Cuando Luis Morocho tenía ocho años ya estaba familiarizado con las historietas de Mafalda, Astérix y Condorito, pero no fue hasta que acompañó a su mamá al Centro de Lima que supo la importancia que tendrían los cómics en su vida. Allí encontró un local en el que vendían saldos de cómics de Marvel y un título no tardó en captar su atención. “Aunque parezca mentira, era El asombroso hombre araña, una serie que salió a finales de los setenta”, recuerda.
A diferencia de Batman, que tenía la vida resulta, o de Superman, que era prácticamente un dios; el Hombre Araña era un superhéroe que remendaba sus propios trajes, peleaba con su novia y hacía malabares con su dinero para poder pagar el alquiler a fin de mes. Aunque Luis no había tenido contacto con una araña radioactiva, sentía que Peter Parker podía ser uno de los chicos grandes que iban a su colegio.
Primeras pinceladas
“Jaime Jallo era mi profesor de dibujo y también hacía cómics, así que me enseñó los primeros secretos de su técnica, yo estaba alucinado”, recuerda. Del salón de arte del Claretiano pasó a la Escuela de Bellas Artes, donde se formó como artista plástico.
“En Bellas Artes no encajaba, hacía todo lo que enseñaban pero vivía con los cómics dándome vueltas por la cabeza. No quería pintar cuadros, no me veía exponiendo en galerías, pero tampoco sabía cómo dedicarme a esto de manera profesional”, señala Luis.
Reencuentro
En un viaje a Puebla, México, en 2007 se volvió a encontrar con el héroe arácnido, esta vez en su versión más moderna. Los gráficos le volaron la cabeza porque eran de un estilo muy similar al suyo, así que anotó los nombres de los autores para investigar más sobre la industria.
Uno de ellos era el mexicano Humberto Ramos. “Vi una entrevista suya en la que decía que a Marvel no le interesaba de dónde vinieran sus dibujantes, sino el talento que aportaran a sus historias, que los gringos no eran mejores que nosotros”, ríe. “Si te lo dice alguien como él, te la empiezas a creer”.
El otro artista detrás del cómic era Edgar Delgado. 15 años después, su nueva historia de Miles Morales sería ilustrada por el propio Luis.
El efecto Marvel
Como la mayoría de editoriales de cómics estadounidenses, Marvel siempre está abierto a revisar portafolios, lo que quiere decir que diariamente reciben cientos (sino miles) de correos de gente de todas partes del mundo. Son los dueños de los juguetes más resplandecientes del patio de recreo.
Algunos agentes internacionales ya le habían dicho al peruano que tenía que cambiar su estilo para parecerse a otros ilustradores. Sin embargo, con la voz de Humberto Ramos en su mente, apretó enviar y mandó una prueba de Spiderman.
La respuesta que recibió era escueta, pero era justo la que necesitaba: él sabía bien que solo te contestan un correo si quieren trabajar contigo. Aquel “muchas gracias, Luis, en poco tiempo vas a tener noticias” solo sería el inicio de una experiencia laboral que hace algunos años no hubiera imaginado.
La que después sería su editora no tardó en contactarse con él. Estaba encantada con su portafolio y quería ficharlo para el próximo especial de Marvel’s Voices. Esta es una línea que resalta la importancia de la diversidad y estaban trabajando en la edición “Comunidades”, una serie de historias protagonizada por los héroes latinos de la casa y creada por autores del mismo origen. “Ver correos cuyo remitente era Marvel en mi bandeja de entrada era una locura”, añade.
Esta vez Luis ya no sería el niño encandilado que descubre lo que es un superhéroe, ni un muchacho ansioso por dedicarse a los cómics. Ahora sería el responsable de darle vida al nuevo Spiderman en una historia de Edgar Delgado.