No hay que conducir y no hay riesgo de exposición a la Covid-19 en la sala de espera. Gail Rae-Garwood está encantada de hablar con su médico a través de una pantalla.
Implantada tímidamente en los últimos años, la telemedicina se ha disparado desde que las medidas de distanciamiento social se han convertido en la regla para contener la pandemia de coronavirus.
Para su visita a un especialista, después de ser operada de cáncer, Rae-Garwood solo necesita medirse la presión arterial y su nivel de glucosa en la sangre, y lo hace desde casa.
"Estoy muy contenta de no tener que salir", explica la paciente de 73 años desde Arizona.
Las consultas por videoconferencia parecen ser una solución ideal ante el colapso de los centros sanitarios de todo el mundo.
"La Covid-19 es muy propicia para la telemedicina", confirma Omar Khan, médico general en el estado de Delaware. "El 80% de las personas infectadas con el coronavirus no necesitan ir al hospital".
Los médicos pueden determinar un diagnóstico preliminar a partir de síntomas como fiebre y tos, así como de movimientos recientes. También se puede enviar electrónicamente una solicitud de pruebas para confirmar la infección.
Si se detecta la presencia de coronavirus, los pacientes "pasan de la cuarentena al aislamiento", y muchos ni siquiera tienen que abandonar sus hogares.
Flexibilidad
La gente acepta el cambio porque "conoce los riesgos", dice el médico, que ha realizado todas sus consultas de forma remota durante dos semanas.
"No quieren poner en peligro a nadie, ni a ellos mismos ni a los cuidadores. El hospital es un lugar aterrador en este momento".
Un estudio de la Universidad de Michigan publicado hace un año reveló que la telemedicina despertaba entonces poco interés entre los ancianos.
"En pocos días, esta percepción ha cambiado por completo", dice Preeti Malani, profesor de medicina autor del estudio. "Especialmente desde que pedimos a estas personas más vulnerables, que están en riesgo de complicaciones, que no vengan a la clínica".
Las barreras administrativas también están cayendo. Las autoridades estadounidenses eliminaron el mes pasado las restricciones que impedían que Medicare, la cobertura de salud para personas mayores, y Medicaid, la de los más pobres, incluyeran la telemedicina.
Las regulaciones de datos confidenciales también se han relajado. Los médicos ahora pueden usar Skype o FaceTime, por ejemplo.
"Me sorprendió gratamente ver este desarrollo, que de otro modo probablemente hubiera llevado de 5 a 10 años", señala Courtney Joslin, investigadora del grupo de expertos R Street Institute.
"Vamos a salir de esta crisis con mucha información sobre cómo funciona la telemedicina".
Método para el futuro
Otro factor determinante que ha impulsado la telemedicina es que el seguro privado reembolsa completamente la factura.
"La telemedicina me interesa desde hace tiempo, pero no quería exponerme a riesgos legales y a no recibir un reembolso", explica Gary Berman, un cardiólogo de Nueva Jersey.
La aparición de nuevas herramientas conectadas, desde termómetros hasta oxímetros (medición de pulso), también facilitan la práctica.
Pero "todavía hay cosas que no puedes hacer" por estos medios, agrega. "No se puede medir la presión arterial o escuchar un soplo cardíaco", por ejemplo.
El médico cree que después de la pandemia seguirá con la telemedicina, si el seguro lo permite, al menos para una parte de sus pacientes, como las personas que ya no pueden moverse.
Joe Kvedar, presidente electo de la Asociación de Telemedicina de Estados Unidos, cree que la pandemia ayudará a resaltar qué funciones pueden realizarse mediante consultas remotas.
Las visitas de rutina, muchos tratamientos, salud mental, control de la diabetes, por ejemplo, pueden hacerse a través de la telemedicina, dice.
“Hasta esta crisis, la única opción era venir a la consulta”, explica. “No creo que volvamos a este sistema”.