Escribe: José Ricardo Stok, profesor emérito del PAD.
Es frecuente que se comenten los grandes problemas nacionales, e incluso que se apunten algunas alternativas para su resolución. Pero, lamentablemente, parecería que les damos vueltas y vueltas, y lo único que se consigue es un mareo, no soluciones.
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La inseguridad ciudadana, gravísimo problema, no es probable que solo se resuelva con más policías en la calle, sino con respuestas rápidas y contundentes, con una legalidad apropiada y célere. Requiere un gran consenso y firme compromiso, sin claudicaciones, de todos los actores involucrados.
Un educación nacional cada vez más deteriorada, cada día más inculta, no se remedia solo con más y mejores colegios –aunque sí se necesitan– sino con un profesorado educado, competente, honesto.
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Un Petroperú, que sigue tragándose millones de dólares que podrían destinarse a infraestructura, salud, educación, semeja a la Hidra de Lerna, monstruo de varias cabezas, al que, si le cortaban una, le aparecían dos… ¿Será que en este caso también se requiere un Hércules para resolverlo?
En fin, nos quejamos de nuestros tiempos, que son malos y difíciles, de la corrupción. Pero como decía San Agustín: “¡Nosotros somos los tiempos! ¡Los tiempos son lo que somos nosotros!”.
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Buena parte de la dificultad para solucionar los problemas está en que no se hace un diagnóstico certero, desapasionado, sincero, con la intervención de todos los actores involucrados.
Aquí conviene aplicar el esquema de resolución de problemas complejos. Primero, se debe distinguir entre hechos, síntomas y juicios, dejando estos últimos de lado. A su vez, separar los hechos relevantes de los que no lo son, y para esto se necesita claridad y objetividad. Es prioritario establecer, entonces, un conjunto de criterios por los que debería guiarse la solución, y para ponderarlos con rigurosidad. Las diversas alternativas se evaluarán a la luz de esos criterios, de su viabilidad o pertinencia, de su eficacia y calidad ética; y, seguramente, muchas de ellas dejarán de ser alternativas. Recién ahora se estará en condiciones de tomar una decisión, de diseñar su implementación, y de designar a los ejecutores, con los medios y requerimientos adecuados. Desde luego, se debe contar con el respaldo necesario para llevar a término lo decidido, sin claudicar.
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Son momentos para tener magnanimidad y fortaleza. El filósofo Carlos Llano señala que “las personas sin carácter –los hombres de barro– no deciden; viven en la voz pasiva de los verbos, son manipuladas, determinadas, plasmadas por las circunstancias”.
Ceder a medianías o a contemporizaciones es manifestación, salvo prueba en contrario, de debilidad o cobardía, de pobreza imaginativa, pereza mental o comodidad malsana. Es hora de decisiones. Como decía Gilbert Chesterton: “Estamos de acuerdo respecto del mal; es por el bien por lo que deberíamos tomarnos a golpes”. Queda claro que las soluciones están en las personas, en su trabajo honesto, con objetivos claros y voluntad firme.
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