(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)

Con cuatro gabinetes de ministros en medio año, el presidente peruano, Pedro Castillo, parece estar tomando malas decisiones que generan crecientes dudas sobre su capacidad para manejar el Gobierno, ya que existe una percepción de caos que según exfuncionarios y analistas se debe a la inexperiencia.

Castillo, el sorpresivo ganador de las elecciones del año pasado tras una ola de rechazo a los políticos tradicionales, ha tenido problemas para formar un equipo consistente, avivando los temores de una mayor volatilidad en un país que experimenta una inestabilidad política crónica.

Al comienzo de la semana, el presidente de izquierda dio a conocer el que será su cuarto gabinete de ministros. Las expectativas de un giro moderado al centro para terminar con la volatilidad eran altas.

Pero las personas a las que designó -un político aliado como primer ministro para reemplazar a quien había renunciado apenas cuatro días después de tomar el cargo-, y dos nuevos ministros de su partido Perú Libre, han hecho muy poco para aplacar las críticas.

Castillo designó el martes al abogado Aníbal Torres como nuevo jefe de su gabinete, luego de decir antes por Twitter que iba formar “un gabinete mas participativo y de ancha base”.

No es para nada un gabinete de ancha base”, afirmó a Reuters Jeffrey Radzinsky, master en gobernabilidad director de la consultora Grupo Fides Perú-GFP. “Y da más bien la impresión que la ala dura del Gobierno está recuperando espacio”, refirió.

En el nuevo gabinete ganó presencia Perú Libre -el partido marxista que llevó al poder a Castillo- con el nombramiento de dos ministros. Uno de ellos en la cartera de Energía y Minas. Perú es el segundo mayor productor mundial de cobre y la minería es uno de los sectores que más aporta dinero al fisco.

Otro de los vetados cambios es en el ministerio de Salud, cuando el país ha acelerado la vacunación contra el coronavirus.

El nuevo gabinete debe ser confirmado por el Congreso, que podría rechazarlo y obligar a Castillo a conformar otro equipo. Si el Congreso rechaza dos veces a un primer ministro, la Constitución peruana permite al Presidente cerrar el Parlamento y convocar a nuevas elecciones legislativas.

-No a provocaciones-

Hasta ahora, Castillo ha obtenido luz verde para sus dos primeros gabinetes y el tercero cayó antes de la votación.

“No tenemos ánimo de confrontar con nadie, nos provocarán, pero ahí quedara, porque no responderemos”, dijo Torres la noche del miércoles en conferencia de prensa, en la afirmó que en Perú se mantendrá la política de libre mercado.

Castillo ha denunciado una supuesta “campaña mediática” del Congreso opositor y de grupos de poder que no ha identificado, que piden su renuncia o destitución. El mandatario superó en diciembre un primer intento de juicio político.

Castillo pone fin a su presidencia”, escribió por Twitter Carlos Anderson, del opositor Partido Podemos, después de que se hizo público el nuevo gabinete. Anderson, que había votado en contra del despido de Castillo a fines del año pasado, calificó la última selección de ministros como un “suicidio en palacio”.

Los índices de aprobación de Castillo han caído por debajo del 30%, según mostraron las últimas encuestas de la firma Datum Internacional y del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

Por la falta de expertiz como político Castillo estaría cometiendo errores, según dos exministros, y sus constantes enredos políticos y denuncias de corrupción en su entorno parecen corroborar que tiene serios problemas para gobernar.

Pedro Francke, un economista de izquierda moderada que fue ministro de Economía hasta inicios de febrero, dijo a Reuters que en los últimos dos meses era difícil tener una reunión con el presidente Castillo para converger directamente con él.

Uno pedía una cita, demoraba en tramitarse, no hay tiempo, te dicen una hora y luego no funciona, finalmente había una dificultad”, afirmó en referencia a los asesores cercanos del mandatario. “Creo que antes había un poco más de fluidez”.

El exministro de Energía y Minas, Eduardo González, dijo por su parte que el mandatario en su intento “por salvar el país, ahondó la crisis”. “Como en cualquier familia si no hay comunicación se toman malas decisiones”, manifestó.

“El problema es que ahora al presidente parece que lo han secuestrado”, dijo el titular del sector hasta fines de enero.

-Nociva influencia-

Castillo, quien ganó por estrecho margen a la derechista Keiko Fujimori, había calmado al mercado al inicio de su mandato pese a nombrar a un radical de Perú Libre como primer ministro.

Pero anuncios como la “nacionalización” del gas, subir impuestos mineros y planes de redactar una nueva Constitución volvieron agitar a los inversionistas, hasta el ingreso en octubre de una abogada progresista como su segunda jefa de gabinete de ministros para tranquilizar otra vez al mercado.

Desde entonces Castillo se apoyó en políticos conservadores o de centro para sobrevivir. La izquierda moderada y grupos progresistas que habían sostenido a Castillo se alejaron la semana pasada tras el nombramiento del primer ministro, Héctor Valer, acusado de golpear a su hija y a su difunta esposa.

La semana pasada, Castillo mantuvo una cita aparentemente amistosa con el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonoro. Las fotos mostraron a los dos líderes sudamericanos sonrientes abrazándose, con Bolsonaro luciendo juguetonamente el característico sombrero campesino de ala ancha de Castillo.

Carlos Jaico, quien se desempeñó como secretario general de Castillo antes de dimitir el 1 de febrero, culpó en su carta de renuncia a la “nociva influencia” de otros asesores de Castillo por obstaculizar la agenda presidencial. No reveló nombres.

Pero en un mensaje por Twitter el lunes por la noche, Castillo rechazó “rotundamente ciertas teorías sobre la injerencia de mi equipo de confianza en la toma de decisiones”.

Pese a sus problemas, aún puede prevalecer sobre una oposición que sufre de su propia falta de enfoque, en un país que ha tenido cinco presidentes en los últimos seis años.

Su permanencia pasa por mantener un cierto respaldo y legitimidad en el país que contraste con una oposición bastante debilitada y torpe”, refirió Radzinsky. “Tiene que buscar consensos, evidentemente es difícil, pero es posible”, acotó.