Pamela Navarro, abogada laboralista y directora de Atalla Legal
Sin duda nuestro país vive una de las crisis políticas más duras de la historia. Llevamos casi un mes paralizados o en estado de alerta ante la incertidumbre que generan los reclamos sociales y la crisis política.
El empleo se ha visto afectado tanto para el sector formal como para el informal.
Acá viene una primera reflexión y oportunidad: el empleo informal existe, todos lo sabemos, pero nadie le hace frente. Cuantos trabajadores informales que lejos de tener algún nivel de estabilidad, no logran reunir producto de su esfuerzo, lo necesario para cubrir la canasta familiar. Y ello sumado a la crisis, las carreteras bloqueadas, el temor de los ciudadanos, la imposibilidad de salir a trabajar no hace más que agudizar la situación. El empleo informal requiere de la voluntad de formalización no solo del empleador informal, sino también del trabajador informal, y estas situaciones nos deben llevar a reflexionar sobre la necesidad de iniciar un proceso de formalización escalonado.
Por otro lado, tenemos el empleo formal que, sin duda, también está siendo impactado por la crisis. Los mismos factores, carreteras bloqueadas, pedidos de trabajo remoto incluso para labores presenciales, riesgos sobre la vida y seguridad de los trabajadores que nos llevan a paralizar operaciones, atentados sobre la propiedad privada que ponen en riesgo la continuidad del negocio. No queda otra opción que parar, por la seguridad de todos, es momento de parar. Parar para replantear.
Es aquí donde se presenta una luz al final del camino, es acá donde tenemos que ver a las empresas como una posibilidad. Un pueblo sin educación está destinado a fracasar, y pueden ser las empresas quienes, como parte de sus programas de sostenibilidad, implementen espacios para construir una sociedad basada en el respeto hacia nuestras diferencias y el diálogo. Como parte de la cultura de las organizaciones solemos trabajar sobre el respeto y la integridad de manera transversal, pero es momento de verlo de manera directa en la interacción no solo de nuestros colaboradores sino de todos aquellos que formen parte de la cadena de valor. Es momento de tomar acción. Si bien esto no soluciona la crisis que estamos enfrentando, empieza a crear conciencia sobre la necesidad de respetar nuestras opiniones, nuestra posición política, de protestar de manera pacífica, de alzar nuestra voz con respeto, de dialogar para tender puentes, de respetar a las instituciones y a la Ley. Cuando esto esté interiorizado en cada uno de nosotros, seremos agentes de cambio para cuestionar en nuestros entornos cercanos, cualquier acto que atente contra estos valores.
Las empresas no podemos quedarnos mirando el conflicto cuando tenemos una gran oportunidad de liderar el cambio.