Ricardo Valcárcel, Analista económico
Gran entusiasmo en los mercados financieros y económicos en días recientes. Dos factores fueron los propulsores. La leve baja en la inflación en EE.UU. y la reducción en China de las medidas restrictivas de su política Cero Covid. La narrativa que surgió de inmediato a esas dos variaciones fue la siguiente.
Primero, que la FED mitigaría, más pronto de lo estimado, los fuertes incrementos de su tasa de interés, que viene realizando en aras de bajar la gran inflación que sufre EE.UU. Y, que además, en el mediano plazo, la tasa anotada no llegaría a un nivel muy alto en el 2023. De ser así, la recesión que provocaría esas subidas de la tasa sería muy suave, sin mayor daño a su economía.
Segundo, que China retomaría la senda de un mayor crecimiento al esperado, producto de su férrea lucha contra el Covid, al permitir muchas actividades económicas que estaban restringidas.
Tercero, alentados con esa visión de posible prosperidad, los agentes económicos se pusieron a comprar acciones, bonos, recursos naturales y a revisar favorablemente sus planes de inversión.
Ojalá esa emoción se concrete para el bien de todos los países del planeta, pues la mayoría depende, directa o indirectamente, de EE.UU. y China. El Perú, por ejemplo, necesita de sus inversiones y de la compra a buenos precios de los metales y alimentos que les exporta.
Sin embargo, una o dos golondrinas no hacen verano. Los peligros de una recesión con inflación mundial siguen presentes. Así la recesión de EE.UU. fuese más leve, de todas maneras las repercusiones que habrá en otras latitudes se sentirán reciamente. Un dólar fuerte producto de las continuas subidas de la tasa de la FED complicará nuestras importaciones. Y una recesión, por más ligera que sea, afectará el precio de los metales.
Por su parte, Inglaterra y Europa ya cargan con la estanflación, la que se agudizará en el 2023, especialmente en Alemania e Italia. El costo de la energía está vulnerando sus economías, pagando la factura del conflicto Rusia-Ucrania. Pasarán un invierno muy difícil. A ello se suma los aumentos de las tasas de interés de sus bancos centrales en respuesta a su aguda inflación. El euro se ha depreciado sustantivamente versus el dólar y tienen una balanza comercial crecientemente deficitaria.
El caso de China es singular, un país acostumbrado a crecer entre 7% y 10% cada año, no estará en recesión pero el previsto 3.2% de crecimiento del 2022 parecerá como si lo estuviera.
A todo lo anterior hay que añadir el aumento de precios excepcional que tendrán los alimentos, no sólo por la guerra Rusia-Ucrania, sino también por la inclemente sequía que asola al mundo actualmente. Una pena la hambruna que padecerán cientos de millones de personas en el 2023.
En conclusión, cuando los países desarrollados que son nuestros principales proveedores, clientes de nuestras exportaciones y fuente de inversiones se contraigan aún más en el 2023, no hay duda que la economía peruana tendrá una presión externa de gran magnitud y ya sólo por ello la recesión sería un evento ineludible.
En cuanto a la inflación peruana es muy posible que, pese a los esfuerzos del BCR subiendo la tasa de interés de referencia, aquella siga encima del rango meta objetivo (1%-3%) más allá del 2023. Sobre todo si el MEF sigue actuando expansivamente con subsidios y bonos, y el Congreso sigue emitiendo normas que llevarán al país a incrementar nuestro déficit fiscal y endeudamiento, los que aún muestran cierta solidez.
A la posible estanflación peruana del 2023 se suma el caos político sin solución de corto plazo. Solución no es sólo que Pedro Castillo deje la presidencia, sino que lo que continuaría posteriormente sería algo similar, pues tendríamos que elegir autoridades parecidas a las actuales con partidos políticos sin líderes y prácticamente inexistentes.
No importa, hay que acabar con la incertidumbre que acarrea la actual crisis y tirar la moneda en nuevas elecciones y tener suerte que esta vez salga “cara” pues antes salió “cruz”, y es esa cruz la que cargamos hoy y que estamos pagando con la tuya y con la mía.