El mito de Sísifo ha tenido diversas interpretaciones y las causas por las que sufre un castigo escapan al caso de los gobiernos regionales y locales. Como se sabe Sísifo engaña a la muerte dos veces y por ello es castigado a llevar una piedra hasta la cima de una montaña en el inframundo desde donde esta rueda de vuelta y se debe empezar de nuevo la subida. En el caso peruano hacemos alusión a este mito debido a que con los gobiernos regionales y locales siempre debemos volver a empezar. El drama es que la cuesta se hace más larga debido a que empezamos cada vez de una base menor.
Esto se refiere a los esfuerzos que se despliegan desde la sociedad civil, cooperación internacional y el mismo Estado en tratar de desarrollar capacidades entre los funcionarios locales, pero los resultados son cada vez peores. Esto nos lleva a que cada cuatro años debe volver a iniciar el proceso de desarrollo de capacidades. De poco sirven los reportes que exige Contraloría al cierre de la gestión de los gobernadores o alcaldes. La idea de esos informes es que la siguiente autoridad los tome y continúe las tareas necesarias. Sin embargo estos reportes no son tomados en cuenta y cada autoridad quiere empezar de nuevo.
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La otra arista del mito de Sísifo está vinculada al personal. Al no contar con un sistema de servicio civil aplicable a municipalidades y gobiernos regionales lo que observamos es que existe una alta rotación de funcionarios que no cuentan con la experiencia adecuada y, en consecuencia, muchas veces o son ineficientes o son fácilmente manipulados con los costos que ello implica para la población. Las autoridades suelen poner en muchos puestos clave a allegados que luego son cambiados a los pocos meses. Se puede dar el caso que en una municipalidad pueda haber hasta tres gerentes municipales durante un año.
Lo anterior implica que debe iniciarse diversas actividades de capacitación o inducción. Así empresas extractivas donde la municipalidad está en su área de influencia deben empezar a relacionarse con los funcionarios y explicarle los programas en curso. De la misma manera el Gobierno, a través de los distintos ministerios, debe empezar a capacitar. Pero esto a todas luces es un desperdicio de recursos debido a que es dinero que se pierde porque los funcionarios no tienen ninguna estabilidad.
Lo anterior es mucho más grave cuando hablamos de personal vinculado a la inversión pública. En este caso tenemos que, a todo lo mencionado, debemos sumarle los bajos sueldos. Zonas con altos presupuestos para inversión pública tienen funcionarios que los manejan con sueldos irrisorios. El resultado es que la ejecución es pésima o pueda aparecer espacio para la corrupción. Si no hay conocimiento y buenos sueldos el incentivo para que no haya corrupción es reducido. Sabemos que la capacidad es muy baja, pero si queremos atraer personas que vayan desde Lima, o de zonas donde hay buena capacidad a administrar altos presupuestos y obras de envergadura, los sueldos deben ser más elevados. De otra manera estamos condenados a repetir la misma historia como en el mito de Sísifo.
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Esto nos lleva a pensar que es muy poco lo que se puede hacer en la actualidad, ser pesimistas y esperar que el país, como Sísifo, vuelva a empezar cada vez. Pensar en mejorar la competitividad, fomentar la inversión, articular a los actores de la jurisdicción y tener una visión estratégica que permita desarrollar al territorio es como física cuántica. La brecha es muy grande, pero debemos empezar a cerrarla. Para ello es necesario cambiar el marco regulatorio para permitir desarrollar un servicio civil efectivo. De la misma manera mejorar los procesos y buscar diferenciarlos según los diversos territorios y complejidades. Esto es tarea del nivel nacional.
Si queremos romper nuestro mito de Sísifo a nivel subnacional es necesario crear verdaderos incentivos y reconocer la heterogeneidad que está en la base de todo proceso de descentralización. Sólo así podremos echar a andar la rueda y pensar en brindar más autonomía y mejorar la eficiencia. En muchos casos debemos repensar las herramientas y proceder a centralizar temporalmente ciertas actividades en aras de ganar economías de escala. Un paso importante podría ser, a nivel municipal, eliminar las administraciones tributarias locales y que a nivel rural sea la municipalidad provincial la que cobre los impuestos o, en el caso de las municipalidades urbanas, que la Sunat se encargue del cobro. Los gobiernos subnacionales son entidades encargadas de prestar servicios que deben ser adecuados a los ciudadanos. Si no hay incentivos para ello, poco podemos esperar.
Decano de la Facultad de Economía y Finanzas de la Universidad del Pacífico.
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