Jorge Pimentel se llena de recuerdos. En su departamento de Miraflores hay dos elementos que abundan: una hilera de cuadros que cubre todas las paredes y un largo dominó de libros sobre la mesa del comedor. En los textos, la poesía es la protagonista, y los autores, en su mayoría, son miembros de Hora Zero, el movimiento que fundó a inicios del setenta.
Los últimos seis meses han sido complejos y tristes. Ha visto la muerte, la ha sufrido. Habla con la voz quebrada y recuerda a su amigo Enrique Verástegui, quien en julio del año pasado murió. Otra vez mira a la nada y recuerda ahora a Tulio Mora, el decisivo compañero con el que caminó hasta el final y que el 27 de enero de este año también falleció. Ambos eran poetas, ambos eran de Hora Zero.
“Haberlos conocido desde tan jóvenes me es muy doloroso”, señala el poeta en su primera entrevista tras la muerte de Mora.
¿Se siente solo?
Me siento solo a pesar de que hay muchos Hora Zero. No se puede explicar qué significa perder a dos grandes amigos en menos de seis meses. Todos los días hablaba con ellos, aunque sea por teléfono, y cuando viajaban nos enviábamos cartas. Antes de morir, Tulio Mora me llamó para despedirse y me dijo que ya la habíamos hecho, pero que ya estaba bueno, que era momento de descansar.
¿Se siente con fuerzas para continuar con Hora Zero?
Sí, pero con ellos estuve 50 años y todos hablando de poesía. Hay que continuar, hay una agenda y libros por publicar.
Tulio Mora, parecía que tenía la tarea de ser el difusor de Hora Zero, ¿era así?
Tulio tenía un radar intelectual muy importante. Se encargaba de la difusión de Hora Zero. Yo veía la logística, lo que incluía la publicación de los libros. Nos reuníamos con mucha constancia. Él se sumó en 1977 a Hora Zero, antes había estado en Estación Reunida, en San Marcos.
Los primeros pasos
En los setenta, Pimentel ingresó a la carrera de educación en la especialidad de Literatura a la Universidad Nacional Federico Villarreal. Allí conoció a Juan Ramírez Ruiz. Ambos estudiaban educación. “Todo el tiempo hablábamos de poesía. Él me daba sus poemas, yo le mostraba los míos”.
Ambos tenían una enorme necesidad expresiva. “No nos sentíamos representados por los poetas de ese entonces”, recuerda.
El poeta ahora retrocede en los rincones de su memoria y aparece la figura de Enrique Verástegui, el poeta que estudió economía en San Marcos. Pimentel, Ruiz y Verástegui editaron y publicaron el primer manifiesto de Hora Zero. Allí empezó todo. Luego, viajaron a Chiclayo, la tierra de Ramírez Ruiz. Tomaron contacto con poetas locales, lo mismo repitieron en otras ciudades. Sin darse cuente su grupo se expandía y sin darse cuenta también se convertía en un movimiento cultural.
¿Cree que Hora Zero democratizó la poesía?
Claro. Los poetas se liberan de un yugo que había en la poesía peruana. Antes para ser poeta estudiabas en San Marcos o en la Católica, de ahí te daban beca para irte a España, regresabas, te casabas, te daban alguna cátedra y luego el Premio Nacional de poesía. Esa era la carrera de un poeta.
Pero ustedes no eran de San Marcos, ni de la Católica…
Éramos de Villarreal. No sé en qué momento se cruzaron los astros y hubo una generación interesante que fue la que fundó Hora Zero.
Luchamos contra cualquier dictadura, ya sea de derecha o de izquierda. Sin libertad no hay vida ni poesía.
¿Era un tiempo complejo?
Lo era. Además, era una sociedad muy aplanada, lo que queríamos era liberarnos. Nos dimos cuenta de que la vida cotidiana no estaba reflejada en la poesía. La narrativa en cambio sí lo hacía. Por eso fundamos Hora Zero porque desde aquí se empezaba de nuevo.
¿Ustedes eran unos atrevidos?
