Un año después de hacer de Lima la capital deportiva de las Américas, los Juegos Panamericanos han adquirido una impensada e imprevista función sanitaria durante la pandemia de COVID-19, al servir sus sedes como hospitales para contagiados e incluso de centro científico para análisis de pruebas en Perú.
Cuando el 26 de julio del 2019 se inauguraron los Juegos en una apoteósica fiesta de mucho color y fuegos de artificio, nadie imaginaba que el legado del mayor acontecimiento deportivo del continente serviría para hacer frente al coronavirus y ampliar la capacidad del frágil y desbordado sistema de salud pública peruano.
"A un año de los Juegos hemos demostrado que un evento deportivo trasciende a lo deportivo y, bien operado y con una visión de futuro, podemos construir una gran transformación social, económica y ahora sanitaria", explicó el director de la oficina del Legado Lima 2019, Alberto Valenzuela.
Tanto calaron los Panamericanos en los peruanos que su presidente, Martín Vizcarra, puso a Gladys Tejeda, medalla de oro en maratón, como ejemplo de resistencia para soportar esta prolongada emergencia.
En esta carrera de fondo contra el virus SARS-CoV-2, la experiencia e infraestructura construida para la cita ha sido una solución rápida y muy práctica para las acuciantes deficiencias de la sanidad peruana, con el país convertido en uno de los epicentros mundiales de la pandemia.
"Toda esa experiencia la volcamos en hacer ahora hospitales", confirmó Valenzuela, cuya oficina está encargada de gestionar y mantener 56 campos deportivos agrupados en cinco grandes sedes que se construyeron o remodelaron expresamente para estos Juegos.
Transformación en tiempo récord
Nada más comenzar la emergencia en Perú se designó a la Villa Panamericana como el gran centro de aislamiento de COVID-19. Fue así como el complejo de siete edificios y más de mil viviendas que albergó a unos 7,000 deportistas que participaron en los Juegos pasó en tiempo récord a ser un enorme lugar de cuarentena.
"Fue un reto entregar la Villa en menos de 10 días con todas sus habitaciones equipadas (con cama y muebles)", dijo Valenzuela sobre esta instalación donde ahora están bajo observación hasta 2,000 infectados a la vez, con cuadros leves pero con factores como diabetes o hipertensión que pueden amenazar su vida.
"Hemos vuelto a sorprender al mundo con este gran recinto medicalizado. No hay otro igual en el país y creo que tampoco en Latinoamérica", agregó Valenzuela, cuyo equipo contó con la asesoría de los expertos que instalaron los grandes hospitales temporales para COVID-19 de Nightingale, en Londres; y de IFE-MA, en Madrid.
Luego se implementaron en un mes seis hospitales de campaña con las estructuras temporales que durante los Juegos sirvieron para el gran comedor de los deportistas y para centros de prensa, entre otros espacios temporales cuya superficie en conjunto sumaba 250,000 metros cuadrados.
En total son 500 camas, con 40 de unidades de cuidados intensivos (UCI), instaladas al lado de seis hospitales de la región de Lima, y ya están en camino otras dos estructuras similares para regiones fronterizas con Ecuador y Bolivia.
Cuentan con oxígeno empotrado para cada cama y un sistema de ventilación que renueva el aire de la sala cinco veces por hora para eliminar la carga de virus.
La huella de los Juegos es visible en las colchas de las camas, las mismas donde hace un año descansaban campeones olímpicos como la saltadora colombiana Caterine Ibargüen, la velocista jamaicana Shelly-Ann Fraser Pryce o el luchador cubano Mijaín López.
Siempre a contrarreloj
El trabajo ejecutado a contrarreloj para instalar estos espacios no es nuevo para el equipo que organizó Lima 2019, pues están acostumbrados a operar así desde que fueron capaces de sacar adelante todas las obras para los Juegos en apenas dos años y medio, incluida la Villa Panamericana.
"¿Cuántas entidades hay en un país dedicadas a ejecutar contrarreloj? Creo que es la energía del deporte y del gran evento que nos convocó la que nos ha ayudado a responder de inmediato en equipo y en infraestructura, y además a poder salir adelante. El COVID-19 no nos ha detenido y no nos va a detener", dijo Valenzuela.
Asimismo, el Centro de Alto de Rendimiento construido para el surf en la playa limeña de Punta Rocas ha pasado a ser ahora un búnker científico para que los investigadores del Instituto Nacional de Salud (INS) procesen pruebas de coronavirus y, más adelante, distribuyan la vacuna una vez que esté creada y disponible.
El Estadio Nacional, escenario de la inauguración, es ahora el cuartel general de los equipos de respuesta rápida, unas brigadas que recorren Lima para perseguir al coronavirus casa por casa.
Un año después se perciben lejanos los fuegos artificiales de aquella deslumbrante puesta en escena con la que Perú hizo gala de su milenaria riqueza cultural y natural. Los trabajadores sanitarios que ahora lo ocupan saben que todavía queda mucha carrera antes de cantar victoria.
Desde marzo, Perú acumula 375,961 contagiados y 17,843 muertos, y la propagación del virus se está volviendo a acelerar desde que oficialmente se levantó la cuarentena nacional el 1 de julio.
Competiciones internacionales pendientes
La irrupción de la pandemia llegó en un momento donde el Legado Lima 2019 debía mantener activas las sedes de los Juegos. Se había propuesto convertir a la capital peruana en "un 'hub' (núcleo) deportivo" del continente. "Teníamos entre 20 y 25 competiciones internacionales en la capital solo para este año", dijo Valenzuela.
"Después de la pandemia continuaremos estos planes. Tenemos la seguridad de que es un paréntesis, y en ese paréntesis estamos dando todo lo que sabemos para sea lo más corto posible", añadió.
La coyuntura ha permitido, sin embargo, impulsar su otro gran objetivo: trascender del ámbito deportivo. "Hemos sabido capitalizar toda esa inversión que hicimos y que algunos veían con escepticismo", recordó Valenzuela.
“No solo hicimos los mejores Juegos Panamericanos de la historia sino también estamos encaminados a la mejor gestión del legado de esos Juegos”, concluyó.