¿Y que le dirías a alguien que se siente agradecido? Olvida lo que has dado para recordar lo recibido. Sí, le diría eso. Olvida lo que has dado para recordar lo recibido.
Hemos terminado la segunda temporada de “Tres Minutos Basta” y este es un episodio especial. El de los agradecimientos.
Muchas veces oímos que ser agradecido es de bien nacido. Y es verdad porque la gratitud, además de ser la forma más exquisita de cortesía, como dice Jacques Maritain, es, y adoro esta expresión de Jean Baptiste Massieu, la memoria del corazón.
Fue el poeta y lingüista español de lengua catalana, Marian Aguiló y Fuster, quien acuñó la expresión “olvida lo que has dado para recordar lo recibido” y es probablemente la mejor definición que podemos encontrar para la palabra agradecer. Agradecer de manera auténtica es olvidar lo que uno ha dado para sólo tener presente lo que uno ha recibido.
104 episodios emitidos, y alguna edición especial, significan más de 100 semanas compartidas con mis seguidores trasladando reflexiones y experiencias de más de 30 años liderando equipos. Estando alrededor de las cien mil reproducciones del podcast probablemente los momentos más hermosos han sido aquellos en los que algún seguidor o seguidora me ha contactado a través de mis redes sociales para hacerme un comentario, contarme algún suceso, o proponerme una pregunta.
Recuerdo mucho el viernes 6 de noviembre del 2020. Despierto y leo en mi messenger un mensaje que decía “sólo quiero agradecerte. Hace unas semanas me quedé sin trabajo. Caí en una depresión horrible. Me sentía desmotivado, frustrado y traicionado por la empresa a la que le di los mejores años de mi vida. No tenía ganas ni de levantarme. Sentía vergüenza frente a mi esposa y frente a mis hijos. Hasta que el lunes por la mañana escuché tu podcast y cambió mi manera de ver las cosas. Me levanté y empecé a revisar mis contactos y a buscar trabajo. Esta misma semana he tenido varias entrevistas y ayer me han confirmado un trabajo. Empiezo la semana que viene. No hubiera pasado de no ser por tu podcast.” Era el mensaje de un seguidor a quien nunca he conocido en persona. Pero ese día aprendí a conocerlo. Leerlo fue para mi un motor de energía en mi cuerpo para no parar. Esa semana el podcast empezaba con la pregunta “¿y qué le dirías a alguien que se ha quedado sin trabajo?” a la que respondía con la frase “anímate, la pasión juega a tu favor”. Descubrir que había servido para sacar del desánimo a una persona me llenó de mucha alegría. Una alegría gracias a la cual he seguido con ganas de emitir un nuevo episodio cada lunes. Esa fuerza que recibí aquel viernes es mucho más que cualquier cosa que yo haya podido dar.
A lo largo de la vida siempre recibimos más de lo que damos. Todos. Sólo que muchas veces recordamos lo que damos y olvidamos lo que recibimos.
Cuando me preguntan cómo empezó “Tres Minutos Basta” suelo decir que el 13 de abril del 2020 emití el primer episodio. Pero no es cierto. Tres Minutos Basta empieza cuando tenía 12 años de edad – o tal vez antes, sólo que no recuerdo un hecho concreto – Fue cuando mi profesor de biología en el colegio un día nos dijo “hay que atreverse a ser diferentes”. Esa frase es uno de los mejores regalos que me ha dado la vida y así he vivido siempre.
Estoy seguro de que, varios años antes, en casa y con la familia, también he recibido regalos que se han ido acumulando en mi subconsciente para aflorar cuando han hecho falta. Escuchar a mi padre decir que “las cosas están al servicio de las personas y no las personas al servicio de las cosas” sin duda construyó en mi ese convencimiento absoluto de pensar que “primero las personas”, o a mi abuela cuando nos leía el poema que acababa de escribir donde se maravillaba de los colores del crepúsculo, y yo aprendía a descubrir cómo hay que “asombrarse de la belleza que te regala la vida”.
Cuántos regalos, cuántas frases, cuántas lecciones y anécdotas recibidas y generadas por otros que han ido dibujando mi vida. Todas gratis, generosas, cargadas de cariño, buscando hacer de mi alguien mejor. Cuántos abrazos, cuántas sonrisas y claro, cuántos llantos también, porque compartir sentimientos supone todos los niveles.
“Ignacio, que le dirías a alguien que ha perdido el amor de su vida, y lo ve todo gris”, me escribe una seguidora a través del Instagram. Para mi estar en todas las redes sociales significa tener todos los canales de contacto abiertos con quienes compartimos las mismas inquietudes que intento canalizar por el podcast.
