Las autoridades estadounidenses y europeas están cada vez más preocupadas por el impulso acelerado de China en la producción de semiconductores de generaciones anteriores y debaten nuevas estrategias para contener la expansión del país.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, implementó amplios controles sobre la capacidad de China para asegurar el tipo de chips avanzados que impulsan los modelos de inteligencia artificial y las aplicaciones militares. Pero Pekín respondió invirtiendo miles de millones en fábricas de chips antiguos, los que no han sido prohibidos. Dichos chips siguen siendo esenciales en toda la economía global ya que son componentes críticos para todo, desde teléfonos inteligentes y vehículos eléctricos hasta hardware militar.
Eso provocó nuevos temores sobre la influencia potencial de China y desencadenó conversaciones para controlar aún más a la nación asiática, según personas familiarizadas con el asunto, que pidieron no ser identificadas porque las deliberaciones son privadas. EE.UU. está decidido a evitar que los chips se conviertan en un punto de influencia para China, dijeron las personas.
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La secretaria de comercio, Gina Raimondo, aludió al problema durante un panel de discusión la semana pasada en el American Enterprise Institute. “La cantidad de dinero que China está invirtiendo en subsidiar lo que será un exceso de capacidad de chips de tecnologías anteriores, ese es un problema en el que debemos pensar y trabajar con nuestros aliados para superarlo”. dijo.
Si bien no hay un cronograma para tomar medidas y aún se está recopilando información, todas las opciones están sobre la mesa, según un funcionario sénior del Gobierno de Biden. Una portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. declinó realizar comentarios, mientras que un portavoz de la Comisión Europea no proporcionó comentarios de inmediato.
Altos funcionarios de la Unión Europea y EE.UU. están preocupados por el impulso de Pekín para dominar este mercado por razones tanto económicas como de seguridad, dijeron las personas. Les preocupa que las empresas chinas puedan volcar sus chips en los mercados globales en el futuro, lo que llevaría a los rivales extranjeros a la quiebra, como en la industria de energía solar, sostuvieron.
Las empresas occidentales pueden volverse dependientes de China para la obtención de estos semiconductores, dijeron las personas. Comprar componentes tecnológicos tan críticos de China puede crear riesgos para la seguridad nacional, especialmente si los semiconductores se necesitan en equipos de defensa.
“EE.UU. y sus socios deberían estar en guardia para mitigar el comportamiento ajeno al mercado de las empresas de semiconductores emergentes de China”, escribieron los investigadores Robert Daly y Matthew Turpin en un ensayo reciente del centro de estudios Hoover Institution de la Universidad de Stanford. “Con el tiempo, podría crear nuevas dependencias de EE.UU. o socios en cadenas de suministro con sede en China que no existen en la actualidad, lo que afectaría la autonomía estratégica de EE.UU.”
EE.UU. y Europa están tratando de desarrollar su propia producción nacional de chips para disminuir la dependencia de Asia. Los Gobiernos han reservado dinero público para apoyar a las fábricas locales, incluidos los US$52,000 millones del Gobierno de Biden para la ley de CHIPS y Ciencias.
Pero los productores nacionales pueden ser reacios a invertir en fábricas que tendrán que competir con plantas chinas fuertemente subsidiadas. La Administración Biden y sus aliados están evaluando la voluntad de las empresas occidentales de invertir en tales proyectos antes de decidir qué acción tomar.
Si bien, la reglas impuestas por EE.UU. en octubre pasado han ralentizado el desarrollo de China de capacidades avanzadas de fabricación de chips dejó prácticamente intacta la capacidad del país para utilizar técnicas más antiguas. Eso ha llevado a las empresas chinas a construir nuevas plantas más rápido que en cualquier otro lugar del mundo.
Las fuertes inversiones han permitido a las empresas chinas seguir abasteciendo a Occidente, a pesar de las crecientes tensiones entre Washington y Pekín.
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