Dentro de un mes, José Rodríguez González cumplirá 60 años. “Bien vividos. A veces uno piensa en todo lo que pudo haber hecho, pero la familia es lo más importante y disfrutar del trabajo es imprescindible”, comenta el jefe del Departamento Académico de Economía de la PUCP, quien se siente aliviado de hacer un balance positivo a pesar de las situaciones complejas que se presentan. La última: esta pandemia.
¿Cómo decidió ser economista?
Cuando terminé el colegio no tenía mucha idea de lo que quería estudiar. Decían que podía ser economista o psicólogo, porque tenía cabeza para los números y las letras, pero no sobresalía en ninguno. De hecho, recién cuando hacía la maestría me di cuenta de que la economía y la investigación eran lo mío.
¿Qué se necesita para ser un buen profesor?
Mucha pasión. La docencia es una de las cosas que antes de probarlas no sabes si te van a gustar.
¿Cómo se imaginaba?
No sabía si podría pararme frente a un grupo grande de estudiantes. En esa época los estudios generales de la PUCP eran en aulas de 100 a 120 alumnos. La primera vez que me enfrenté a una audiencia grande fue cuando me presenté para ser delegado. No recuerdo mucho sobre eso, salvo el temor.
Y superado el pánico escénico...
Ahí te das cuenta del valor y de los frutos que da el ayudar a entender de economía. Después de una buena clase termino agotado, pero también satisfecho por haber logrado conectar.
¿Desde joven lo atraían estos cargos de liderazgo?
Eran los 70, estaba terminando el segundo gobierno militar e íbamos camino a la democracia. Los estudiantes mirábamos mucho la política nacional. Eso me dio la universidad, una mirada hacia afuera como parte de mi formación.
¿Cómo percibe el acercamiento de las nuevas generaciones con la política?
Me pones en una pregunta complicada. (Ríe) Creo que otras causas mueven a esta generación. El movimiento estudiantil regresa su atención a lo que sucede en la política, está tratando de reconstruirse pero sin mucho éxito todavía. Recuerdo que hace un tiempo estuvo muy apagado, pasivo.
Pasando a otro tema, ¿cuáles son sus hobbies?
Dormir (ríe). Es broma, es que no tengo tiempo libre ahora, estamos en tiempos de mucha carga laboral. Pero si pienso en las actividades que me gustan y que estoy retomando es el deporte. Troto desde hace muchos años.
¿Qué es lo que le gusta de trotar?
El mejor momento para pensar. Recuerdo que cuando trabajaba en el Ministerio de Educación, en una época muy tensa también, trotaba y se me ocurría cómo podíamos resolver algunos problemas.
¿Y ha surgido otro pasatiempo durante la pandemia?
Me dedico a cuidar mis plantas. Mi sueño es tener un pequeño huerto, cultivar productos de consumo cotidiano. Ya empecé, pero me falta esmerarme. Envidio a una de mis colegas que ha logrado avanzar en esto y pronto me enviará unos tomatitos.
¿Cumplirá con tener hijos, sembrar un árbol y publicar un libro?
Tengo dos hijos maravillosos y creo haber contribuido con el conocimiento académico en publicaciones colectivas. Sobre el árbol, desde niño cogía las semillas de la lúcuma y ahora tengo plantones. Nunca me ha dado ningún fruto, pero le tengo mucho cariño. Los cuido, abono, riego. Me siento algo realizado al ver que la planta creció porque la cuidé.