La pandemia paralizó las excavaciones arqueológicas en Perú en marzo y dejó a merced de saqueadores muchos sitios con invaluables objetos hechos por pueblos precolombinos, que son traficados en el mercado negro.
“La cuarentena (nacional obligatoria) ha iniciado seriamente los problemas de invasiones y saqueos de monumentos arqueológicos”, dice el arqueólogo Walter Alva, quien descubrió intacta en 1987 la tumba del Señor de Sipán, un gobernante de la cultura mochica (800-1000 d. C.), en el norte de Perú.
“Hay bandas que aprovecharon la inamovilidad de la Policía y de los encargados del patrimonio para incursionar en monumentos con el fin de saquearlos”, agrega.
Los ‘huaqueos’ o saqueos a sitios arqueológicos no son nuevos en el país, pero aumentaron con la cuarentena decretada en marzo.
“Los sitios arqueológicos quedan más expuestos porque, no hay un personal técnico que esté actuando” en terreno, explica el arqueólogo Edgar Bracamonte.
Al decretarse el confinamiento, un arqueólogo y nueve de sus alumnos continuaron excavando en un cementerio prehispánico en la ciudad de Chancay, al norte de Lima, hasta que fueron detenidos el 4 de abril y tuvieron que suspender los trabajos.
Si bien la cuarentena acaba de ser levantada en gran parte de Perú, pasará tiempo antes de que puedan retomarse los trabajos arqueológicos en la cuna del imperio Inca, la principal civilización precolombina de Sudamérica.
“La labor de investigación arqueológica va ser todavía afectada a lo largo de todo este año”, dice Bracamonte, quien lideró el año pasado el hallazgo de 24 tumbas de la élite mochica en la Huaca Santa Rosa de Pucalá, en la región norteña de Lambayeque.
“En todo el país tenemos muchos proyectos que han quedado inconclusos y ya no se van a realizar. Las campañas que realizaban arqueólogos extranjeros no se van a realizar”, agrega.
Destruyen platos y jarrones
En la ciudadela inca de Machu Picchu, joya del turismo en Perú, la vigilancia se reforzó en mayo, pero en otros lugares ha sido más difícil proteger el patrimonio.
En la ‘huaca’ o sitio ceremonial de Cerro Corbacho, en el norteño valle agrícola de Zaña, saqueadores de tumbas destruyeron platos, jarrones y telares prehispánicos, observó en el lugar un fotógrafo de la AFP.
“Los saqueadores han aprovechado el confinamiento de la pandemia para ingresar a los sitios arqueológicos”, dice Cipriano Nunjar, único vigilante del Museo Tumbas Reales de Sipán que recorre en motocicleta las huacas de la zona para protegerlas.
Durante el confinamiento se han reportado al menos 15 saqueos o intentos de saqueo en sitios arqueológicos, dice Alva. Uno de ellos en el complejo El Chorro, donde hay un cementerio mochica.
Otros lugares afectados son la huaca La Inmaculada, los complejos arqueológicos de Túcume, Santa Rosa de Pucalá y Cerro Corbacho.
Los saqueadores “hacen excavaciones por la tarde y noche para no ser detectados. En el Cerro Corbacho han hecho forados de hasta cinco metros de profundidad para encontrar vestigios”, explica Alva.
El investigador quiere que el Ministerio de Cultura impulse un programa para salvar los sitios en alto riesgo y detener las invasiones a terrenos con restos arqueológicos.
“Sería importante que exista un presupuesto para trabajos de investigación, que es urgente antes que se destruyan muchos sitios”, dice.
Antiguo observatorio
Los saqueadores también han ingresado a Chanquillo, el observatorio solar más antiguo de América (de 2,000 años de antigüedad), que postula a ser patrimonio cultural de la Humanidad de la Unesco, en la región norteña de Ancash.
“Hemos tenido varias denuncias que han ingresado Chanquillo. Hay gente que está huaqueando”, dice a la arqueóloga Mónica Suárez, quien dirige un proyecto en la zona.
La investigadora dice que mucha gente vive del ‘huaqueo’ en Perú, aunque el Código Penal castiga con entre tres y ocho años de cárcel a quienes “depreden, excaven, remuevan, destruyan, alteren o extraigan bienes de las huacas”.
Pero no solo hubo robos durante la cuarentena, también daños: unos agricultores invadieron un área de Chanquillo y sembraron frutales y escavaron un pozo, antes de ser desalojados.
Además, desconocidos dañaron un monumento de la civilización Caral, la más antigua de América, en el valle de Supe, 180 km al norte de Lima.