1987 la heroína, convertirtida en una ‘vieja amiga’, entre otras como fórmula para combatir unos dolores estomacales que nunca pudieron ser diagnósticados.
A paso lento pero seguro
Senna comenzó en la Fórmula 1 en 1984 en el modesto Toleman, con el que logró puntuar en su segunda carrera, resultado repetido dos semanas después.
Pero el campanazo lo dio en Mónaco, donde bajo la lluvia (su gran aliada) pasó del decimotercer al segundo puesto, solo siendo privado de la victoria por la suspensión de la carrera justo antes de que superara a Alain Prost.
Algo similar vivió Cobain, quien tras despuntar con Nirvana en la escena alternativa de Seattle, firmó con el sello independiente Sub Pop para hacer ‘Bleach’ (1989), el disco debut del grupo, resultado de treinta horas de grabación que costaron poco más de 600 dólares y que vendió en principio 40,000 copias, sin presencia en las listas de éxirtos, aunque con buenas críticas.
Consolidación y despegue, un 1991 para la eternidad
Con caminos bastante diferentes, ambos ‘coincidieron’ en 1991.
Tras sus primeros triunfos en Lotus y conquistar dos campeonatos (1988 y 1990) y perder otro (1989) tras antológicos y polémicos duelos con Prost, entonces su compañero en McLaren, Senna obtuvo un tercer título.
Era la consagración del que para muchos expertos y fanáticos terminó siendo el mejor piloto de la historia, con un récord aún vigente de seis victorias en Mónaco, dominador absoluto de las ‘pole position’ (65, superadas después solo por Michael Schumacher y Lewis Hamilton) y un genio sobre pista mojada.
Ese mismo año, ya bajo una gran disquera (Geffen) y con Dave Grohl como nuevo baterista, Nirvana presentó ‘Nevermind’, con la ultraconocida portada de un bebé buceando desnudo detrás de un billete de un dólar (en 2021, su ‘modelo’ los demandó por “pornografía infantil”), que se convirtió en estandarte de esa revolución denominada grunge y los catapultó a la fama y el éxito, algo que Kurt anhelaba y temía casi por igual.
Con el himno generacional ‘Smells Like Teen Spirit’ (nombre tomado de forma ‘accidental’ de un desodorante), el álbum desbancó a Michael Jackson del primer lugar de Billboard, obtuvo diez discos de diamante en EE.UU., vendió más de treinta millones de copias en el mundo y fue considerado en 2020 el sexto mejor disco de la historia por la revista Rolling Stone. La última gran revolución en el mundo del rock.
Tragedias prematuras
Pese a la felicidad por el nacimiento en 1992 de su hija, Frances Bean, y al éxito de Nirvana (‘In Utero’ debutó en 1993 en el número 1 de Billboard), Cobain nunca superó sus demonios. En Roma, el 4 de marzo de 1994, mezcló champaña con cincuenta pastillas de un barbitúrico y sufrió una sobredosis, que lo dejó en coma durante varias horas.
Poco menos de un mes después, estuvo en paradero desconocido varios días, por lo que su esposa, Courtney Love, contrató a un investigador privado. El 8 de abril fue encontrado muerto por casualidad en el invernadero de su casa en Seattle. Se había disparado con una escopeta tres días antes y había dejado una nota: “Ya hace demasiado tiempo que no me emociono (…) Por favor, Courtney, sigue adelante. Por Frances. Por su vida, que va a ser mucho más feliz sin mí. Los amo. ¡Los amo!”
Otro ‘miembro’ más para el infame ‘club de los 27′ (Jones, Hendrix, Morrison, Joplin, Winehouse).
Del otro lado, cuando Prost dejó su asiento en Williams tras ganar su cuarto campeonato en 1993 y lo ‘cedió’ a Senna, se esperaba que el brasileño lo igualaría al año siguiente.
Pero en la tercera fecha del campeonato de 1994, el Gran Premio de San Marino, un desastroso fin de semana vaticinó lo peor: un violento accidente de Rubens Barrichelo en las prácticas fue seguido por el choque fatal del austriaco Roland Ratzenberg en la clasificación y otro aparatoso accidente nada más comenzar la carrera el 1 de mayo.
Al reanudarse la competencia, y con Senna en la primera posición, su Williams se estrelló a unos 211 kilómetros por hora en la curva Tamburello por la rotura de la columna de dirección y una pieza de suspensión del volante perforó el casco y se incrustó en su cráneo. Una muerte instantánea con tan solo 34 años.
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