Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico
El 9 de octubre pasado, el Consejo Fiscal alertó sobre diversos riesgos que pueden comprometer la sostenibilidad fiscal del Perú. Ello coincide con lo expuesto en mi artículo publicado anteriormente (Gestión, 19/9/24) y la opinión de otros analistas.
El MEF está conduciendo al país, fiscalmente, en la dirección opuesta a lo exhortado por el Consejo Fiscal. Ésta es una comisión autónoma y técnica del sector público, creado hace una década, para mediante el estudio y seguimiento de las políticas fiscales, fortalecer la transparencia de las finanzas públicas.
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La sostenibilidad fiscal es de máxima importancia para los acreedores de la deuda pública y privada, pues asegura el pago de los préstamos otorgados, capital e intereses. Cuando hay un déficit fiscal creciente, como está sucediendo, las calificadoras de riesgo bajan su nota al país, encareciendo la deuda contraída a tasa variable.
También los nuevos préstamos, para cubrir el déficit fiscal, se adquieren a una tasa de interés superior, lo que compromete a tener que pagar mayor dinero en el futuro, de corto y largo plazo, en detrimento de los gastos indispensables en educación, salud, seguridad e infraestructura.
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Lo ideal es tener un déficit fiscal cero, es decir que los ingresos tributarios alcancen para todos los gastos públicos que se necesiten, o estén programados al menos. El gobierno ha establecido que en el 2024 el déficit fiscal sería de 2.8% y lo iría disminuyendo hasta 1% en el 2028.
Como ocurrió el 2023, la meta no se cumplirá por segundo año consecutivo y posiblemente no se logre tampoco en el 2025. Habiendo avanzado tres trimestres del presente año, tenemos un déficit fiscal de 4% y terminaremos cerca de esa cifra. Una barbaridad que terminaremos pagando con la tuya y con la mía.
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El Gobierno conoce que los ingresos fiscales se están reduciendo, pero la farra de gastos continúa, muchos de ellos con su cuota de corrupción. Está claro que su objetivo es llegar a trompicones a julio del 2026 como sea.
El siguiente Gobierno, quien sea, tendrá que confrontar esta gran complicación. Con un esperado crecimiento económico de 2.5% anual, para el siguiente quinquenio, la tarea que le espera a quien gane las elecciones será titánica.
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El ministro José Arista, del MEF, está demostrando una gran indolencia para tomar medidas que cambien este rumbo malsano, hacia dónde camina el déficit fiscal. El MEF ya no influye en el gobierno como antaño, es sobrepasado con facilidad, muchas veces sin batallar, las nocivas iniciativas del Congreso o del propio Poder Ejecutivo en este festín de gastos y compromisos futuros.
La aprobación poco técnica de la reforma del sistema previsional, las lamentables decisiones e indecisiones para manejar el gran problema económico y financiero de Petroperú, y la pretendida e inoportuna compra multimillonaria de aviones para la defensa nacional, son ejemplos resaltantes de dicha debilidad del MEF.
Ya a Arista no le importa que su gestión sea deplorable, es otro al que sólo le interesa perdurar. ¿Y lo que le propone el Consejo Fiscal? Simplemente no le interesa, prefiere cerrar los ojos.