Al leer el mensaje pensé que esa pregunta iba más allá de mi tema, que es liderazgo. Pero rápidamente corregí al pensar que todo líder primero tiene que estar bien consigo mismo para poder entusiasmar al equipo, y mientras pensaba en ello recordé una frase que leí en algún lugar que decía “nadie te hace feliz”. Así que le dije que “nadie tiene el poder suficiente para hacerte feliz o infeliz más que tu mismo”, y basado en esa idea escribí el podcast de esa semana. Ella se sintió identificada con la idea, pero aun seguía devastada. Me pidió si podía hacerle de coach a la distancia y la verdad es que no soy un coach profesional. Pero ¿quién es capaz de decir que no a una persona que acude a ti pidiendo ayuda? Acepté y tuvimos algunas sesiones online que creo fueron de más beneficio para mi que para ella. Aprendí mucho de la naturaleza de los sentimientos femeninos y recogí varios consejos para que el podcast tenga una mirada de mayor diversidad. Gracias a esta persona, mientras escribo este texto, “Tres Minutos Basta” tiene 49% de seguidores y 46% de seguidoras, frente al origen en el que cerca del 70% de los seguidores eran hombres. El otro 5% cae en el grupo “sin especificar” y en el “no binario”.
Siempre he considerado a la diversidad como un valor. La diversidad se disfruta. Te hace más fuerte. Te hace más valioso. Es algo que va más allá de la tolerancia y del respeto porque implica reconocer el valor de las otras personas cargadas de su auténtico yo. Es valiosa la diversidad de orígenes, culturas y costumbres. Es valiosa la diversidad de edades, profesiones y experiencias. Es valiosa la diversidad en las formas de reconocer y disfrutar el amor. También es valiosa la diversidad de creencias, pasiones y convicciones. La gran maravilla de la humanidad es la diversidad.
Actualmente estamos en la era de la inteligencia artificial, la misma que cada vez se desarrolla más llegando a tener capacidad de aprendizaje, a lo que se le llama machine learning. Se sigue avanzando en los desarrollos y se habla del “Deep learning” o aprendizaje profundo por el cuál las máquinas no aprenden en relación a sus algoritmos sino por sí mismos. Actualmente funciona el GPT.3 como un nuevo modelo de inteligencia artificial que permite a los algoritmos proponerme la siguiente mejor palabra o frase basados en lo que estoy escribiendo. Y la alianza entre OpenAI, GitHub y Azure ha desarrollado “copilot” que propone el algoritmo de programación ideal basado en el inicio de código que estás escribiendo. Para quienes no están familiarizados con los lenguajes de programación y la inteligencia artificial todo esto les puede sonar muy técnico. Pero lo que significa es que las máquinas cada vez se acercan más a realizar tareas muy humanas como escribir o programar. Tareas que ya no son sólo tareas repetitivas.
Lo que no pueden las máquinas es hacer varias cosas a la vez. Conversar, caminar, sonreír y recordar lo que tengo pendiente, todo a la vez, es algo que hacemos sólo las personas. Pero lo más maravilloso e inimitable por las máquinas es que cada persona puede hacer varias cosas a la vez y de manera diferente. Cada uno desde su diversidad. La diversidad es la maravilla de la humanidad que la hace más humana y que ofrece soluciones diferentes frente a una misma situación.
La diversidad combinada con la capacidad de ser “imperfectamente felices” es lo que las máquinas nunca podrán ser. Todo algoritmo tiene que ser perfecto. Cuando escribes código si fallas en la sintaxis te da error. En la inteligencia artificial no hay tolerancia a lo imperfecto. Mientras que las personas hemos descubierto que entre ser perfectamente infelices o imperfectamente felices es mejor lo segundo, y así hemos aprendido a tolerarnos y a tolerar. Sabemos que el amor no va de la mano de la perfección porque amar es aceptar las imperfecciones nuestras y de los demás.
Destaquemos el valor de la diversidad y de las imperfecciones humanas y de esa manera marquemos la diferencia frente a la automatización. El amor y la empatía no son perfectos. El amor y la empatía son diversos, cada uno a su manera. Por ello las personas siempre estaremos por encima de los algoritmos. Siempre superaremos a la robótica. Siempre destacaremos creciendo en el humanismo liberador, que recuperar el valor del ser por encima del tener. Que pone “primero a las personas”.
Esta mañana, desayunando con Iván, mi consejero y asesor en producción, volvíamos a hablar del canal youtube y de dar el salto del podcast al video. No es la primera vez que Iván lo propone ni la primera que lo rechazo. No estoy seguro si hago bien. Lo que sucede es que yo nací en una casa donde el audio era el rey. Mi padre, broadcaster propietario de emisoras de radio siempre destacó la ventaja del audio para ser consumido en simultáneo con otras actividades. Mi primer trabajo fue en la radio y la experiencia de estar frente a un micrófono tras el cual muchas personas me escucharían me enseñó el valor de la responsabilidad al comunicar.
Comunicar con honestidad, de manera auténtica, y buscando sumar y enriquecer a quien te escucha, es algo que aprendí haciendo radio. No había teléfonos móviles. Los oyentes llamaban al fijo de la emisora de radio para comentar sobre lo comentado. Aprendías que te debías a tus oyentes. Era una emisora de FM y llegaba hasta donde llegaba su señal. Hoy, el podcast llega a todos los rincones del planeta.
