Asociado de Miranda & Amado
El Perú ratificó el Acuerdo de París, emitido en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en el 2016. De esta manera, nuestro país se comprometió frente a la comunidad internacional a combatir las consecuencias negativas del cambio climático, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) con la intención de mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de los 2 grados centígrados. En este contexto, una de las formas de cumplir con los compromisos asumidos por el país es mediante la transición hacia la generación de energía limpia reduciendo sus emisiones de GEI, mediante la utilización de recursos energéticos renovables tales como la energía eólica, solar, geotérmica e hidráulica.
La minería climáticamente inteligente es una iniciativa del Banco Mundial -que incluye un fondo de respaldo- para promover actividades mineras sostenibles en países en vías de desarrollo. Se busca que tengan un enfoque holístico respecto a la energía renovable (en el que prime su utilización y el destino de los minerales que sirven para su generación) y vayan hacia la reducción de la huella ambiental y climática. De esta forma, las prácticas mineras climáticamente inteligentes contribuyen también al cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París que han sido adoptados por nuestro país.
Recientemente, el Banco Mundial ha publicado el reporte denominado “Minerals for Climate Action: The Mineral Intensity of the Clean Energy Transition”, sobre la importancia de la minería en la transición hacia un mercado energético limpio en el que primen tecnologías bajas en carbono. Y es que la implementación de turbinas eólicas, paneles solares y baterías de almacenamiento de energía renovable requiere gran cantidad de minerales metálicos. La predicción del Banco Mundial es que en los siguientes 30 años la demanda de los minerales metálicos utilizados para la producción de energía limpia subirá vertiginosamente (por ejemplo, se estima que el grafito, litio y cobalto podrían incrementar su demanda en aproximadamente 500%). La oferta de minerales debe prepararse para cubrir la creciente demanda.
El reporte del Banco Mundial revela que algunos minerales se utilizarán para la producción de diversas tecnologías que permitirán reducir los efectos negativos del cambio climático, mientras que otros minerales serían utilizados para tecnologías específicas. En el primer grupo de minerales resaltan el cobre y el molibdeno que, por su versatilidad, son utilizados para la producción de casi todos los bienes requeridos para la generación de energía renovable. Para nuestra fortuna -o desgracia, si es que dejamos pasar la oportunidad- el Perú es el segundo mayor productor de cobre a nivel mundial (ocupando el mismo puesto en número de reservas); y es el cuarto mayor productor de molibdeno (y segundo en número de reservas).
La transición hacia la generación de energía limpia representa para nuestro país una oportunidad única para viabilizar proyectos mineros. No debemos desaprovecharla.
En mi opinión, la dependencia de los minerales para la transición hacia un sistema de energía limpia nos permitirá promover la minería formal, que está sujeta a los más altos estándares ambientales a nivel mundial, y que incluye dentro de su estructura una supervisión férrea por parte del Estado (en ocasiones, ciertamente excesiva, sobre todo si se compara con la informalidad rampante y la falta de atención al combate a la minería ilegal). Actualmente la promoción de la utilización de los minerales para la concientización sobre el cambio climático es mínima -por no decir nula- y se reduce a campañas menores del Ministerio de Energía y Minas. Se hace necesario que participen diversas entidades del Estado, de manera cohesionadas, atendiendo al beneficio colectivo que genera la actividad minera en nuestro país (que no se reduce al aporte de aproximadamente 10% del PBI del país, sino que genera gran cantidad de empleo, contribuye decisivamente a las arcas del Estado y reduce la brecha de infraestructura). La oportunidad que se nos presenta permitirá enfatizar que la minería formal no solamente puede mitigar cualquier efecto negativo que produzca en el medio ambiente, sino que puede contribuir significativamente a su protección en general, así como a reducir los efectos negativos del cambio climático en particular.