Fuimos atrevidos. Entramos por la puerta de atrás de la literatura peruana. Todo lo que hicimos porque teníamos que hacer, no sabíamos que íbamos a cambiar algo.
¿Y cuál era el objetivo?
Escribir grandes libros, transformar la palabra, hacerla poesía. En 1974, Hora Zero se diluye, precisamente porque ninguno había editado un solo libro. Dábamos recitales en diversos lugares, pero sin libros. En 1977 aparecen nuestros primeros libros y esa es la segunda etapa de Hora Zero.
Nuevos escenarios
Hora Zero cumplirá en 2020 50 años de actividad. Hay un documental en ciernes. Pimentel promete fotografías de los miembros del colectivo en sus interminables viajes o acaso en los “miles” de bares donde se reunían.
En el bar Palermo se topaban con Oswaldo Reynoso o Miguel Gutiérrez. “Ellos tomaban cerveza, nosotros café. Nos decían los poetas niños”.
¿Quién hará el documental?
Fernando Obregón, que también es Hora Zero, se presentó a Conacine y ganó. Este año se debe entregar el guion y luego a empezar a pedir colaboraciones. Hay una partida, pero no alcanza.
¿Por qué cree que hay gente joven que aún le gusta Hora Zero?
Porque es la poesía que refleja la realidad. Los poetas jóvenes escriben de los que viven. De la década del setenta a ahora no ha cambiado nada. Las cosas que me molestaban o me indignaban siguen igual. La poesía, en cambio, no estafa, la poesía siempre dice la verdad.
¿Algo cambió?
Sí, hay más chifas y centros comerciales. Lo que no cambia es la indignación.
Eternas contradicciones
Pimentel nuevamente recuerda a Tulio Mora. La muerte reciente de su amigo hace que su nombre aparezca con facilidad en la charla, abre y cierra tapas de libros firmados por el poeta ausente. Recuerda que en 1977 sectores de izquierda radical y luego de Sendero Luminoso los atacaban.
“Somos poetas, no políticos”, añade. “Nosotros escribimos a la manera de Hora Zero. Lo principal para nosotros es la libertad”.
Es decir ¿se oponen a cualquier dictadura?
Luchamos contra cualquier dictadura, ya sea de derecha o de izquierda. Sin libertad no hay vida ni poesía. Eso no sería posible.
¿Observa en Perú un doble estándar frente a las dictaduras?
Claro que lo hay. Se ataca las de un sentido y se defienden las de otro. Un poeta no puede perder su libertad, como nadie la puede perder.
En su primer manifiesto, “Palabras urgentes”, ustedes señalan que “se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla”, ¿piensan lo mismo?
¿Volverían a escribir lo mismo?
Estamos en esa misma catástrofe de aquella época. Hay plena vigencia de “Palabras urgentes”.
La compleja tarea de publicar en el Perú
En la década del setenta era muy difícil publicar un libro, tanto o más que ahora, señala Jorge Pimentel. Sostiene que las dificultades de hacer literatura en el país se mantienen. “Hay clanes que dominan la literatura”, señala.
Pimentel sostiene que, como en el pasado, los libros de los autores de Hora Zero o vinculados al movimiento son publicados por casas editoriales pequeñas. Hoy dos de ellas tienen mucho protagonismo en la vida de Hora Zero: Lancom y Magreb, esta última edita los libros de Pimentel.
De otro lado, sostiene que en el pasado había una mayor difusión e interés por la poesía. En su caso preciso, recuerda que el tiraje mínimo de un poemario era de mil ejemplares. Ese fue el caso de su primer libro “Kenacort y Valium 10”. Hoy –prosigue– el tiraje mínimo es de 300 ejemplares.
“Hoy todo es novela. Creo que la poesía se está perdiendo. Para empezar ni siquiera hay recitales de poesía. El Ministerio de Cultura debería de hacerse cargo de esta tarea”, apunta.
En su caso, en el mes de julio, publicará “Jardín de uñas”, en noviembre “Necesito ser mundo” y escribe un libro de cuentos para niños.