Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico.
La cifra de crecimiento de la economía peruana de abril 2024, 5.3% comparada con abril 2023, y la estimada por el MEF para mayo de 4%, ha alentado a muchos a pensar que se está superando la recesión habida el año pasado. Sin embargo, otros observan que pese a esas buenas cifras, seguimos con un crecimiento anualizado casi nulo, de 0.30%, de mayo 2023 a abril 2024.
Los optimistas piensan que el segundo semestre puede seguir la recuperación y terminar el año con un crecimiento en el rango 2.5%-3.0%, mediocre pero algo es algo. Mencionan algunos temas interesantes como el desarrollo del Puerto de Chancay, el buen precio del cobre (aunque ha bajado 13% en los últimos 30 días), la disminución de la inflación, las buenas reservas internacionales, la próxima reunión del APEC en el Perú, y la intención de avanzar en muchos proyectos medianos públicos y privados.
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Los pesimistas tienen argumentos que, al parecer, son más fehacientes y contundentes. Allí están la significativa disminución de la recaudación tributaria, y los varios gastos populistas aprobados, entre el Congreso y el Poder Ejecutivo, que llevarán al incumplimiento del déficit fiscal programado de 2.5%, y a la revisión negativa de las entidades calificadoras del riesgo de los bonos peruanos. El MEF se muestra sobrepasado y débil, ante la avalancha de problemas que tiene que afrontar.
Está presente, de igual forma, el estado penoso e insostenible de Petroperú. Nuestra empresa bandera es una profunda herida abierta para la economía peruana, con sus grandes déficits desde hace años. Todas las alternativas de solución son desdichadas y, cualquiera que se tome, la terminaremos pagando con la tuya y con la mía.
Igualmente, son factores para los pesimistas, el evidente aumento de la pobreza y la disminución del consumo, especialmente en las zonas urbanas; los nocivos servicios públicos que trancan el flujo económico cuando, para cada trámite, hay una mafia que te lo “facilita”; cuando se brinda una mala educación y se provee un mal servicio de salud, resaltando que el 43% de los niños menores de tres años están anémicos, algo atroz.
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Se manifiesta que será difícil salir del entrampamiento económico, en el corto plazo, cuando la corrupción es habitual a todo nivel; cuando se tiene un Poder Judicial totalmente viciado; y cuando el cuidado de la seguridad personal y empresarial se ha vuelto prioritaria, por el nivel de violencia que acontece.
Además, acrecienta la desconfianza de estar en una senda de sana recuperación económica, el desgobierno generalizado y la pugna diaria entre todos los poderes del Estado, que ha provocado una alta y creciente incertidumbre para atraer inversiones importantes de largo plazo.
Ese desbarajuste político, con sus escándalos cotidianos, ha impactado negativa y crecientemente a la economía. Ello se potenciará con la aproximación de las elecciones del 2026. Aunque estamos a 22 meses de ellas, las decenas de partidos políticos que podrían participar y la situación lamentable de la mayoría de ellos, nos presentará unas listas de candidatos, que nos proporcionará un Congreso similar al actual, de bajo nivel técnico, fragmentado y con muchos congresistas con ansias de conseguir beneficios personales, sin importarles el daño que causan a los ciudadanos que representan.
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Si con Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y la dupla Pedro Castillo-Dina Boluarte, hemos fracasado económicamente, uno tiene el temor que el siguiente Presidente de la República sea aún peor y terminemos hundiéndonos en el mediano plazo. Ese recelo ya se está manifestando. Cientos de miles de peruanos están emigrando. Los que pueden, pero millones más lo harían si tuvieran la oportunidad.
Un aspecto negativo importante que redunda en la economía, es que se está ahondando la crisis psicológica en la población. Se manifiesta ella por la ansiedad y el estrés constante, la depresión ante la desaliento por sobrevivir, el aumento de la drogadicción y el alcoholismo como evasión, y el incremento de la brusquedad familiar. La informalidad sigue creciendo y es notable, y comprensible, el egoísmo social para no caer en la pobreza o en la miseria extrema.
También las empresas operativas, van ajustando sus costos y gastos, ya preparándose para un futuro complicado. Bajan el nivel de salarios de sus trabajadores, difieren proyectos de inversión, excepto los de rentabilidad asegurada de muy corto plazo, reestructuran sus deudas, reducen inventarios, aplazan sus programas de mantenimiento a lo estrictamente necesario, y prolongan el pago de bienes y servicios recibidos.
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Algo así sucede en el sistema financiero, cuando la morosidad aumenta, los bancos y las cajas restringen el otorgamiento de los créditos, tamizando a los potenciales prestatarios. Ello está afectando fuertemente a muchas micro y pequeñas empresas.
Hay todo un malestar público, un caldo de cultivo que puede desembocar en hechos violentos de distintas fuentes, algunos como protesta legítima, y otros incentivados y financiados por agentes externos, intereses políticos regionales, el narcotráfico y la minería ilegal.
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