Escribe: Micaela Rizo Patrón, gerente general de Perú Sostenible.
En el camino hacia el desarrollo sostenible, los principios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG o ESG por sus siglas en inglés) son un marco referente y fundamental para empresas, inversionistas y gobiernos a nivel global. Para abordar estos principios, existen diversas herramientas como marcos de reporte, evaluaciones ASG, índices de sostenibilidad, entre otros, que ayudan a estos actores a medir y evaluar la gestión de sostenibilidad en las empresas.
La Unión Europea viene adoptando e impulsando los principios ASG con nuevas exigencias en distintos sectores y fortalece su posición a favor de integrarlos en las empresas desde un enfoque de política pública. Por ejemplo, el reciente Reglamento (UE) 2023/1115 que prohíbe la importación de materias primas asociadas a la deforestación y las violaciones de los derechos humanos de los pueblos indígenas, y que de hecho presiona a países como Perú a alinearse a estos principios desde un enfoque de cadena de suministro.
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Localmente, en nuestro país, la tendencia hacia la medición de impacto y reporte de las empresas con principios ASG viene creciendo por nuevas regulaciones y, principalmente, por exigencias de inversionistas. Por ejemplo, el “Índice S&P/BVL Perú General ESG” es desarrollado por la Bolsa de Valores de Lima para que los inversionistas puedan optar por empresas cuyo desempeño ASG es más destacable frente a su índice general.
Si bien ha habido un incremento significativo en la adopción de estos principios globalmente, también han surgido movimientos anti-ASG, sobre todo en Estados Unidos. Estos se dan, principalmente desde dos enfoques. Por un lado, cuestionan la eficacia de los principios ASG por la falta de avance en resultados esperados y la falta de homogeneidad entre los diferentes estándares de medición y definición de los conceptos que abordan. Por otro lado, se encuentran vinculados con otros movimientos antiprogresistas y/o políticos como anti-“WOKE” (en contra de injusticias sociales) y anti-“DEI” (diversidad, equidad e inclusión), que cuestiona los enfoques de sostenibilidad en general.
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Los movimientos anti-ASG pueden desvirtuar las políticas en un país, al generar más polarización y quitar el foco sobre temas prioritarios para el desarrollo. También pueden frenar el activismo empresarial e impacto positivo que pueden generar las empresas en la sociedad por temor a ser cuestionadas por su foco en principios ASG. Sin embargo, debemos ser críticos con los resultados tangibles de una gestión ASG, no solo como empresarios, sino también como ciudadanos, velando que los compromisos y el desempeño empresarial se traduzcan en resultados concretos. Necesitamos avanzar con coherencia y alineamiento en los estándares ASG que se exigen a las empresas, para lograr el desarrollo económico, ambiental y social que saque adelante al país.
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