La voz de Tom Waits es inconfundible. Podría decirse, hasta inclasificable. Pero se han hecho intentos. El crítico musical Daniel Durchholz la describió así: como si hubiese sido empapada en bourbon, ahumada unos meses y atropellada por un auto (varias veces). En un tono similar, Pete Silverton la calificó como “clavos oxidados en una botella de bourbon barato”. Bastante atípica, claramente.
Sus ecos rasposos siempre van acompañados de letras que se escuchan como imágenes (“El vocabulario es mi instrumento principal”, dijo Waits en una entrevista). Relatos callejeros, autoficción, estética beatnik y realismo sucio. Musicalmente siempre fue creativo, pero nunca tan audaz como en “Rain Dogs” que, junto a “Swordfishtrombones” (este 2023 cumple 40 años) y “Franks Wild Years”, cuentan ahora con versiones remasterizadas recientemente lanzadas.
Trilogía
Publicados entre 1983 y 1987, con este puñado de discos, Tom Waits supo distinguirse de la tendencia masiva de la década —o lo que hoy coloquialmente se conoce con el rótulo simplón de “música ochentera” —. El cantante y compositor siempre fue un disidente, pero esta trilogía también representó un quiebre en su carrera. Lo notó su público y también otros músicos.
“Cuando salieron “Swordfishtrombones” y “Rain Dogs”, pensé: es una jugada muy valiente”, dijo Elvis Costello según la biografía “Many Lives Of Tom Waits”, de Patrick Humphries. “Porque tenía una personalidad completa, basada en esa onda hipster que había tomado de Kerouac y Bukowski, la música era afín al beat/jazz, y de repente está explorando música que tenía algo que ver con Howlin’ Wolf y Charles Ives”.
Para muchos de sus seguidores, y también para la crítica, “Rain Dogs” es su trabajo mejor logrado. En el libro “Lowside of the Road: A Life of Tom Waits”, de Barney Hoskyns, se detalla que este álbum fue mucho más laborioso que su predecesor. “Es más rítmico [que Swordfish], pero tal vez incluso más extraño… bueno, extraño para mí. El techo de un hombre es el piso de otro”, dijo Stephen Hodges, baterista del disco.
Experimental
“Empecemos el baile”, decía la nota que Tom Waits recibió. Algo titubeante, el cantautor se había aproximado a Keith Richards para saber si le interesaba colaborar en “Rain Dogs”. La escueta respuesta del guitarrista de los Rolling Stones se plasmó en unos cuantos temas, entre ellos el extraordinario “Big Black Mariah”, que en tono blues recuerda a un estilo que ya se había escuchado en “Heartattack And Vine” de 1980.
Sin embargo, en “Rain Dogs”, Tom Waits se mueve por distintos espacios. Así como hay temas sumamente accesibles como “Hang Down Your Head” o “Downtown Train”, también se hace notar un lado más salvaje, por ejemplo, en los tres cortes que abren el disco (“Singapore”, “Clap Hands” y “Cemetery Polka”).
“La textura es muy importante para mí; la granularidad, el desenfoque. No me gusta la limpieza. Me gusta el ruido superficial”, afirmó Waits sobre otra de sus producciones.
Pero esta preferencia también es notoria en “Rain Dogs”, donde la amplia gama de instrumentos usados, los ritmos-fuera-de-ritmo, el claqueteo constante, los bordes ásperos e incluso el acento que usa al cantar (Anthony Fantano, de The Needle Drop, considera que usa uno distinto en función del personaje que encarna en cada tema) convierten a este álbum en uno de los más experimentales y creativos de su carrera. Sin embargo, escucharlo requiere un ánimo particular. Su complejidad no abruma, pero demanda una mente abierta. Es, como se indica en el libro de Humphries, un disco pensado para el tornamesa.