Tres Minutos Basta, según las estadísticas de Anchor que es la plataforma que utilizo, se escucha en 59 países, donde el 8% tiene entre 23 y 27 años, el 20% va de 28 a 34, el 30% de 35 a 44, el 31% de 45 a 59 y el 6% cuenta con más de 60 años de edad. Esta información la obtengo de manera inmediata y en cualquier momento que lo desee. En mis épocas de radio contratábamos estudios de mercado para saber quiénes y cuántos nos escuchaban y a qué hora. Hoy, en tiempo real, tengo toda la info necesaria para poder afinar más la responsabilidad de lo que comunico basado en a quién lo comunico. Más del 80% de ustedes tiene entre 28 y 59 años. Es decir, están en su mejor momento personal y profesional. Por tanto, cuándo más pueden aportar a la sociedad. Pero nadie da lo que no tiene. Por eso, habiendo nacido como un podcast enfocado en reflexiones de liderazgo consciente, poco a poco hemos ido virando a tratar temas relacionados al crecimiento personal. Porque no hay mejor líder consciente que una buena persona. Hacer y buen ser van de la mano.
Existen muchas plataformas de podcast. Estamos presentes en Spotify, Google podcast, apple podcast, iVoox, listennotes, podbay, podparadise, radiopublic, OwlTail, Blubrry, dadapilan, omny, newstime, podplay, y más, y más, y más. La plataforma Anchor, propiedad de Spotify, nos permite distribuir de manera automática cada episodio entre prácticamente todas las plataformas de podcast. No se si es la mejor solución, pero es la que utilizo.
No tengo un estudio de grabaciones. Me lo preguntan con frecuencia los seguidores que están pensando hacer un podcast. Ni siquiera tengo un micrófono profesional. Utilizo mi teléfono y el micrófono del propio teléfono, y grabo el contenido en Anchor. Es verdad que para hacer un episodio de tres minutos necesito cerca de 90 minutos para escribir el contenido. He descubierto que tenía razón Churchill cuando decía necesitar diez minutos para preparar un discurso de tres horas y tres horas para preparar uno de diez minutos.
En los tiempos acelerados que corren, si quieres alcanzar a muchos tendrás que consumir poco tiempo de cada uno.
Gracias a los seguidores y seguidoras que tantas veces me escriben. Continuamente son fuente de ideas y conocimiento. Gracias a mis amigos y amigas, que no se cansan de darme ánimo a continuar. Gracias a Bernie, que estuvo cerca cuando empecé con los primeros podcasts y los escuchó y criticó antes que nadie. Recuerdo que descubriste que en la primera publicación se habían grabado varios juntos y bajo el título de tres minutos basta se leía una longitud de más de 30 minutos. Gracias a Malé que me animó a hacerlo antes de empezar con ello y a los muchos consejos que me dio para hacerlo cada vez mejor. Iván, ya sabes que siempre has estado cerca. Gracias a Wellington que gestionó que se incorpore como material de formación en una empresa multinacional, y a Gonzalo, que apoyaste decididamente para que sea una publicación semanal en el Diario Gestión de Perú. Gracias a cada uno de los líderes que lo escuchan cada semana y lo comparten con sus equipos. Al otro Gonzalo, que me contó que lo escuchaba en el almuerzo con la familia y lo comentaban entre todos. No sabes cuánto ánimo me dio eso.
Gracias a todos los que me han regalado muchas frases que luego he publicado. A quienes están y a quienes ya no están entre nosotros, pero cuyas enseñanzas nunca he podido olvidar. Y muchas gracias a ti, que sabes cómo me has ayudado en cada momento y cómo lo sigues haciendo. Se que nunca faltarás.
No tengo duda alguna. Lo recibido ha sido muchas veces más que lo que he podido dar en estas dos temporadas.
Tres Minutos Basta no es mío. Es de todos nosotros. Sólo soy el productor de lo que todos hacen, dicen, y logran. El narrador de sus alegrías, disgustos y tristezas. Sólo soy sus dedos al escribir y su voz al leer lo escrito. Aquí no está ni mi historia ni mi sapiencia. Sólo la de todos ustedes. Esa historia diversa y experiencias variadas que hacen que cada episodio sea rico en verdad y en realismo.
Lo escriba o no lo escriba. Lo lea o no lo lea. Lo publique o no lo publique, Tres Minutos Basta nunca dejará de estar. Porque es tuyo, es mío, es de todas y de todos, es nuestro.
Corresponde cerrar esta temporada. Seguro ya estás imaginando la siguiente y pensando en las próximas preguntas y respuestas que me vas a regalar.
Por lo que a mi toca, aquí y ahora, sólo puedo decirme, olvida lo que has dado para recordar lo recibido.