Me atrevería a decir que el momento más tenso de una reunión de planeamiento con un cliente esta semana no fue cuando se definía la meta de ingresos del año o cuando analizábamos qué se pudo haber hecho mejor en el 2022. Creo, sinceramente, que el momento más tenso de la reunión fue cuando alguien preguntó: “¿Aumentamos los días de presencialidad?” ¡Ta ta ta tan! Ahí todos se paralizaron y cambiaron de cara. El tipo de comentarios que se escucharon fueron desde “Yo no tengo problema” (una madre que ya no tiene hijos en edad escolar), pasando por “Tendría que arreglar el tema de los chicos” (una mamá con niños que van al colegio), hasta “No te pases, vivo en La Molina. Me toma una hora llegar a la oficina”.