En las calles de Perú se siente la profunda decepción ciudadana con su clase política que se traduce en desinterés en las próximas elecciones municipales y regionales. Los comentarios están trufados de adjetivos como “ladrones” o “corruptos” en un discurso que suele concluir con “todos son unos sinvergüenzas”.
“No sé a quién voy a votar porque no hay candidatos como deben ser”, sentenció a Efe Manuel, un vendedor de frutas ambulante cerca de una estación en un barrio popular de Lima.
Cuando se le pregunta sobre la prioridad que busca en un candidato a la alcaldía de la capital del país, responde que con que se presente “uno sin antecedentes y que haya hecho algo por su pueblo bastaría”, pero que en el panorama actual no puede decir su opción favorita porque no la tiene.
Perú celebra el próximo 2 de octubre elecciones municipales y regionales y, pese a la cercanía de la fecha, el ambiente electoral es reducido tanto por la ausencia de mítines o grandes actos de candidatos, como de propuestas y proyectos que estos presentan.
El único factor que parece anunciarse para los comicios, además de carteles repartidos sobre todo en los barrios más populares o pequeños municipios, es el de las obras.
Como suele pasar en el país, dos meses antes las autoridades municipales rompen las calles para hacer alguna reforma, ya sea del barrio más acomodado de Lima o de un pueblo de la sierra, y frente al tráfico que estos cortes provocan la respuesta es la misma: “Es que van a ser elecciones”.
Desdén unánime
La ciudadanía responde como Manuel que no sabe a quién votar en gran proporción porque existe una corrupción que ya se da incluso por sentada, lo que provoca un desinterés tan palpable que hace difícil imaginar una tasa de participación alta, de no ser porque el voto es obligatorio.
“Siempre va a haber corrupción, sea bueno o malo el candidato. La única forma de votar por un candidato no corrupto es votar al último de la lista”, dice riendo Gamaliel a las puertas de un centro comercial junto con su esposa, que afirma que votará por el actual alcalde del distrito limeño de Chorrillos, que no puede presentarse de nuevo.
La opinión es generalizada en los ciudadanos, que responden con una indiferencia que no casa con la intensidad de la crisis política que atraviesa el país y de la que alertan a diario los medios de comunicación locales.
“Todos son unos sinvergüenzas, toda la vida hacen lo mismo. Yo vivo acá desde 1952 y no habido nunca un candidato bueno, todos son ladrones, es una lástima. No votaré. Tengo 81 años y he ido siempre pero ya no necesito a nadie porque con mi trabajo vivo feliz. Hace falta un cambio total”, se lamentó el transeúnte Manuel Sialer.
Una mujer que prefiere no dar su nombre y permanece sentada en una combi (transporte informal) señala decidida que votará en blanco porque “estos alcaldes entran, roban y no hacen nada”.
“Estamos renegados, hasta aquí”, dijo al señalarse el cuello e indicar con bolsas del mercado en las manos que las papas, el pollo, la verdura y el pescado son más caros y que el alcalde debería poder controlar los precios.
Este desdén se ha replicado en las nuevas generaciones.
“Creo que los jóvenes no están muy interesados, están sus cosas y votan por votar. Muchas veces nos han decepcionado demasiado, ahora ya no nos importan nada, así que el que gane pues lo mismo va a ser como el siguiente o aquel que ya salió”, subrayó a las puertas de un gimnasio Jair Manosalva, de 19 años, proveniente de la costa norte del país.
Seguridad ciudadana
Además de la corrupción, el único asunto que resuena entre los peruanos es la lucha contra la inseguridad ciudadana, ya que las ideologías y proyectos realistas para las ciudades apenas tienen cabida.
Muchos buscan más control de la clase política, Y quizás por eso los candidatos con más opciones de ganar la alcaldía de Lima son Daniel Urresti, exgeneral de las Fuerzas Armadas, y Rafael López Aliaga, un ultraconservador apodado “Porky”, que han lanzado sus candidaturas con eslóganes acabar con esta lacra.
Agustín Luyo, lustrabotas de la popular Villa María del Triunfo, afirma que luchar contra la delincuencia es lo que pide el distrito, mientras que Guillermo, en el lado contrario de la ciudad, respalda a López Aliaga porque va “limpiar de corrupción” Lima y a “mejorar la seguridad”.
Promesas de mano dura y una imagen tamizada de corrupción parecen ser las pocas llaves con las que cuenta la clase política peruana para abrir el interés de una ciudadanía que, en términos generales, está ya cansada.